El
mensaje de Oseas destaca la deserción de la Tribu de Efraim del plan
del Creador para Israel. Recordemos que Efraim representa la línea
del primogénito que heredó de su padre José. En este sentido
Efraim personifica la extensión de la intención que encarna Israel
en nuestro Pacto con Dios. Efraim simboliza rebeldía en la
conciencia, la cual rechaza la unidad del Creador con Israel y
prefiere abrazar la idolatría. Su rebelión antagoniza con la
lealtad de la Tribu de Judá, coronada con la realeza, que decide
permanecer en Jerusalén.
“Efraim
se entregó a ídolos, déjalo” (Oseas 4:17)
En
un sentido más profundo, la fuerza de nuestra intención de cumplir
el destino de Israel – la primogenitura heredada por Efraim –
tiene el poder para dominar y controlar los demás aspectos, niveles
y dimensiones de la conciencia, representados por las Tribus de
Israel, excepto el sacerdocio (Leví) y el reinado (Judá) que
permanecieron en Jerusalén.
El reinado es la culminación de la
voluntad de Dios. Es por ello que Judá contiene la Conciencia
Mesiánica que es la realización de la Redención Final del Creador
en el mundo material. La Conciencia Mesiánica prevalece sobre todo.
Judá y Leví permanecieron leales al destino de Israel y se
mantuvieron en Jerusalén, mientras que Efraim se rebeló y arrastró
consigo las Tribus restantes hacia la idolatría.
“Yo,
hasta Yo, conozco a Efraim, e Israel no se esconde de Mí; por ahora,
oh Efraim, tú te has prostituido, Israel está manchado” (5:3)
Si
uno de los aspectos de nuestra conciencia se adultera por las
fantasías de ego y los modos negativos, el resto también se
contamina. De ahí que no haya separación porque la conciencia es
una a pesar de la diversidad de sus rasgos, niveles y dimensiones.
Esto implica que, aun si Judá y Leví permanecieron en Jerusalén,
también acabaron corrompidos por la idolatría y la iniquidad.
“Pero
la soberbia de Israel se verá en su cara; e Israel y Efraim
tropezarán en su iniquidad, Judá también tropezará con ellos”
(5:5)
Nuestra
Esencia y verdadera identidad se corrompen cuando sucumben a la codicia y
el egocentrismo bajo un falso sentimiento o creencia de carencia, que
termina saciado a expensas de nuestra vida y la de los demás. Así
entendemos lo que el Rey David quiere decir cuando escribió que los
hacedores de ídolos se convertirán en sus ídolos, la obra de sus
manos. Oseas ilustra con elocuencia el destino de Efraim y Judá
cuando eligen abandonar el Pacto de Dios con Israel. De ahí que
dependa de nosotros retornar a Él, porque cura las heridas que deja
nuestra actitud negativa ante la vida.
“Yo
iré y volveré a Mi lugar, hasta que ellos reconozcan su culpa y
busquen Mi rostro. En su tribulación Me buscarán con pasión:
'Venid y regresemos al Eterno; porque Él ha quitado y Él nos
curará, Él ha golpeado y Él nos vendará. Nos dará vida después
de dos días, en el tercer día nos levantará para que vivamos en Su
Presencia” (5:15, 6:1-2)
Nuestra
separación del Creador no es prolongada. Podría tomar tan sólo
unos días siempre y cuando queramos retornar a Él. Dos días representan los dos primeros templos de Jerusalén. En el tercero y definitivo vivimos en Él. Al añorar el
Amor de Dios, Él también añora nuestro Amor como el nexo común
con Él.
“Porque
Yo deseo la amorosa bondad y no los sacrificios, y el conocimiento
del Eterno en vez de ofrendas” (6:6)
Entre
más conozcamos a nuestro Creador, más lo amamos y nos apegamos a
Él. La fundación de la Conciencia Mesiánica es el conocimiento de
Dios, y también su propósito como lo escribió Isaías. El Pacto de
Dios con nosotros es eterno, y siempre debemos estar conscientes de
ello. Ahí radica nuestra verdadera Redención como la prometió Dios
mucho antes de nuestra separación de Su Amor.
“Y será que en ese día, dice el Eterno, que tú me llamarás Esposo, y nunca más Baalí [mi ídolo]. Porque Yo quitaré los nombres de los Baalim [ídolos] de tu boca, y estos nunca más serán mencionados por su nombre” (2:18-19)
“Y será que en ese día, dice el Eterno, que tú me llamarás Esposo, y nunca más Baalí [mi ídolo]. Porque Yo quitaré los nombres de los Baalim [ídolos] de tu boca, y estos nunca más serán mencionados por su nombre” (2:18-19)
En
nuestro conocimiento del Amor de Dios en todas las dimensiones de la
conciencia, Él las libera de las tinieblas de las fantasías e
ilusiones de ego. Nuestra conciencia es liberada de tendencias y
rasgos negativos, simbolizados por las bestias salvajes como pasiones
y deseos de los sentidos; pensamientos y sentimientos destructivos
ilustrados como aves de rapiña; y los bajos instintos descritos como
reptiles.
“Y
en ese día Yo haré un pacto para ellos con las bestias del campo, y
con las aves del cielo, y con lo que repta sobre la tierra; y Yo
romperé el arco y la espada y la batalla en la tierra, y Yo los haré
habitar seguros” (2:20)
Nuestras
creencias, ideas y pensamientos potencialmente violentos que generan
conflicto, rebelión, confrontación y antagonismo son los arcos y
espadas que convierten la vida en un campo de batalla. Al permitir
que los modos, medios, arbitrios, atributos y fines de Amor guíen y
dirijan todos los niveles de la conciencia, comenzamos a entrar en
nuestra Redención individual y colectiva. Empezamos a vivir nuestra
Redención cuando casamos nuestra conciencia con Amor, como la
manifestación material del Amor de Dios.
“Y
Yo te desposaré para Mí por siempre; sí, Yo te desposaré para Mí
en rectitud, y en justicia, y en amorosa bondad, y en compasión. Y
Yo te desposaré para Mí en fidelidad, y conocerás al Eterno”
(2:21-22)
En
el conocimiento del Creador redimimos nuestra existencia en la
libertad de los modos y atributos de Su Amor, que son los heraldos de
la Conciencia Mesiánica. Al reconocer y abrazar el Amor de Dios como
nuestra Esencia y verdadera identidad, y lo vivimos como lo que
somos, tenemos y hacemos, comenzaremos a vivir el Cielo en la Tierra.