domingo, 23 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (X)

“La higuera habrá madurado sus higos tiernos, y las viñas con su dulce olor habrán emanado su fragancia. Levántate a ti, ven amada Mía, hermosa Mía. Sí, ve a ti.” (Cantar de los Cantares 2:13)

Dios reitera Su invitación a participar en las bendiciones y el bien de los modos y atributos de amor (los higos maduros y la dulce fragancia de las viñas) como expresiones principales en el reino de Su redención final. Una vez más nos pide que nos levantemos a (para) nosotros en Su amor, regresando a nuestra esencia y verdadera identidad.

“Mi paloma [está] en las rendijas de la roca, en el encubierto del ascenso [lit. escalón]. Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce, y tu rostro [es] hermoso.” (2:14)

Dios llama nuevamente paloma a Israel, cuya voz anuncia los modos y medios de la era mesiánica. Esta nueva conciencia mora escondida en la roca que representa la presencia de Dios en el mundo y es también el Templo de Jerusalén, ya que este lugar simboliza la conexión y nexo del amor de Dios y el amor de Israel. Este es el lugar oculto del escalón por donde asciende nuestro más elevado nivel de conciencia hacia Dios.

En este elevado nivel el amor de Dios está plenamente revelado a Su amada Israel. Ahí Dios también quiere ver su rostro, el cual revela el bien de las cualidades y rasgos de ella, a quien Él le encomienda ser, tener y manifestar a la humanidad en el mundo material.

Como hemos mencionado varias veces, el bien es el nexo común que Israel comparte con Dios, y también es la voz de Israel. Así el Creador desea oír esa voz y ver las buenas acciones reflejadas en su rostro, porque para Él son dulces y hermosas.

“Las zorras se han apoderado de nosotros, las zorras pequeñas que arruinan las viñas, y [incluyendo] la nuestra floreciendo.” (12:15)

Para consumar Su unión con Israel, como el pacto eterno establecido por Él, ella tiene que cumplir su propósito y misión en el mundo para hacer prevalecer el bien en todos los aspectos y dimensiones de la vida.

Esta tarea implica la remoción de las tendencias y rasgos negativos destructivos producto de las fantasías e ilusiones de ego. Estos son las zorras grandes y pequeñas que destruyen las viñas. Estas últimas son una alegoría de las naciones como emociones, pasiones e instintos básicos, que se vuelven destructivos cuando no son dirigidos y guiados hacia un propósito positivo, constructivo y productivo.

El Creador pide a Israel que remueva estas tendencias y rasgos negativos de su conciencia, porque las cualidades de Israel, como viñas de Él, están florecidas. Estas son los modos y atributos de amor que Dios quiere hacer prevalecer en la conciencia humana.

Todo lo que aprendemos debe ser asimilado dentro de los parámetros éticos de amor, ya que nuestro propósito y misión en el mundo material es hacer prevalecer el bien. Así entendemos que evitar pensamientos negativos y malas acciones (conocidas como pecados y transgresiones) es un acto amoroso hacia nosotros, hacia los demás y para nuestro entorno.

Realmente nos amamos a nosotros mismos y los demás cuando evitamos transgredir entre nosotros. Cuando pecamos, lo hacemos contra lo bueno y contra el amor de donde proviene. Así nos hacemos conscientes de que cuando elegimos vivir por los rasgos negativos generados por las fantasías e ilusiones de ego, rechazamos el bien de amor como la esencia y fundamento de nuestra identidad.

La conexión entre Dios y Su creación es evidente y tangible por la existencia de la vida en el mundo material. Cuando decimos que el amor de Dios crea y sustenta la vida, entonces sabemos de Su presencia en y entre nosotros. Vivimos esta conexión de manera especial en nuestra existencia humana mediante el alma como extensión del espíritu de Dios.

lunes, 17 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (IX)

Los florecimientos han aparecido en la tierra, el tiempo de cantar ha llegado, y la voz de la tórtola se oye en nuestra tierra.” (2:12)

El Creador nos dice que cuando elegimos el bien, nuestra cosecha también es el bien. Este es un principio fundamental para la redención final y la era mesiánica, ya que exclusivamente las tendencias y rasgos positivos serán la motivación y dirección de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

El bien se fundamenta no solamente con el sentido común y el conocimiento empírico (experiencia), sino primordialmente en principios, valores, modos, atributos, normas y lineamientos. Con base en estos se supone que debemos abordar la realidad en cada momento. Los elementos de estos fundamentos deben ser adquiridos desde temprana edad, ya que son el corazón del bien que queremos tener con abundancia en la vida desde sus inicios.

Estos los aprendemos de la Torá y de los modos y atributos del Creador como nuestra conexión con Él. Así nos hacemos conscientes de que el bien precede a la sabiduría, como mencionamos antes al señalar que el verdadero amor no existe sin sabiduría, y que la verdadera sabiduría no existe sin amor. Esta es “la voz de la tórtola” que ha sido oída, y se sigue oyendo en nuestra tierra.

Este versículo nos recuerda las palabras del rey David en torno al mismo tema. “La tierra habrá rendido su fruto; y Dios, nuestro Dios, nos bendecirá. ¡Dios nos bendecirá, y todos desde los más remotos rincones de la tierra lo reverenciarán!” (Salmos 67:6-7)

Los florecimientos han aparecido en la tierra” también indican otra anunciación profética.

Redentores habrán subido al monte de Sión para juzgar al monte de Esaú, y del Eterno ha sido el reinado.” (Ovadia1:21)

Esto en referencia a las tendencias y rasgos positivos renovados y apoderados que conducirán todos los niveles y expresiones de la conciencia, para corregir, rectificar y reorientar las tendencias y rasgos negativos representados por el “monte de Esaú”.

Así comprendemos que Sión (Jerusalén y su Templo) es el lugar del conocimiento permanente de nuestra conexión con el amor de Dios. En Sión moran los más elevados rasgos y cualidades que compartimos con los modos y atributos del Creador.

El mensaje profético de Ovadia nos hace conscientes de que nuestra redención depende de permitir que los “redentores” como modos y atributos de amor dirijan y guíen eternamente todas las facetas y expresiones de la vida humana. El efecto de esto es el júbilo, la alegría y el cantar de la más sublime felicidad que jamás hemos vivido: “¡El tiempo de cantar ha llegado!”.

La alegoría de “la voz de la tórtola” representa la expresión de la nueva conciencia que tendremos cuando la maldad haya sido erradicada de la faz de la tierra. Así entendemos las palabras de Maimónides.


En esa era [mesiánica] no habrá hambruna ni guerra, envidia ni competencia, porque el bien fluirá en abundancia, y todas las delicias estarán disponibles libremente como el polvo. La ocupación de todo el mundo será exclusivamente el conocimiento de Dios. Por lo tanto los judíos serán grandes sabios y conocedores de temas ocultos, asimilando el conocimiento de Dios según la máxima capacidad del potencial humano, tal como lo se declara en Isaías (11:9): 'La tierra estará llena con el conocimiento del Eterno, como las aguas llenan los océanos'.” (Leyes acerca de los reyes y las guerras, 12:5)

lunes, 10 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (VIII)

Mi Amado me ha respondido y me dijo, 'Levántate a ti, amada Mía, hermosa Mía, y ve a ti'.” (2:10)

Israel sabe que Dios le responde cuando le llama, y puede apegarse a Él tanto como ella desee. El Creador nos habla a través de Sus modos, atributos y mandamientos, para elevar nuestra conciencia a senderos altos y elevados.

De ahí que nos pida elevarnos a Él, levantándonos (e ir) a nuestra esencia y verdadera identidad que son nuestro nexo común con Él. “Levántate a ti, amada Mía, hermosa Mía, y ve a ti”, porque en nuestro retorno a nuestro verdadero ser ciertamente regresamos a Él.

Este es un llamado de Dios a Israel para su redención de la falsa imagen de sí misma como resultado de las fantasías e ilusiones de ego, y sus tendencias y rasgos negativos en la conciencia. Dios decretó la redención de Israel desde la entrega de Su Torá, por lo cual depende de nosotros decidir y responder a Su llamado.

Porque he aquí que el invierno ya pasó, la lluvia ha cesado y se ha ido.” (2:11)

Dios reafirma Su redención para Israel, diciéndole que la naturaleza temporal de las fantasías e ilusiones de ego junto a su negativo predicamento no están atados permanentemente a nuestros pensamientos y acciones. Podemos elegir poner fin a su permanencia y romper con nuestras adicciones, obsesiones y apegos a ellas, y retornar a los modos y atributos de amor.

Contrario a lo que podríamos creer, no hay nada (la nada como vacío) en las fantasías e ilusiones de ego, ya que nada trasciende en lo vacío y no hay algo que prevalezca en aquellas. Así vemos lo vacío como lo oscuro, como situaciones negativas, o como un estado de conciencia efectivamente temporal.

Las fantasías e ilusiones de ego provienen de creencias o sentimientos de carencia. De ahí nos damos cuenta que carencia es el estado del no tener, como ocurre con la nada y lo vacío. Mientras alimentemos nuestra fantasías e ilusiones materialistas, estaremos alimentando la creencia o sentimiento de carencia.

Los justos comen para satisfacer su alma, pero el estómago de los malvados nunca se llena (lit. siempre está carente).” (Proverbios 13:25)

Una vez asimilemos esta realidad incuestionable, comenzamos a abordar el bien como lo verdaderamente trascendente, y lo opuesto a la carencia, la nada y lo vacío.

El bien es lo que realmente es y tiene, por lo cual trasciende el mundo material debido a que proviene del bien eterno inherente al Creador. Así nos hacemos conscientes de que el bien es nuestra esencia fundamental y verdadera identidad, sin restricciones de tiempo y espacio.

Tenemos que amar continuamente, apreciar, abrazar y proteger el bien con el fin de poder vivir permanentemente en el deleite de sus modos, atributos y bendiciones. Como expresión primordial de amor, el bien es nuestra esencia y el sustento de lo que verdaderamente es y tiene.

[Porque] Yo doy a aquellos que Me aman sustento [lit. haber, tener] y lleno sus despensas [con ello].” (Ibid. 8:21)

Amar a Dios es amar el bien que proviene de Él, con el cual satisface todas nuestras necesidades para dar significado, propósito y dirección a nuestro intelecto, mente, pensamientos, sentimientos, emociones, pasión e instinto (nuestras despensas), y a sus expresiones en el mundo material.

Dad las gracias al Eterno porque Él es bueno, porque Su amorosa bondad es para el mundo. (…) La amorosa bondad del Eterno llena la tierra.” (Salmos 136:1, 33:5)


Así asimilamos que Dios creó las tinieblas, la maldad y lo negativo no como opciones sino referencias para que elijamos la luz, el bien y lo que es positivo para nuestras vidas.

El Creador nos recuerda una vez más Su redención desde el momento en que nos dio la Torá. Lo hace muchas veces más mediante Sus profetas, y nuevamente depende de nosotros responder e iniciar el viaje de regreso a nuestra verdadera identidad como nexo común con Sus caminos y atributos.

domingo, 2 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (VII)

Os ordeno, hijas de Jerusalén, por las gacelas y ciervas del campo. No agitéis ni motivéis el amor hasta que ella lo desee.” (2:7)

Dios habla a los altos niveles de conciencia (las hijas de Jerusalén) pidiéndoles que no obliguen al ser consciente (Israel) que ame y exprese amor con sus modos y atributos, como debería ser permanentemente de acuerdo a lo que nuestro mayor conocimiento requiera de nuestro intelecto, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasión e instinto.

El Creador no impone Su voluntad sobre Israel o las naciones, porque les dio libre albedrío. Sin embargo les encomienda a todas ser y hacer el bien como la expresión natural de amor y manifestación material del amor de Dios en toda Su creación. El amor de Dios derrama Su bien sobre todos, y los sustenta con Su amorosa bondad y verdad.

Aún así, Dios ordena “por las gacelas y ciervas del campo”. El campo representa la vida y el bien que contiene, representado por animales delicados y hermosos como tendencias y rasgos positivos en la conciencia humana. Estas cualidades son encomendadas por Dios como testigos de las decisiones que hacemos, ya sea en torno a los modos y atributos de amor o en torno a las fantasías e ilusiones de ego.

¡La voz de mi Amado! He aquí que Él viene, saltando sobre las montañas, brincando sobre las colinas.” (2:8)

Israel responde comparando a su Amado con un ciervo “saltando sobre las montañas” (deleitándose en Sus caminos) y “brincando sobre las colinas” (contento con Sus atributos). Montañas y colinas son lugares altos como niveles elevados de conciencia en la vida como la tierra en que vivimos. Esos son los “lugares” donde Dios nos revela Sus caminos y atributos, para que ascendamos a ellos con el fin de estar juntos con Él.

Israel oye la voz de su Amado, no sólo como su esposo y rey sino también como su redentor. La voz de Dios es Su amor cumpliendo la promesa de redimir a Israel mediante Sus caminos y atributos como montañas donde Él se deleita.

Mi Amado es como un ciervo, como un cervatillo entre los venados. He aquí que Él está parado detrás de nuestra muralla, atisbando desde las ventanas, escudriñando a través del enrejado.” (2:9)

Israel continúa refiriéndose a los caminos y atributos del Creador como cualidades delicadas y vibrantes, similares a ciervos y venados en los campos de la vida. La primera parte de este versículo pertenece al anterior. La siguiente oración se refiere a la presencia de Dios en el Templo de Jerusalén, como vigía permanente sobre Su pueblo.

Tenemos que completar la alegoría de los ciervos, gacelas, cervatillos y venados, como los caminos y atributos liberadores y redentores del amor de Dios. Así entendemos cómo el Creador nos cuida y está atento a nosotros.

Estos modos y atributos incluyen Sus mandamientos como medios que nos da para unirnos y compenetrarnos con Él. Esto está fijado en nuestro más elevado nivel de conciencia, representado por el Templo de Jerusalén.

La presencia de Dios no es un concepto abstracto sino un principio concreto, manifestado como modos y atributos que dan significado y propósito a la vida humana en general, y al pueblo judío en particular.

Entre más nos sintonizamos y conectamos con ellos, más vivimos la presencia de Dios en nuestras vidas. También nos protegen de las fantasías e ilusiones de ego, ya que estas se oponen y obstruyen la misión y propósito que Dios tiene para nosotros; tal como lo veremos en los próximos versículos.


Así entendemos “nuestra muralla”, porque Dios e Israel comparten la misma casa en cuyo interior se erige Su amor, mirando desde sus ventanas y procurando que vengamos pronto a vivir permanentemente con Él.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.