lunes, 23 de enero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXIII)

“Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío, que se deleita entre las rosas.” (Cantar de los Cantares 6:3)

Israel conoce a su Amado y Sus moradas, porque ambos son uno para el otro, y comparten sus nexos comunes fundamentados en el bien de los modos y atributos de amor, de donde Dios sustenta Su creación con las constantes bendiciones como rosas que recoge de Su jardín. Como ha sido mencionado, Dios lo comparte con Israel como Su socia para revelar Sus bendiciones y hacer prevalecer el bien en el mundo material.

“Tú eres hermosa, Amada Mía, como Tirzá. Hermosa como Jerusalén, que inspira la reverencia de un ejército con estandartes.” (6:4)

Dios reconoce y elogia el amor de Israel como su deseo (“Tirzá”) de compenetrarse con Su amor. También reitera Su amor por ella comparándola con Jerusalén. Podemos entender a Tirzá como la motivación y determinación, disposición y deseo para que Israel cumpla su destino de ser la luz que guía a las naciones.

En ese sentido Jerusalén es la realización de ese destino. Una vez alcanzado, este es tan persuasivo e imponente como un ejército cuyos altos estandartes de amorosa bondad, rectitud, compasión, equidad, verdad y paz, inspiran a las naciones a reverenciarlos. Así se convierten para estas en sus principios y valores por los cuales vivir.

Dios compara Israel con Jerusalén como una sola y la misma, porque el amor que Él comparte con ella persuade a las naciones a seguirla en su misión de erradicar la maldad y los rasgos negativos de la conciencia humana, iniciando así la redención final y el establecimiento de la era mesiánica.

En estos tiempos venideros el más alto nivel de conciencia en el que amor conduce todos los aspectos, facetas y dimensiones de la vida, inspira y evoca la reverencia y obediencia de los niveles inferiores. De este modo despertando en ellos su deseo de seguir las directrices y caminos de los modos y atributos de amor, para regocijarse en su bien.

“Quita Tus ojos de mí, porque ellos me han hecho soberbia. Tu cabello [es] como un rebaño de cabras que descienden del Guilead. Tus dientes como rebaño de corderos que ascienden de lavarse, [los cuales son] perfectos y no falta ninguno. Tus sienes son como un pedazo de granada detrás del velo.” (6:5-8)

Israel confiesa que el amor de Dios la volvió soberbia. Esta arrogancia la llevó a deseos materialistas derivados de las fantasías e ilusiones de grandeza del ego. También podemos entender esta primera declaración como la dificultad para Israel de asimilar y asumir a plenitud las abrumadoras cualidades del amor de Dios en la conciencia humana, llevándola así a seguir las tendencias profanas de las naciones.

Volviendo a su humildad natural, Israel evade el amor de Dios por no sentirse merecedora de este. Al mismo tiempo, ella añora y evoca la belleza y el deleite del regocijo en el nexo con Su amor dentro de la cámara interior de su Templo, como ha sido descrito alegóricamente en los capítulos anteriores.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.