domingo, 13 de agosto de 2017

Eclesiastés: La ilusión de la vanidad y la realidad del amor (XI)

“Y elogié los difuntos que ya han muerto, más que los vivientes que siguen vivos. Y mejor que ambos es aquel que todavía no ha nacido, que no ha visto la obra de la maldad hecha bajo el sol. (Eclesiastés 4:2-3)

Estos versículos contienen la más poderosa de las advertencias en contra de elegir las fantasías e ilusiones de ego, hasta el extremo de mejor no haber nacido en vez de vivir en un mundo de vanidad.

En este sentido la vanidad es la propia maldad como vejación o frustración de la vida. La lección en esta cruda advertencia no es rechazar o evitar vivir en el mundo material “bajo el sol”, sino ser conscientes de que la única razón de la vida es vivirla en la realidad del amor y no en la ilusión de la vanidad.

“Y vi todo el esfuerzo y toda la excelencia del trabajo, que es la envidia de un hombre por su amigo; esto también es vanidad y frustración. (4:4)

Hay varias lecciones en este versículo.

La primera, que tenemos que enfocarnos en nuestros propios pensamientos, emociones y acciones, en vez hacerlo con los demás.

La segunda, que el bien es lo excelente en nuestras obras por las que nos esforzamos como parte de nuestra vida, con el fin de mantenerlo y preservarlo en ésta.

La tercera, que si nuestros pensamientos, emociones y sentimientos se basan en premisas falsas con propósitos falsos, nos encontraremos trabajando para la vanidad.

La cuarta, que si envidiamos y codiciamos las posesiones y obras de los demás, estaremos condenándonos a la frustración y la ira como producto de lo que cosechamos en la vida.

“La ira es cruel y la rabia es abrumadora; pero, ¿quién puede soportar la envidia? Mejor es una reprimenda que un amor ocultado. Fidedignas son las heridas de un amante, pero los besos de un enemigo son engañosos. (Proverbios 27:4-6)

Se nos recuerda que todo lo que envidiamos o codiciamos se convierte en nuestra frustración e ira, las cuales terminan llenando el vacío creado por nuestra carencia.

Debemos enfrentar las creencias o sentimientos de carencia como aquello que niega nuestro propio bien, el cual llena todo lo que necesitamos o queremos. El bien proveniente del amor satisface todo porque en el amor no hay carencia.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.