domingo, 2 de octubre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (VII)

Os ordeno, hijas de Jerusalén, por las gacelas y ciervas del campo. No agitéis ni motivéis el amor hasta que ella lo desee.” (2:7)

Dios habla a los altos niveles de conciencia (las hijas de Jerusalén) pidiéndoles que no obliguen al ser consciente (Israel) que ame y exprese amor con sus modos y atributos, como debería ser permanentemente de acuerdo a lo que nuestro mayor conocimiento requiera de nuestro intelecto, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasión e instinto.

El Creador no impone Su voluntad sobre Israel o las naciones, porque les dio libre albedrío. Sin embargo les encomienda a todas ser y hacer el bien como la expresión natural de amor y manifestación material del amor de Dios en toda Su creación. El amor de Dios derrama Su bien sobre todos, y los sustenta con Su amorosa bondad y verdad.

Aún así, Dios ordena “por las gacelas y ciervas del campo”. El campo representa la vida y el bien que contiene, representado por animales delicados y hermosos como tendencias y rasgos positivos en la conciencia humana. Estas cualidades son encomendadas por Dios como testigos de las decisiones que hacemos, ya sea en torno a los modos y atributos de amor o en torno a las fantasías e ilusiones de ego.

¡La voz de mi Amado! He aquí que Él viene, saltando sobre las montañas, brincando sobre las colinas.” (2:8)

Israel responde comparando a su Amado con un ciervo “saltando sobre las montañas” (deleitándose en Sus caminos) y “brincando sobre las colinas” (contento con Sus atributos). Montañas y colinas son lugares altos como niveles elevados de conciencia en la vida como la tierra en que vivimos. Esos son los “lugares” donde Dios nos revela Sus caminos y atributos, para que ascendamos a ellos con el fin de estar juntos con Él.

Israel oye la voz de su Amado, no sólo como su esposo y rey sino también como su redentor. La voz de Dios es Su amor cumpliendo la promesa de redimir a Israel mediante Sus caminos y atributos como montañas donde Él se deleita.

Mi Amado es como un ciervo, como un cervatillo entre los venados. He aquí que Él está parado detrás de nuestra muralla, atisbando desde las ventanas, escudriñando a través del enrejado.” (2:9)

Israel continúa refiriéndose a los caminos y atributos del Creador como cualidades delicadas y vibrantes, similares a ciervos y venados en los campos de la vida. La primera parte de este versículo pertenece al anterior. La siguiente oración se refiere a la presencia de Dios en el Templo de Jerusalén, como vigía permanente sobre Su pueblo.

Tenemos que completar la alegoría de los ciervos, gacelas, cervatillos y venados, como los caminos y atributos liberadores y redentores del amor de Dios. Así entendemos cómo el Creador nos cuida y está atento a nosotros.

Estos modos y atributos incluyen Sus mandamientos como medios que nos da para unirnos y compenetrarnos con Él. Esto está fijado en nuestro más elevado nivel de conciencia, representado por el Templo de Jerusalén.

La presencia de Dios no es un concepto abstracto sino un principio concreto, manifestado como modos y atributos que dan significado y propósito a la vida humana en general, y al pueblo judío en particular.

Entre más nos sintonizamos y conectamos con ellos, más vivimos la presencia de Dios en nuestras vidas. También nos protegen de las fantasías e ilusiones de ego, ya que estas se oponen y obstruyen la misión y propósito que Dios tiene para nosotros; tal como lo veremos en los próximos versículos.


Así entendemos “nuestra muralla”, porque Dios e Israel comparten la misma casa en cuyo interior se erige Su amor, mirando desde sus ventanas y procurando que vengamos pronto a vivir permanentemente con Él.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.