sábado, 1 de abril de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXXIII)

“Ponme como un sello en tu corazón, y como un sello en su brazo. Porque tan fuerte como la muerte es el amor, tan duros como la tumba son los celos. Sus llamas son llamas de fuego, que son la llama del Eterno.” (Cantar de los Cantares 8:6)

Dios prosigue digiriéndose a Israel, pidiéndole que selle su mutuo amor. Primero en su corazón, porque este abarca la expresión de amor, el buen juicio, los buenos sentimientos, y la intensa pasión que conducen a pensamientos positivos. Segundo en su brazo, porque es el medio de realizar obras y acciones concretas. Así nos damos cuenta que pensamiento, sentimiento, emoción, pasión y obras son todos partes de la realización de un principio singular que es el amor.

La segunda parte de este versículo es intricada pero a la vez señala uno de los principios más profundos revelados en este Cantar de los Cantares. Su complejidad se deriva al presentar el amor tan fuerte como la muerte, ambos con los mismos poderes en virtud de comparativo “tan”. Aunque a pesar de ello quiera decirnos que de hecho el amor es más fuerte que la muerte, como lo veremos en la culminación y final del poema.

Esta declaración evoca en nuestra imaginación dos contrincantes igualmente fuertes en una larga contienda en la que uno derrota al otro, y domina para siempre. Aquí recordamos la lucha durante toda una noche de Jacob contra el ángel de Esaú (Génesis 32:24-29), a quien terminó venciendo y triunfante convertido en Israel, el que pelea con y por Dios. Vemos a Jacob/Israel como la personificación de amor y vida, que derrota a Esaú como la personificación del mal y la muerte.

“Él derrotó a la muerte en victoria, y Dios el Eterno ha enjugado la lágrima de todos los rostros. Y el bochorno de Su pueblo Él ha borrado de toda la tierra, porque el Eterno ha hablado.” (Isaías 25:8)

Así vemos que tras una larga confrontación de miles de años, el Creador hará prevalecer el amor como nuestra redención final para que reine eternamente en Su prometida era mesiánica. Luego de esta declaración convertida en profecía, el versículo reafirma el nexo amoroso entre Dios e Israel hacienda eco de la proclamación fundamental del judaísmo, “Oye (entiende) Israel, el Eterno es tu Dios, el Eterno es Uno (y Único)”.

Esta proclamación es un beso unificador que hace al amor tan fuerte como la muerte, ya que la recitamos desde el momento que volvemos a la vida al despertarnos en la mañana y al cerrar los ojos para dormir. Estos dos momentos también reflejan la vida y la muerte en la tradición judía, de ahí que demos gracias a Dios al despertarnos por traernos de vuelta a la vida.

La tercera parte del versículo nos dice que los celos son parte del amor, porque escuda y protege de lo que amenaza o perjudica a quien amamos o a lo que amamos. Así también nos hacemos conscientes de que la separación es tan dolorosa (“dura”) como la muerte (“la tumba”), porque pone fin a la razón y propósito del amor.

El fuego del amor de Dios hace eterno el nexo, como Su llama que da vida y sustento a toda Su creación. Entendemos estos celos como la ardiente exclusividad que el amor de Dios exige de nuestro amor por Él.

“Y aquellos que lo aman a Él son como el sol que se levanta en su magnitud.” (Jueces 5:31)

Los celos no permiten que nada interfiera o se entrometa con quien o con lo que amamos, y su fuego elimina lo que es diferente u opuesto al propósito del amor de Dios, y al amor que Él quiere que vivamos. Así entendemos cómo el Creador se revela a nosotros, y lo pedimos diariamente en nuestros rezos judíos para estar con Él en amor.

“(…) y pon entendimiento en nuestro corazón para comprender y para discernir, para percibir, para aprender y para enseñar, para observar, para practicar, y para cumplir todas las enseñanzas de Tu Torá en amor.”

“(…) Porque Tú nos has elegido entre todas las naciones y lenguas, y nos has acercado Rey nuestro a la grandeza de Tu Nombre en amor, para agradecerte y proclamar Tu Unicidad, y amar Tu Nombre. Bendito eres Tú, Eterno, que elige a Su pueblo Israel en amor.”

Es así porque el bien de amor es el contexto de la creación de Dios, y el propósito de la vida es vivir en él. Como la esencia y propósito de nuestra vida, amor es la libertad que nos conduce hacerlo prevalecer en todas las facetas, aspectos y dimensiones de la vida.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.