jueves, 10 de noviembre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XII)

“Sobre mi cama en las noches he buscado a mi Amado. Lo he buscado y no lo he encontrado.” (Cantar de los Cantares 3:1)

Como hemos visto, las noches representan no sólo tendencias y rasgos negativos sino también su resultado. Por simple asociación, no podemos disfrutar el bien en la vida en medio de la maldad, porque amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. En este sentido no podemos encontrar las bendiciones redentoras del amor de Dios en el sueño profundo de las fantasías e ilusiones de ego. Estas últimas pertenecen al plano de las “noches” donde sufrimos su destructivo predicamento.

Entendemos esta situación como si el amor de Dios se escondiese de nosotros. ¡La infinita amorosa bondad y compasión del Creador nunca cesan de sustentar toda Su creación! Es como imaginar que Él nos quitase el aire que respiramos. Somos nosotros los que nos escondemos del amor de Dios al elegir los deseos materialistas de ego en vez de los modos y atributos de amor. De ahí debemos hacernos conscientes de que los caminos del bien no cohabitan con los caminos negativos. Este versículo sugiere abandono y desamparo, y estos como resultado de nuestra separación de los caminos del Creador.

El bien es la semilla que sembramos en cada obra positiva, y el estilo de vida caracterizado por el bien es su cosecha. Por ello debemos alegrarnos más con la cosecha que con la semilla, aun sabiendo que la semilla siempre será más preciada por ser la causa primordial del bien en el que nos alegramos. Del mismo modo Dios se regocija más en la cosecha de sus obras.

El bien es la causa y propósito de la creación de Dios, que la llamó “muy buena”. Así entendemos que fuimos creados por el bien que emana del amor de Dios con el fin de manifestar el bien como destino divino. La única manera de transgredirlo es eligiendo rechazarlo, y lo hacemos a sabiendas de que el mal existe no como opción sino solamente como referencia para elegir el bien.

Israel está encomendada a ser, tener y hacer el bien para así cumplir su destino de “luz para las naciones”. De ahí que ser, tener y hacer el bien son los medios para mostrar a la humanidad el sendero del retorno a Dios, porque el bien es el nexo común con Él.

Así debemos enfrentar y vencer las adversidades y obstáculos mediante la fortaleza del bien en nosotros. El mundo material (la tierra) está destinada a reflejar el mundo spiritual (los cielos), ya que el anterior se sustenta de este último. Tal como lo acabamos de mencionar, Dios es la fuente y el sustento de todo lo existente y Su bondad abarca toda Su creación.

“La amorosa bondad del Eterno llena toda la tierra.” (Salmos 33:5)

Esto lo podemos entender al darnos cuenta que la bondad del Creador ya ha llenado el mundo material, lo que implica que es nuestra tarea ver ese bien y revelarlo donde no lo veamos. Esto quiere decir que cuando estemos en lugares y situaciones donde no veamos el bien, estamos encomendados a hacer que se manifieste para cumplir nuestro destino de ser luz para las naciones. Así asimilamos el bien como la luz que disipa las tinieblas de las tendencias y rasgos negativos en la conciencia.

También lo asimilamos como el imperativo de hacer reflejar en el mundo material el bien inherente a los niveles más elevados de la creación de Dios, conocidos como los cielos. Esta es la premisa para entrar en la redención final y merecer vivir, contemplar y heredar el bien y la bendición de la era mesiánica, y la vida en el mundo por venir.

Así emprendemos un proceso de toda la vida en constante cambio, refinando todos los aspectos y dimensiones de la conciencia para lograr su completa unidad armónica funcional, conocida como paz. Nos hemos referido a la paz como cualidad multidimensional que lo abarca todo, integrando completación, entereza y totalidad. La llamamos funcional porque implica un propósito. Esta es el preludio, el precedente o premisa para abordar las grandes obras y maravillas sin número del mundo espiritual que refleja la perfección del Creador.

El objetivo entonces es superar y trascender las fantasías e ilusiones de ego con sus tendencias y rasgos negativos, para cumplir la voluntad de Dios a través de los modos y atributos de amor como las fuentes del bien. Estos son medios conductores y cualidades de la era mesiánica. Nos dirigen a la luz que el amor de Dios guardó para los justos que hacen del bien su constante expresión, ya que sólo el bien rige en la era mesiánica. Las cualidades integradoras, unificadoras y armonizadoras de los modos y atributos de amor son las que traen completación al mundo material. Así cumplimos con nuestra parte del pacto con el Creador de todo.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.