La
mayoría de los mensajes de nuestros Profetas al pueblo de Israel
están divididos en tres niveles. El primero abarca constantes
recordatorios acerca de vivir separados de los Mandamientos, caminos
y atributos de Dios, y sus consecuencias. Esta separación es
repetidamente enfatizada como resultado de elegir la idolatría en
vez de la voluntad del Creador para Israel. En este contexto,
idolatría es la elección de seguir las fantasías e ilusiones de
ego y no vivir en los modos y atributos de Amor. Las acciones
negativas mencionadas por los Profetas hebreos son el resultado de
descartar los Mandamientos que definen nuestra identidad como el
Pueblo Elegido. El segundo nivel es la transición hacia los caminos
que el Creador quiere que sigamos con el fin de retornar a Él. El
tercero es la Redención final tras elegir retornar al Creador.
Debemos
poner atención al segundo y tercer niveles en los mensajes de
nuestros Profetas. Ellos nos indican los medios y caminos de volver a
Dios y abrazar sin reservas Su plan para el cual Israel eligió ser
Su socio. Para iniciar nuestra transición de los patrones negativos
que hemos impreso en la conciencia a lo largo de centenares de
generaciones, primero tenemos que retornar a los atributos que el
Creador nos ha mostrado en la Torá desde el comienzo de Su Creación.
“Porque
Él forma las montañas, y crea el viento, y declara al hombre lo que
este guarda en su pensamiento, que convierte la mañana en oscuridad,
y pasa sobre las alturas de la tierra; el Eterno, el Dios de las
multitudes, es Su Nombre” (Amos 4:13)
El
primer paso para redimir la conciencia del dominio de ego es
reconocer que somos menos que el polvo en la inmensidad de la
Creación de Dios. Dar una mirada profunda al mundo y al universo, y
contemplar sus interminables dimensiones que no podemos asimilar con
nuestro discernimiento, en verdad nos hace lo suficientemente
humildes para añorar retornar a nuestro Creador. Entonces nos damos
cuenta de que todo lo que somos y tenemos proviene de Él, y que
ciertamente no poseemos nada ni somos dueños de nada. Al morir
sabemos que lo que alguna vez poseímos nunca fue realmente nuestro,
y que todo estaba ahí para realizar la voluntad de Dios. Él es el
único dueño de toda Su Creación, y a través de lo que Él nos da
estamos destinados a cumplir Sus Mandamientos. Aun lo que percibimos
como dividido u opuesto a algo, como la oscuridad y la Luz, sirven a
Su voluntad.
En los más elevados niveles de la conciencia el Creador
pasa en Su majestad para reinar dentro de nosotros, como también
reina sobre las multitudes que Él ha creado. Él es el Dios de lo
incontable en Su Creación, y esa es Su gloria, Su Nombre. Nunca
olvidemos que Él ama Su Creación, porque toda proviene de Su Amor.
“Él,
quien hace las Pléyades y Orión, y las tinieblas vuelve en mañana,
y hace oscurecer el día en noche; quien llama a las aguas del mar, y
las derrama sobre la faz de la tierra; el Eterno es Su Nombre”
(5:8)
En
este conocimiento nos damos cuenta que no somos nada sin nuestro
Creador, y que procuramos retornar a Él como lo desea. En este
conocimiento una verdadera vida significa vivirla como Él quiere
para nosotros. De lo contrario seguimos en las fantasías e ilusiones
de nuestras propias invenciones, los ídolos que creamos bajo la
creencia de que somos nuestros propios dioses.
“Porque
así dijo el Eterno a la casa de Israel: Buscadme y viviréis”
(5:4)
Como
mencionamos antes, la transición de las fantasías e ilusiones de
ego hacia los modos y atributos de Amor comienza cuando abrazamos la
bondad y todo lo que proviene de esta. El
Creador nos dice en la Torá cuál es el significado de la bondad en
Sus caminos y atributos con los que Él se relaciona con nosotros.
“Buscad
el bien y no el mal, para que podáis vivir. Y así el Eterno, el
Dios de multitudes, estará con vosotros, como decís. Odiad el mal y
amad la bondad, y estableced justicia en los portales. Y será que el
Eterno, el Dios de multitudes, tendrá gracia con el remanente de
José” (5:14-15)
Sabemos desde que nacemos que la bondad es lo que nos mantiene vivos. La
bondad proviene de los modos y atributos de Amor, porque no hay
bondad sin Amor. Lo bueno de la vida es Amor, por lo que vivimos.
Amor da sentido y propósito a la vida. Amor es lo que crea y
sustenta la vida, por lo tanto esta también debe manifestar Amor
como su propósito. Al procurar la bondad proveniente de Amor, el
Amor de Dios está con nosotros. Al rechazar todo lo que se opone a
los modos y atributos de Amor, en verdad somos justos. Al amar ser y
hacer bondad manifestamos justicia como rectitud en lo que somos,
tenemos y hacemos. Hacemos justicia como rectitud cuando vivimos con
bondad y en los modos de Amor. Al vivir con bondad, el Amor de Dios
tiene gracia con José quien personifica la primogenitura de Israel,
José representa la realización del destino de los descendientes de
Israel, sus remanentes.
“En ese día Yo levantaré el tabernáculo de David, caído, y cerraré
sus portillos, y levantaré sus ruinas, y lo construiré como en los
días de antaño” (9:11)
En
nuestra transición del exilio en los dominios de ego hacia la
Redención en los modos de Amor, el Amor de Dios reconstruye nuestra
conexión permanente con Él. El Profeta Amos se refiere a esta llamándola el tabernáculo del Rey David, el cual representa la conciencia mesíanica. Dios nos recuerda que Él también
añora nuestro retorno a Él, tras el dolor y el sufrimiento que nos
hemos infligido al separarnos de Él. Dios restaura Su Presencia
con nuestra determinación a estar con Él permanentemente.
“Para
que ellos posean el remanente de Edom y todas las naciones sobre las
que Mi Nombre es invocado, dice el Eterno que hace esto”
(9:12)
Una
vez guiemos nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones
e instintos bajo la conducción de los modos y atributos de Amor,
podremos redirigir nuestras tendencias negativas hacia la bondad,
rectitud y justicia para nosotros mismos, para los demás y para
nuestro entorno. El remanente de Edom y todas las naciones son los
aspectos negativos de la conciencia que debemos dirigir en los modos
de Amor. En nuestra transición individual y colectiva abandonamos el
exilio bajo el dominio de ego, y comenzamos a restaurar la bondad de
los atributos de Amor como ciudades y viñedos donde nos regocijamos
como nuestra Redención que son. Este es el comienzo de nuestra
conexión eterna con Dios.
“Y
tornaré el cautiverio de Mi pueblo Israel, y ellos [re]construirán
las ciudades devastadas, y vivirán en ellas; y ellos plantarán
viñedos y beberán de su vino; ellos también plantarán huertos y
comerán el fruto de ellos” (9:14)
El
Rey David también nos recuerda las
bendiciones de la bondad de Amor: “Él
ama la rectitud y la justicia, La tierra está llena de la amorosa
bondad del Eterno” (Salmos 33:5),
“Porque el Eterno es justo, Él ama la justicia;
los justos verán Su rostro” (11:7), “La
tierra está llena de Tu amorosa bondad, Eterno; enséñame tus
decretos” (119:64), “La amorosa bondad
y la verdad se encontraron, la rectitud y la paz se besaron”
(85:10)