“Y
en el final de los días acontecerá que la montaña de la casa del
Eterno será establecida como la mayor de las montañas, y será
exaltada sobre [todas] las colinas; y los pueblos acudirán a ella”
(Miqueas 4:1)
Debemos
comprender y asimilar la profecía hebrea como un hecho que cumple
dos propósitos. Estos se manifiestan de manera interna y externa,
como algo individual y también colectivo. Existe un lugar en el
mundo y un lugar en la conciencia que convergen y se convierte en
uno. Este lugar es el monte Sión, el Templo de Jerusalén situado en
la tierra de Israel. Es el punto focal y base sobre la cual nos
hacemos conscientes de la Presencia Divina en nosotros como personas
en lo individual y como Israel en lo colectivo en este mundo.
Este
preámbulo es el punto de partida para comprender la conciencia
mesiánica de acuerdo al judaísmo. Así nos hacemos conscientes de
que la más importante de todas las montañas y colinas es nuestra
conexión con el Creador de todo. En este conocimiento todos los
niveles de la conciencia están reunidos además de juntos, y acuden
unidos hacia Su Presencia.
“Y
muchas naciones vendrán y dirán: 'Venid
vosotros, y subamos a la montaña del Eterno, y a la casa del Dios de
Jacob;
y
Él nos enseñará Sus caminos, y nosotros andaremos en Sus
senderos';
porque
de Sión saldrá la Torá, y la palabra del Eterno de Jerusalén”
(4:2)
Nos
acercamos a la conciencia Mesiánica cuando nuestro discernimiento,
pensamientos, ideas, creencias, hábitos, costumbres, apegos,
sentimientos, emociones, pasiones e instintos se unen juntos en un
proceso natural y no forzado hacia la unidad individual y colectiva
necesaria para abrazar al Creador en el lugar que Él estableció
para nosotros. Cuando todos los niveles,
aspectos y dimensiones de la conciencia son armonizados bajo la
conducción y guía de los modos y atributos de Amor, estaremos
encaminados hacia nuestra Redención mediante los modos y atributos
del Creador. El punto de convergencia de este encuentro es Sión,
como el mayor conocimiento de la Presencia Divina en nuestra vida. De
ahí se manifiesta en nuestra vida el conocimiento del Creador, y de
Jerusalén se manifiesta Su conducción.
“Y
Él hará justicia entre multitudes de pueblos, y decidirá respecto
a naciones poderosas lejanas; y ellos convertirán sus espadas en
arados, y sus lanzas en rastrillos; ninguna nación levantará su
espada contra otra nación, y tampoco volverán a aprender guerra”
(4:3)
En
este punto de convergencia abrazamos la Presencia Divina, y Su Amor
transforma los rasgos negativos de todos los niveles, aspectos y
dimensiones de la conciencia en cualidades positivas, constructivas y
elevadoras. Lo que solíamos infligir contra nosotros mismos y otros
es convertido en medios y arbitrios para elevar la conciencia través
del conocimiento de Dios. En este conocimiento no hay violencia ni
guerras, ni conflictos, disputas, oposición, controversia o
antagonismo. Amor, como la manifestación material del Amor de Dios,
estará a cargo de conducir todas las facetas de nuestras vidas a través
de los modos y atributos del Creador.
“Y
él se parará, y alimentará a su rebaño en la fuerza del Eterno,
en la majestad del Nombre del Eterno su Dios;
y
ellos permanecerán, porque entonces él será grande sobre los
confines de la tierra” (5:3)
La
conciencia Mesiánica se manifiesta a través de la persona asignada
por Dios para ser la referencia para nosotros con el fin de seguir
los senderos establecidos por el Creador. El
Amor de Dios es nuestra fuerza, y Su Nombre y Majestad se revelan en
nuestro conocimiento de Él. El Mesías hebreo revela la Redención
de Dios para cada rasgo de nuestra conciencia. Esto abarca todos los
aspectos de la vida, que también es la tierra en la habitamos en
este mundo material.
“Y
acontecerá que en ese día, dice el Eterno, removeré tus caballos
de ti, y destruiré tus carrozas. Y Yo removeré las ciudades de tu
tierra, y derrumbaré todas tus fortalezas. Yo removeré toda
hechicería de tu mano, y no tendrás necrománticos. Y Yo removeré
tus imágenes talladas, y tus pilares de ti; y no habrá más
veneración a la obra de tus manos”
(5:9-12)
El
Amor redentor de Dios será revelado cuando comencemos a transformar
las tendencias negativas de la conciencia a través de la bondad de
los modos y atributos de Amor. Dios es quien dirige todo este
proceso. Él removerá las fantasías e ilusiones materialistas de
ego que nos empujan como carrozas con la fuerza de caballos. Él
removerá los apegos y hábitos negativos que son como ciudades y
fortalezas edificadas dentro de nuestra conciencia. Él removerá
falsas concepciones y creencias que nos hacen esclavos de la
avaricia, lujuria, envidia, codicia, indolencia, indiferencia y
negligencia. Estas son las falsas ideas que nos hacen creer que
podemos controlar y manipular a otros en detrimento de ellos. Son
también los ídolos que hemos hecho con nuestras propias acciones,
producto de la obra de nuestras manos. El Amor redentor de Dios los
removerá a todos de nuestra conciencia, en cuanto permitamos que
Amor guíe y dirija todas las facetas de la vida.
“¿Quién
es un Dios como Tú, que perdona iniquidad, pasa por alto la
transgresión del remanente de Su herencia?
Él
no mantiene Su ira por siempre, porque Él se deleita en amorosa
bondad. Él volverá a tener compasión sobre nosotros, Él someterá
nuestras iniquidades. Y Tú arroajarás todos sus pecados dentro de
las profundidades del mar. Tú mostrarás fidelidad a Jacob,
compasión
a Abraham,
como
lo prometiste a nuestros padres en los días de la antigüedad”
(7:18-20)
Sólo
el más grande Amor de todos, el Amor de Dios, transforma la maldad
que hemos creado en nuestras vidas. Seamos conscientes de que hemos
sido los creadores de todos los males que padecemos en el mundo. Hay
hambruna porque permitimos la hambruna. Hay violencia porque
incitamos violencia. Hay odio porque instigamos el odio. Hay
iniquidad porque propiciamos la iniquidad. En ese predicamento, sólo
si engendramos Amor y vivimos en sus modos, medios y atributos,
entraremos en la conciencia Mesiánica, individualmente y
colectivamente. Seremos redimidos de todas nuestras iniquidades y de
lo negativo cuando comencemos a vivir en Amor como nuestra Esencia y
verdadera identidad. Amor como la manifestación material del Amor de
Dios.