Hemos
dicho que los mensajes de los Profetas hebreos tienen tres niveles
para discernir. En Joel, el primer nivel relacionado con nuestra
separación del Creador es duro con sus palabras. Esta dureza de
hecho es la que experimentamos mientras vivimos sin estar compenetrados
con Dios. Sin
embargo Él no olvida Su Pacto con Israel.
“Y
sabréis que Yo estoy en medio de Israel,
y
que Yo soy el Eterno vuestro Dios, y que no hay nada más; y Mi pueblo nunca más será avergonzado”
(Joel 2:27)
También
hemos dicho que nuestra Redención Final se
revela cuando tomamos la decisión de retornar a Sus caminos y
Mandamientos, realizando bondad y los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amod de Amor. Al permitir que Amor
conduzca todos los aspectos y facetas de la vida, el Amor de Dios es
revelado a nosotros completamente.
“Y
acontecerá después que Yo derramaré Mi Espíritu
sobre toda carne; y tus hijos y tus hijas profetizarán, tus ancianos
tendrán sueños, tus jóvenes tendrán visiones. Y también sobre
los sirvientes y sobre las sirvientas en esos días Yo derramaré Mi
Espíritu.” (3:1-2)
Entonces
no habrá fantasías ni ilusiones que empañen nuestro
discernimiento, pensamientos, creencias, ideas, emociones,
sentimientos, pasiones e instintos. Todos
estos pertenecen a la carne, a la conciencia material que Dios
implantó en nosotros. El Espíritu de Dios, que proviene de Su Amor, los llenará a
todos. Todo lo que somos, tenemos y hacemos, simbolizado en nuestros
hijos e hijas, finalmente servirá el propósito de nuestra
verdadera Esencia e identidad.
Profecía es lo que nos hace ver con
claridad. Lo que hemos aprendido (nuestros
ancianos) a lo largo de la vida y de
nuestra historia tendrá múltiples dimensiones que nunca antes
imaginamos. Nuevos pensamientos y nuevas expresiones (nuestros
jóvenes) verán y afrontarán la vida con visión diferente. Todos
nuestros talentos, destrezas, rasgos y cualidades (nuestros
sirvientes y sirvientas) estarán llenos de
los modos, medios y propósitos del Creador.
Para
poder entrar en la dimensión del Espíritu de Dios tenemos que
abandonar nuestros modos anacrónicos, inútiles y negativos. Estos
son las amantes, esposas y maridos a los que hemos estado apegados
por demasiado tiempo, y que nos han mantenido alejados de lo que
realmente somos. El Amor de Dios nos habla cada momento para hacernos
conscientes de nuestra verdadera Esencia e identidad. Dios
constantemente nos recuerda quién es Él para nosotros. Él es
nuestro Creador cuyo Amor forma y sustenta todo. A través de la
profecía de Oseas, Dios amorosamente nos pide retornar a Él.
“Apelad
con vuestra madre, porque ella no es Mi esposa ni Yo soy su marido; y
que ella separe su prostitución de su rostro, y sus adulterios de
entre sus pechos” (Oseas
2:4)
Nuestra
madre es nuestra conciencia, y en particular el aspecto de esta que
sabe pertenecemos a nuestro Creador. En este contexto el conocimiento
de nuestra conexión con Dios está representado por Jerusalén.
Aquí el Profeta alegóricamente la llama nuestra
madre. Mientras estemos “casados” y “prostituidos” con los
aspectos inferiores de la conciencia y las fantasías e ilusiones
materialistas de ego, sabemos que la bondad
de los modos y atributos de Amor están lejos de nosotros.
Hemos
indicado frecuentemente en nuestros comentarios es este blog
que,
de la misma manera que Dios no cohabita con nada diferente de Sus
modos y atributos que Él nos muestra en este mundo, lo mismo pasa
con los modos y atributos de Amor. Esto quiere decir que Él, ni está
casado con nuestra conciencia prostituida, ni esta con Él. En Su
amorosa bondad y compasión, Dios nunca olvida ni anula Su Pacto con
nosotros. Retornamos al Creador cuando le permitimos limpiar nuestra
conciencia de lo que no necesitamos.
“A
menos que Yo la desnude, y la ponga como en el día cuando ella
nació, y la haga como como un desierto, y la ponga como tierra seca,
y la mate de sed” (2:5)
Damos
los primeros pasos en nuestro retorno a Dios cuando removemos los
modos negativos y las fantasías de ego como vestiduras que nos
mantienen apegados, adictos y cautivos a lo que niega nuestra
verdadera libertad, que es con Dios. Una vez vaciemos todo lo que
niega los modos de Amor, tendremos sed de los modos del Creador como
nuestro verdadero hogar.
“Y
Yo no tendré compasión de sus hijos, porque son hijos de
prostitución. Porque su madre se prostituyó, aquella que los
concibió sin pudor; porque ella dijo: 'Yo
iré tras mis amantes, que me dieron mi pan y mi agua, mi lana y mi
lino, mi aceite y mi bebida'.”
(2:6-7)
Si
no añoramos estar en nuestra verdadera casa ni damos los pasos hacia
nuestro retorno, seguimos en el reino de las fantasías e ilusiones
de ego. Estas son los hijos de los aspectos negativos de la
conciencia, el resultado de cohabitar con lo contrario a los modos y
atributos de Amor. Vivimos en las ilusiones de ego creyendo que
sustentan y nutren nuestra vida. Es exactamente lo contrario. Las
alimentamos con la energía que proviene de nuestra verdadera Esencia
e identidad, el alma que el Creador nos dio para vivir.
Desperdiciamos nuestro Amor y bondad para sostener las fantasías e
ilusiones de ego.
“Y
ella correrá hacia sus amantes, pero no los alcanzará, y los
buscará pero nos los encontrará; entonces ella dirá: 'Iré
y regresaré a mi primer esposo, porque entonces era mejor que
ahora'.”
(2:9)
El
reconocimiento de que el Amor de Dios es nuestra verdadera Esencia e
identidad tiene el poder de urgir a nuestra conciencia regresar a Él.
“Porque
ella no sabía que era Yo quien le daba su grano, y su vino, y el
aceite, y multipliqué para ella plata y oro, que ellos [los
hijos de
Israel] usaron
para
Baal” (2:10)
Tengamos
presente que las Tribus de Israel son cualidades y rasgos diversos, impresos en la conciencia de cada judío. La Torá, que define
nuestra identidad hebrea, nos enseña que todas las Tribus deben
estar unidas para servir a Dios según sus capacidades y potenciales
individuales.
Hacemos honor a nuestra identidad sirviendo de acuerdo
a los caminos del Creador, y no según las fantasías e ilusiones de
ego. Estas son los ídolos, los Baal y
Baalim, en los que desperdiciamos nuestra vitalidad (grano, trigo),
bienestar y felicidad (vino, mosto),
nuestro intelecto y conocimiento (aceite),
y lo bueno de la vida representados por la plata y
el oro.
“Y
Yo visitaré en ella los días de los Baalim
[ídolos],
a
los que ella se ofreció,
y
se adornó con sus aretes y joyas; y fue tras sus amantes y se olvidó
de Mí, dice el Eterno. Por ello he aquí que Yo la atraeré y la
llevaré al desierto, y hablaré a ella con ternura”
(2:15-16)
Al
dejar atrás todas nuestras fantasías, ilusiones y deseos
materiales, y abrazamos los modos y atributos de Amor, el Amor de
Dios nos hablará al corazón con ternura. Cuando nuestro Amor abrace
al Amor de Dios, Él llenará todos los aspectos, niveles y
dimensiones de la conciencia con Su Redención. La Conciencia Mesiánica se manifiesta en nosotros a partir de esto.