domingo, 26 de marzo de 2017

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (XXXII)

Definimos este tipo de amor como aquel que añora no sólo una completa redención del exilio entre las naciones, sino también de lo que estas representan como adicciones, obsesiones y apegos a expresiones negativas de las fantasías y deseos materialistas de ego.

Este amor profundamente apasionado debe ciertamente tener una poderosa esencia spiritual que también añore y aspire con toda su fuerza ascender a planos de conciencia divina prometidos por Dios a Israel en su redención final, para conocer a fondo que Él es la realidad de todo lo existente.

“‘Retornad hijos rebeldes’, dice el Eterno, ‘porque Yo soy un esposo para vosotros. Y os tomaré uno de una ciudad, y dos de una familia, y os traeré a Sión. Y os daré pastores como para Mi corazón, que os nutrirán con conocimiento e intelecto’.” (Jeremías 3:14-15)

“Que el malvado abandone su camino, y el inicuo sus pensamientos. Y que retorne al Eterno, y tendrá compasión por él y [él] por nuestro Dios, porque Él perdona en abundancia.” (Isaías 55:7)

Este llamado culmina en el encuentro final y eterno en Sión, el Templo de Jerusalén, como el manzano (otra referencia a la Torá como el árbol de la vida) donde el Creador nos despierta a lo que verdaderamente somos.

“Para que yo relate Tu alabanza; en las puertas de la hija de Sión me regocijo en Tu redención.” (Salmos 9:14)

Aquí vemos otra vez que Dios e Israel están ligados a través de la Torá y el Templo de Jerusalén, la hija de Sión, como fuentes de nuestra redención y medios comunes de unión entre ambos.

“Cosas gloriosas  se hablan de ti, oh ciudad de Dios, eternamente.” (Salmos 87:3)

Seamos conscientes de que Jerusalén es el corazón del mundo, de donde todo se nutre y se sustenta, como lo hace al latir en nuestro cuerpo. Jerusalén es el corazón que reparte el amor de Dios en cada aspecto y dimensión de la vida.

Alaba al Eterno, Jerusalén; Sión ensalza a tu Dios, porque Él ha reforzado los cerrojos de tus portales y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Él ha hecho paz dentro de tus fronteras y te sacia con el mejor de los trigos.” (Ibíd. 147:12-14)

Este es el corazón del bien, por el que alabamos al Creador cuya amorosa bondad llena todo. En este conocimiento de ser, tener y hacer el bien mediante todos sus modos y atributos es como llegamos a amar a Dios “con todo el corazón, con toda el alma y con todos los recursos”, y es también como retornamos a Él para ascender a la nueva conciencia en Su prometida era mesiánica.

“(…) Oh Sión, portadora de bien; levanta con fuerza tu voz, oh Jerusalén, bienhechora; levántala [a Israel], no temas. Di a las ciudades de Judá, ¡‘Aquí está vuestro Dios’! (…) Cuán hermosos sobre las montañas son los pies de quien hace bien, quien anuncia paz, quien hace buenas acciones, quien proclama redención; quien dice a Sión, ¡‘Dios reina’!” (Isaías 40:9, 52:7)

La Torá y el Templo unidos como la madre de donde el amor de Dios fue revelado en Su creación. En esta metáfora, la revelación de Su presencia en el mundo es dando a luz a Israel. El énfasis triplicado de su nacimiento es para hacer plenamente consciente a Israel de que su origen, razón de ser e identidad provienen de su nexo con el Creador.

“Pues la porción del Eterno es Su pueblo, Jacob la posesión de Su legado.” (Deuteronomio 32:9)

También el “manzano” (usualmente considerado un fruto cítrico por los sabios del Talmud) es un símbolo del huerto o jardín del Edén. Así entendemos que el amor de Dios despierta el amor de Israel en un elevado nivel de conciencia espiritual, representado por el Edén.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.