domingo, 7 de junio de 2015

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (CXII) Isaías

Así dijo el Eterno: 'Los cielos son Mi trono y la tierra Mi escabel. ¿Dónde está esta, la casa que vosotros construid para Mí? ¿Y dónde está este, el lugar de Mi reposo?(Isaías 66:1)

Dios nos pregunta acerca de nuestro nexo y conexión con Él, que son los cimientos de nuestra identidad judía. Los cielos representan una dimensión ajena al entendimiento humano, ya que desde ella el Creador dirige todo lo que percibimos a través de nuestros sentidos y conciencia.

La creación material está gobernada por una fuerza que trasciende sus limitaciones por el tiempo, espacio y esencia vital. Esta fuerza emana del Creador, y aquí la llamamos Su Amor. Así comprendemos que el mundo material es Su escabel, como el “lugar” bajo Su regencia.

El pueblo judío es el mensajero del Creador para hacer prevalecer Su voluntad en la Torá, tal como Él lo encomienda. De ahí que pregunte por nuestro Pacto con Él, que se encuentra en sacrosanto del templo que construimos para Él. Como hemos indicado, este representa el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Esta pregunta tiene que ver con nosotros, nuestra identidad judía, la razón y el propósito de nuestras vidas en el mundo.

Dios nos pide que regresemos a Él para restablecer e implementar el bien como nuestro nexo común con Él. El Creador nos pide cumplir el destino que la Torá nos encomienda ser, tener y manifestar, ya que ese es el lugar de Su “reposo”.

Aquí vemos una clara referencia al Shabat, porque este es también un principio fundamental --igualmente más allá de nuestro entendimiento-- que une a Israel con Dios.

La respuesta a la pregunta-petición de Dios es el retorno a Sus caminos y atributos como nuestra esencia e identidad, ya que haciéndolo cumplimos Su voluntad. De ahí que la construcción del Templo de Jerusalén es la manifestación material de nuestra disposición y determinación de cumplir Su prometida Redención Final y comienzo de la era mesiánica.

Y todo esto Mi mano ha hecho, y todas estas cosas son, una afirmación del Eterno. Y a este miro con atención, al humilde y al quebrantado en espíritu, y al que tiembla ante Mi palabra.(66:2)

El Creador nos recuerda que todo lo que existe es obra de Su voluntad, incluyendo Su Redención como Su mayor regalo para la eternidad. Para tenerla debemos despojarnos de las fantasías e ilusiones que creamos a partir de creencias y sentimientos de carencia que nos conducen a la soberbia, ira, envidia, lujuria, codicia, indiferencia e indolencia.

Para vivir permanentemente en los dominios de los modos y atributos de Amor, que caracterizan a la era mesiánica, debemos vaciar las vasijas de nuestro discernimiento, mente, emociones y sentimientos de tendencias y rasgos negativos; y convertirlos en vasijas de humildad.

Solamente entonces podremos llenarlas con los modos y atributos de Amor, ya que esos únicamente pueden ser contenidos por vasijas de humildad y en la reverencia que debemos a nuestro Creador. Una vez más dejemos que el rey David nos los recuerde.

Los soberbios no se paran ante Tus ojos. Tú desprecias a todos los que hacen iniquidad.” “(...) Porque el malvado alardea del deseo de su alma, él bendice a los que codician y desprecian al Eterno.(Salmos 5:5, 10:3)

Los quebrantos de nuestro corazón y alma son las tendencias y rasgos negativos que infligimos en nuestra conciencia. Y en nuestro dolor y sufrimiento expiamos para finalmente hacernos conscientes de que los modos y atributos de Amor son el verdadero hogar de nuestra alegría y felicidad.

Dios mira los quebrantos de nuestras aflicciones y aprecia la expiación que nos trae de vuelta a la humildad como la vasija para Su Redención. La humildad es lo que nos hace temblar ante el Amor de Dios y Su palabra.

Aquel que sacrifica el becerro golpea a un hombre, el que sacrifica el cordero degüella a un perro. El que eleva una ofrenda vespertina es como elevar la sangre de cerdo, el que ofrenda incienso bendice la iniquidad. Sí, ellos han fijado sus propios caminos, y en sus abominaciones se deleita su alma.(Isaías 66:3)

Dios nos advierte sobre jugar con nosotros mismos, y convertir la hipocresía en estilo de vida. Nos recuerda que es contrario al judaísmo como nuestro verdadero estilo de vida rezarle a Él mientras vivimos en tendencias y rasgos negativos. Traerle sacrificios y ofrendas a Él no nos da licencia para transgredir Sus Mandamientos. Esto es equivalente a convertirnos como las “naciones” que fijan sus propios caminos y reglas, deleitándose en ellas.


Esta advertencia es parte del mismo mensaje que Dios nos da si deseamos Su Redención. Solamente si somos capaces de eliminar lo que nos mantiene en nuestro infierno diario, podremos también entrar en los tiempos semejantes a los cielos que nos esperan en la era mesiánica.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.