lunes, 10 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (VIII)

Mi Amado me ha respondido y me dijo, 'Levántate a ti, amada Mía, hermosa Mía, y ve a ti'.” (2:10)

Israel sabe que Dios le responde cuando le llama, y puede apegarse a Él tanto como ella desee. El Creador nos habla a través de Sus modos, atributos y mandamientos, para elevar nuestra conciencia a senderos altos y elevados.

De ahí que nos pida elevarnos a Él, levantándonos (e ir) a nuestra esencia y verdadera identidad que son nuestro nexo común con Él. “Levántate a ti, amada Mía, hermosa Mía, y ve a ti”, porque en nuestro retorno a nuestro verdadero ser ciertamente regresamos a Él.

Este es un llamado de Dios a Israel para su redención de la falsa imagen de sí misma como resultado de las fantasías e ilusiones de ego, y sus tendencias y rasgos negativos en la conciencia. Dios decretó la redención de Israel desde la entrega de Su Torá, por lo cual depende de nosotros decidir y responder a Su llamado.

Porque he aquí que el invierno ya pasó, la lluvia ha cesado y se ha ido.” (2:11)

Dios reafirma Su redención para Israel, diciéndole que la naturaleza temporal de las fantasías e ilusiones de ego junto a su negativo predicamento no están atados permanentemente a nuestros pensamientos y acciones. Podemos elegir poner fin a su permanencia y romper con nuestras adicciones, obsesiones y apegos a ellas, y retornar a los modos y atributos de amor.

Contrario a lo que podríamos creer, no hay nada (la nada como vacío) en las fantasías e ilusiones de ego, ya que nada trasciende en lo vacío y no hay algo que prevalezca en aquellas. Así vemos lo vacío como lo oscuro, como situaciones negativas, o como un estado de conciencia efectivamente temporal.

Las fantasías e ilusiones de ego provienen de creencias o sentimientos de carencia. De ahí nos damos cuenta que carencia es el estado del no tener, como ocurre con la nada y lo vacío. Mientras alimentemos nuestra fantasías e ilusiones materialistas, estaremos alimentando la creencia o sentimiento de carencia.

Los justos comen para satisfacer su alma, pero el estómago de los malvados nunca se llena (lit. siempre está carente).” (Proverbios 13:25)

Una vez asimilemos esta realidad incuestionable, comenzamos a abordar el bien como lo verdaderamente trascendente, y lo opuesto a la carencia, la nada y lo vacío.

El bien es lo que realmente es y tiene, por lo cual trasciende el mundo material debido a que proviene del bien eterno inherente al Creador. Así nos hacemos conscientes de que el bien es nuestra esencia fundamental y verdadera identidad, sin restricciones de tiempo y espacio.

Tenemos que amar continuamente, apreciar, abrazar y proteger el bien con el fin de poder vivir permanentemente en el deleite de sus modos, atributos y bendiciones. Como expresión primordial de amor, el bien es nuestra esencia y el sustento de lo que verdaderamente es y tiene.

[Porque] Yo doy a aquellos que Me aman sustento [lit. haber, tener] y lleno sus despensas [con ello].” (Ibid. 8:21)

Amar a Dios es amar el bien que proviene de Él, con el cual satisface todas nuestras necesidades para dar significado, propósito y dirección a nuestro intelecto, mente, pensamientos, sentimientos, emociones, pasión e instinto (nuestras despensas), y a sus expresiones en el mundo material.

Dad las gracias al Eterno porque Él es bueno, porque Su amorosa bondad es para el mundo. (…) La amorosa bondad del Eterno llena la tierra.” (Salmos 136:1, 33:5)


Así asimilamos que Dios creó las tinieblas, la maldad y lo negativo no como opciones sino referencias para que elijamos la luz, el bien y lo que es positivo para nuestras vidas.

El Creador nos recuerda una vez más Su redención desde el momento en que nos dio la Torá. Lo hace muchas veces más mediante Sus profetas, y nuevamente depende de nosotros responder e iniciar el viaje de regreso a nuestra verdadera identidad como nexo común con Sus caminos y atributos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.