martes, 30 de abril de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (II) Amos

La mayoría de los mensajes de nuestros Profetas al pueblo de Israel están divididos en tres niveles. El primero abarca constantes recordatorios acerca de vivir separados de los Mandamientos, caminos y atributos de Dios, y sus consecuencias. Esta separación es repetidamente enfatizada como resultado de elegir la idolatría en vez de la voluntad del Creador para Israel. En este contexto, idolatría es la elección de seguir las fantasías e ilusiones de ego y no vivir en los modos y atributos de Amor. Las acciones negativas mencionadas por los Profetas hebreos son el resultado de descartar los Mandamientos que definen nuestra identidad como el Pueblo Elegido. El segundo nivel es la transición hacia los caminos que el Creador quiere que sigamos con el fin de retornar a Él. El tercero es la Redención final tras elegir retornar al Creador.

Debemos poner atención al segundo y tercer niveles en los mensajes de nuestros Profetas. Ellos nos indican los medios y caminos de volver a Dios y abrazar sin reservas Su plan para el cual Israel eligió ser Su socio. Para iniciar nuestra transición de los patrones negativos que hemos impreso en la conciencia a lo largo de centenares de generaciones, primero tenemos que retornar a los atributos que el Creador nos ha mostrado en la Torá desde el comienzo de Su Creación

“Porque Él forma las montañas, y crea el viento, y declara al hombre lo que este guarda en su pensamiento, que convierte la mañana en oscuridad, y pasa sobre las alturas de la tierra; el Eterno, el Dios de las multitudes, es Su Nombre” (Amos 4:13)

El primer paso para redimir la conciencia del dominio de ego es reconocer que somos menos que el polvo en la inmensidad de la Creación de Dios. Dar una mirada profunda al mundo y al universo, y contemplar sus interminables dimensiones que no podemos asimilar con nuestro discernimiento, en verdad nos hace lo suficientemente humildes para añorar retornar a nuestro Creador. Entonces nos damos cuenta de que todo lo que somos y tenemos proviene de Él, y que ciertamente no poseemos nada ni somos dueños de nada. Al morir sabemos que lo que alguna vez poseímos nunca fue realmente nuestro, y que todo estaba ahí para realizar la voluntad de Dios. Él es el único dueño de toda Su Creación, y a través de lo que Él nos da estamos destinados a cumplir Sus Mandamientos. Aun lo que percibimos como dividido u opuesto a algo, como la oscuridad y la Luz, sirven a Su voluntad.

En los más elevados niveles de la conciencia el Creador pasa en Su majestad para reinar dentro de nosotros, como también reina sobre las multitudes que Él ha creado. Él es el Dios de lo incontable en Su Creación, y esa es Su gloria, Su Nombre. Nunca olvidemos que Él ama Su Creación, porque toda proviene de Su Amor.

“Él, quien hace las Pléyades y Orión, y las tinieblas vuelve en mañana, y hace oscurecer el día en noche; quien llama a las aguas del mar, y las derrama sobre la faz de la tierra; el Eterno es Su Nombre” (5:8)

En este conocimiento nos damos cuenta que no somos nada sin nuestro Creador, y que procuramos retornar a Él como lo desea. En este conocimiento una verdadera vida significa vivirla como Él quiere para nosotros. De lo contrario seguimos en las fantasías e ilusiones de nuestras propias invenciones, los ídolos que creamos bajo la creencia de que somos nuestros propios dioses.

“Porque así dijo el Eterno a la casa de Israel: Buscadme y viviréis” (5:4)

Como mencionamos antes, la transición de las fantasías e ilusiones de ego hacia los modos y atributos de Amor comienza cuando abrazamos la bondad y todo lo que proviene de esta. El Creador nos dice en la Torá cuál es el significado de la bondad en Sus caminos y atributos con los que Él se relaciona con nosotros.

“Buscad el bien y no el mal, para que podáis vivir. Y así el Eterno, el Dios de multitudes, estará con vosotros, como decís. Odiad el mal y amad la bondad, y estableced justicia en los portales. Y será que el Eterno, el Dios de multitudes, tendrá gracia con el remanente de José” (5:14-15)

Sabemos desde que nacemos que la bondad es lo que nos mantiene vivos. La bondad proviene de los modos y atributos de Amor, porque no hay bondad sin Amor. Lo bueno de la vida es Amor, por lo que vivimos. Amor da sentido y propósito a la vida. Amor es lo que crea y sustenta la vida, por lo tanto esta también debe manifestar Amor como su propósito. Al procurar la bondad proveniente de Amor, el Amor de Dios está con nosotros. Al rechazar todo lo que se opone a los modos y atributos de Amor, en verdad somos justos. Al amar ser y hacer bondad manifestamos justicia como rectitud en lo que somos, tenemos y hacemos. Hacemos justicia como rectitud cuando vivimos con bondad y en los modos de Amor. Al vivir con bondad, el Amor de Dios tiene gracia con José quien personifica la primogenitura de Israel, José representa la realización del destino de los descendientes de Israel, sus remanentes.

“En ese día Yo levantaré el tabernáculo de David, caído, y cerraré sus portillos, y levantaré sus ruinas, y lo construiré como en los días de antaño” (9:11)


En nuestra transición del exilio en los dominios de ego hacia la Redención en los modos de Amor, el Amor de Dios reconstruye nuestra conexión permanente con Él. El Profeta Amos se refiere a esta llamándola el tabernáculo del Rey David, el cual representa la conciencia mesíanica. Dios nos recuerda que Él también añora nuestro retorno a Él, tras el dolor y el sufrimiento que nos hemos infligido al separarnos de Él. Dios restaura Su Presencia con nuestra determinación a estar con Él permanentemente.

“Para que ellos posean el remanente de Edom y todas las naciones sobre las que Mi Nombre es invocado, dice el Eterno que hace esto” (9:12)

Una vez guiemos nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos bajo la conducción de los modos y atributos de Amor, podremos redirigir nuestras tendencias negativas hacia la bondad, rectitud y justicia para nosotros mismos, para los demás y para nuestro entorno. El remanente de Edom y todas las naciones son los aspectos negativos de la conciencia que debemos dirigir en los modos de Amor. En nuestra transición individual y colectiva abandonamos el exilio bajo el dominio de ego, y comenzamos a restaurar la bondad de los atributos de Amor como ciudades y viñedos donde nos regocijamos como nuestra Redención que son. Este es el comienzo de nuestra conexión eterna con Dios.

Y tornaré el cautiverio de Mi pueblo Israel, y ellos [re]construirán las ciudades devastadas, y vivirán en ellas; y ellos plantarán viñedos y beberán de su vino; ellos también plantarán huertos y comerán el fruto de ellos” (9:14)

El Rey David también nos recuerda las bendiciones de la bondad de Amor: “Él ama la rectitud y la justicia, La tierra está llena de la amorosa bondad del Eterno” (Salmos 33:5), “Porque el Eterno es justo, Él ama la justicia; los justos verán Su rostro” (11:7), “La tierra está llena de Tu amorosa bondad, Eterno; enséñame tus decretos” (119:64), “La amorosa bondad y la verdad se encontraron, la rectitud y la paz se besaron” (85:10)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.