lunes, 28 de noviembre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XV)

“Id y ved, hijas de Sión, en el rey Salomón con la corona que su madre lo coronó en el día de su boda, y en el día de la dicha de su corazón.” (3:11)

El amor de Israel por Dios la obliga a convocar sus más sublimes cualidades positivas (las hijas de Sión) en el Rey al que la paz le pertenece. Procuramos el amor de Dios como nuestra esencia y verdadera identidad, y en aquel como la corona de Su motivación (en este caso la “madre”) que hace posible toda Su creación.

El amor de Dios se hace manifiesto en Su creación como Su corona, con la que aprendemos Su dominio sobre todo lo existente. Así nos hacemos conscientes que nuestro amor y el amor de Dios están unidos desde el día cuando Él se reveló a nosotros al darnos Su Torá. Este es el día de Su boda que hace alegrar Su corazón. En ese día el Creador vio el amor de Israel por Él como un destino eterno, lleno de júbilo y dicha sin fin.

“Tú eres hermosa, amada Mía, Tú eres hermosa. Tus ojos son palomas detrás de tu velo. Tu cabello es como un rebaño de cabras resplandeciendo desde el monte Guilead. Tus dientes son como un rebaño bien contado, subiendo luego de lavarse. Todos ellos son perfectos y no hay tacha en ellos. Como una hebra escarlata son tus labios, y tu hablar es hermoso. Como una rebanada de granada son tus sienes detrás de tu velo. Como la torre de David es tu cuello construido como baluarte, un millar de escudos cuelgan de él, todos flechas de los poderosos. Tus pechos como venados, gemelos de gacelas que pastan entre las rosas. Hasta que el día comienza y las sombras se disipan, Yo me iré a la montaña de la mirra, y a la colina del incienso.” (4:1-6)

Los primeros seis versículos de este capítulo, al igual que la mayoría en el Cantar de los Cantares son una exaltación y alabanza al nexo del amor de Israel y el amor de Dios. Tal y como hemos señalado muchas veces, este nexo está simbolizado por el Templo de Jerusalén.

Belleza, amor, más belleza, palomas, velo y cabello, se refieren aquí a las decoraciones  del Tabernáculo y su cámara interior. Cabras y ovejas que brillan descendiendo de una montaña son las ofrendas que Israel eleva al Creador. Estos bovinos representan las cualidades vitales positivas que siguen como un rebaño la voz y vara del Pastor de Israel, “El Eterno es mi Pastor, nada me ha de faltar (...)”, “Conoce que el Eterno es Dios. Es Él quien nos hizo, somos Suyos, Su pueblo, y el rebaño de Su pastoreo (...)” (Salmos 23:1, 100:3).

Así comprendemos que las ofrendas traídas al Templo ciertamente representan nuestra disposición y determinación para elevar lo mejor en nosotros a Dios. Estas también reflejan nuestra buena voluntad, gratitud y paz que disfrutamos en nuestra cercanía a Su amor. Estos rasgos con cualidades fundamentales de la humildad como premisa para venir ante nuestro Creador.

Podemos comparar la humildad a la nada como lo vacío de aquello contrario al bien. We can compare humbleness to nothingness, as emptiness from anything contrary to goodness. Ciertamente la nada es un concepto complejo de asimilar, y dependiendo de lo que entendamos hay varias maneras de aprender de este. Otra manera de captar la nada es como la ausencia o inexistencia, del mismo modo en que lo negro es ausencia de color. Igualmente la nada, a pesar de sí misma, es considerada “algo” llamado nada como una referencia conceptual para definir cualidad, cantidad o valor. Debido a su carencia de valor, cualidad o propósito, la nada de hecho no existe.

En el contexto de la creación de Dios como algo procedente de la nada, vemos que tiene una función y  propósito. En este sentido podemos entender la nada como una abstracción imposible de asimilar que sólo Dios sabe, ya que todo proviene de Él incluyendo la nada que existe sin que la conozcamos. Así entendemos que “todo lo que es” tiene un propósito, ya que su razón de ser proviene del bien emanado del amor de Dios (ver arriba la cita de Salmos 136:1, 33:5).

Nuestros sabios sugieren que aquel que desea vivir y conducirse en los caminos de Dios debe “anularse” (vaciarse a sí mismo) de lo que no es como Él (en referencia a Sus modos y atributos). Tal como hemos destacado frecuentemente, cada aspecto, nivel y dimensión de la conciencia son vasijas que debemos mantener vacías de todo lo diferente o contrario a los modos y atributos del Creador.

Esta precondición se refiere a remover las ilusiones materialistas de ego y sus tendencias negativas para llenarlas con rasgos y cualidades del bien que Dios quiere que seamos, tengamos y manifestemos, para hacerlos prevalecer en el mundo. Dios creó estas vasijas para complementarse entre sí y expresarse todas como una unidad armónica funcional, en consonancia con la unidad del amor de Dios. Así es como nos unimos en Dios.

En este último versículo el Tabernáculo y el Templo de Jerusalén son comparados con una agraciada mujer adornada con la belleza de su bondad, manifiesta en la identidad de Israel. El bien es la expresión del amor de Israel y del amor de Dios como cualidad “gemela” complementaria de los modos y atributos del Creador, y el propósito y misión de Israel en el mundo.

La “voz” de Dios como Su amor se manifiesta tan dulce y hermosa como Sus mandamientos, similares a las semillas dentro de una granada, provenientes de la cámara interior del Templo. El bien inherente a ellos es también el escudo protector de una torre de fortaleza que nutre y sustenta las expresiones positivas en la vida. La dualidad como una “gemela”, mencionada en estos versículos representa la voluntad de Dios y la misión de Israel como los dos pechos, dos ciervas, dos gacelas pastando en la amplitud de los caminos y atributos del amor de Dios por Israel, su esposa.

En esta unión, Dios revela la promesa de Su redención final, eterna e infinita como un día que amanece y continúa para siempre sin tinieblas, porque las sombras desvanecieron. EN este conocimiento, Israel entra en la unidad y unicidad del amor de Dios en el Tabernáculo, el Templo en la montaña a la que Israel se trae a sí misma como ofrenda ante Él.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.