domingo, 10 de agosto de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXIX) Isaías

En el capítulo 44 de sus mensajes (versículos 1 al 20), el Profeta Isaías cita al Creador dándonos más recordatorios y advertencias contra la idolatría como la causa principal de los fracasos en la conciencia humana. De ahí la inevitable separación de Sus caminos y atributos que constituyen nuestra conexión permanente con Él. En este contexto entendemos que somos Sus servidores, porque servimos a un propósito en Su Creación.

“Recuerda estas cosas Jacob e Israel, porque tú eres Mi servidor. Yo te he formado, para Mí tú eres servidor Israel, no me olvides. Yo he borrado como una densa nube tus transgresiones; y como una nube tus pecados. Retorna a Mí, Yo te he redimido.” (44:21-22)

Servir a Dios es vivir a través de nuestra conexión con Él, de la cual quiere hacernos conscientes. Nuestros Sabios señalan la diferencia entre crear o hacer y formar. Ellos deducen esta diferencia de la declaración “Él forma Luz y crea oscuridad, hace paz y crea todo”, tomada de la Torá respecto a la Creación de Dios en el libro del Génesis. Indican que lo que Dios “forma” sirve un propósito particular, mientras que lo que Dios “crea” son accesorios para la realización de tal propósito. En el orden de la narración de la Torá, lo que Dios creó “En el principio” es el contexto de lo que Él previamente había “formado”, que son Luz e Israel. De ahí que Israel sea llamado por su propósito en la Creación de Dios en general, y específicamente en el mundo material como “Luz para las naciones”.

Dios reitera Su recordatorio pidiéndonos también que no lo “olvidemos”. Especialmente luego de decirnos que Él ha retirado las tendencias y rasgos negativos en la conciencia que nos hacen transgredir lo bueno en la vida. Sólo tenemos que darnos cuenta que nuestra conciencia es realmente libre siempre y cuando hagamos de esta liberación del mal algo concreto y práctico en cada aspecto y dimensión de la vida. Así debemos retornar a Dios, porque Él ya nos ha redimido del cautiverio en aquello negativo que hemos creado.

“Canten de júbilo, cielos, porque el Eterno lo ha hecho. Griten de alegría, profundidades de la tierra. Estallen montañas en gritos de júbilo, y el bosque y todo árbol en él, porque el Eterno ha redimido a Jacob y Se glorifica en Israel.” (44:23)

Todos los niveles y aspectos de la conciencia también deben asimilar nuestra liberación total decretada por Dios, y celebrar Su Redención. Estos incluyen el más elevado conocimiento de nuestra conexión con Él (“cielos”), las pasiones e instintos que nos impulsan a vivir con intensidad (“profundidades de la tierra”), los valores y principios por y para los que vivimos (“montañas”), y todo lo que proviene de lo bueno en la vida (“el bosque y sus árboles”). Todo debe regocijarse por la liberación especial que Dios ha infundido en nosotros para entrar en la Era Mesiánica. Así asimilamos que Él se glorifica en Israel, porque nuestro destino es hacernos conscientes de Su voluntad y propósito para Su Creación, y realizarlos tal como lo reafirma el siguiente versículo.

“Así dice el Eterno, tu Redentor, el que te formó desde el vientre: 'Yo el Eterno que lo hago todo, que extiendo por Mí mismo los cielos, que extiendo la tierra por Mí mismo'.” (44:24)

El hecho de que Dios diga que Él mismo nos “formó desde el vientre” tiene significados multidimensionales. Por definición no podemos concebir, comprender o asimilar quién o qué es Dios. De ahí que la alegoría de formarnos desde el vientre nos lleve a darnos cuenta que Su “formación” de nosotros provenga de dentro de Él mismo, o como parte de Él, tal como la Luz es “formada” por Él. Enseguida dice que Él hace (crea) todas las cosas según Su voluntad y de acuerdo a Su plan.

“Que frustro las señales de los impostores, y hago necios a los adivinos; que hago retroceder a los sabios, y desvanezco su sabiduría.” (44:25)

Esto también quiere decir que Dios disipa las tendencias negativas en la conciencia y las fantasías e ilusiones de ego, representadas por las alegorías mencionadas en este versículo. Por definición los impostores no son lo que representan, al igual que las fantasías que creamos a partir de creencias y sentimientos de carencia. No somos lo que carecemos, sino lo que tenemos en abundancia. De ahí que debamos ser conscientes de quiénes somos y no de lo que tenemos o carecemos, porque en nuestra Esencia y verdadera identidad sabemos lo que somos. Esto es el Amor de Dios de donde proviene todo lo formado y lo creado. Entonces Dios nos recuerda también la necedad inherente a la supuesta “sabiduría” de las fantasías e ilusiones de ego. Estas nos conducen a la vanidad y futilidad de los ídolos que creamos, y que nos separan de nuestra razón (Dios) y propósito (Su voluntad) en la vida.

“Que confirma la palabra de Su servidor, y realiza el consejo de Sus mensajeros. Que dice de Jerusalén que ella es habitada, y a las ciudades de Judá: 'Serán reedificadas', y sus ruinas levantaré'.” (44:26)

La palabra de Dios (la Torá) es el plan y propósito para (los hijos de) Israel Su servidor, como los mensajeros que realizan Su voluntad. Este conocimiento es lo que nuestros Sabios místicos llaman Jerusalén, como el más elevado nivel de conciencia desde el cual nos hacemos conscientes de nuestra conexión permanente con Dios. Él promete poblarla con lo bueno que representan los hijos de Israel, y las cualidades, tendencias y rasgos positivos como las ciudades de Judá. En este sentido Judá es la regencia como dirección y liderazgo para cumplir el destino de Israel. Así la desolación de las “ruinas” dejadas por la futilidad de las fantasías e ilusiones de ego serán reconstruidas con los modos y atributos de Amor. Estos son las tendencias positivas en la conciencia.

“Que dice al abismo: 'Secaos, y tus ríos hago secar'. Que dice de Ciro: 'Él [Israel] es Mi pastor, y todo en lo que Me deleito lo cumple. Lo mismo al decir de Jerusalén: 'Tú estás reconstruida'. Y del Templo: 'Tú estás cimentado'.” (44:27-28)

Es la voluntad de Dios lo que ha acontecido y lo que acontecerá, como premisa para que asimilemos nuestra misión en el mundo, la cual es Su deleite y satisfacción. Dios nos dice una y otra vez en la Torá (repetidamente en el libro del Deuteronomio) y a través de Sus Profetas que nuestra Redención ya ha sido decretada. Sólo tenemos que hacernos plenamente conscientes de esta reconstruyendo la conexión individual y colectiva con el Creador. Esta es Jerusalén y el Templo como los cimientos de nuestra identidad para cumplir Su voluntad.

Nuestros Sabios enseñan que estos dos versículos están relacionados tanto con Ciro, el rey de Persia, como con Israel respecto a la voluntad de Dios en torno a Su Redención. En los tiempos de nuestro exilio en Babilonia, Ciro representó el rey que cumple la voluntad de Dios tal como lo hace Israel. Dios ordena a Ciro permitir el regreso del pueblo hebreo a su tierra para reconstruir su conexión y relación con Él. Estas son la razón y propósito de Israel en el mundo material. Isaías se referirá otra vez a Ciro en el próximo capítulo como el medio y el mensajero para que Israel retorne a su tierra.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.