domingo, 12 de febrero de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXVI)

“¡Retorna, retorna, oh Shulamith! Retorna, retorna, para que te contemplemos. ¿Qué habéis visto en la Shulamith, como una danza de los campos?” (Cantar de los Cantares 7:1)

Las hijas de Jerusalén llaman a Israel, urgiéndola a regresar a su esencia y verdadera identidad como su nexo común con el amor de Dios. Una vez elegimos abandonar las fantasías e ilusiones de ego, y regresamos a los modos y atributos de amor como los medios para seguir Su voluntad, nuestras cualidades positivas nos apoyan en nuestro camino de vuelta al amor de Dios.

Estas saben que Dios llama a Israel la que ella es toda paz (Shulamith), porque mediante la paz integradora de los modos y atributos de amor llegamos a Él, al que la paz le pertenece.

El Creador les pregunta a las hijas de Israel qué ven ellas en la entereza de Israel, como una danza en los campos. Se trata de una pregunta retórica, porque ellas ya saben del bien inherente a Israel. Los dos campos evocan el episodio del encuentro de Esaú y Jacob al regreso de este último a la tierra de Canaán (Génesis 32:2, 8).

Ha habido y hay una distinción entre los rasgos de carácter de los dos hermanos, al extremo de que son opuestos. En este contraste la entereza de Israel es recordada en el último versículo del sexto capítulo de este Cantar. Es relevante en el contexto de Israel y las naciones. Dios elogia a Israel como portadora de la paz que le pertenece.

“¡Cuán hermosos son tus pasos en sandalias, oh hija de Nadib! ¡La redondez de tus caderas como joyas, obra de mano maestra!” (Cantar de los Cantares 7:2)

Los pasos de humildad (representada en las sandalias) en su camino a encontrarse con su Amado. Israel como hija del bien y amorosa bondad del Benefactor (Nadib). El Creador destaca esta vez la belleza de la redondez de un cuerpo que personifica la gracia de sus cualidades y rasgos, como atributos de la compasión de Dios con cuyas manos forma y dirige Su entera creación.

“Tu ombligo [es] como una cuenca redonda, en la que no falta el vino mezclado. Tu vientre [es como] un manojo de trigo enrejado por rosas.” (7:3)

El “cuerpo” de Israel como la integrada expresión material de su identidad espiritual es descrito en metáforas como circular (“redondez”), lo cual implica totalidad y entereza. Vino mezclado generalmente se refiere a vinos diversos como conocimientos multidimensionales derivados de la Torá, que es la esencia que abarca la identidad judía. Aquí el cuerpo físico refleja expresiones materiales del cuerpo espiritual que la Torá representa para Israel.

El vientre (lit. estómago) es metáfora para el lugar de donde nace la vida y es nutrida desde sus comienzos. Trigo es el alimento primordial por excelencia para nutrir la vida humana, y al ser mencionado aquí como vientre refuerza sus cualidades de sustento vital. El Creador describe el vientre de Israel como fuente de sustento para alimentar el bien en la vida. Este es bordeado con rosas como lo hermoso característico del bien.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.