domingo, 20 de agosto de 2017

Eclesiastés: La ilusión de la vanidad y la realidad del amor (XII)

“El necio dobla sus manos y come su propia carne. Mejor es un puñado de alivio que dos puñados de esfuerzo y frustración. Y regresé, y vi vanidad bajo el sol.
(Eclesiastés 4:5-7)

El egoísmo nos lleva a vivir dentro de las limitaciones de nuestra propia arrogancia, ira, lujuria, indiferencia e indolencia, con sus tendencias y expresiones negativas. Estas restringen nuestras acciones y obras a nuestras fantasías e ilusiones materialistas, a expensas y detrimento del bien inherente a la vida, al “doblar nuestras manos” hacia nosotros.

“Ellos cortan lo que está en la mano derecha si siguen hambrientos, y comen lo que está en la mano izquierda sin saciarse. Cada uno de ellos come la carne de su propio brazo. (Isaías 9:20)

En este predicamento acabamos devorando nuestra propia vida (“carne”) en vez de enfocarnos permanentemente en el bien como nuestro verdadero alivio. Entonces nos hacemos conscientes de que las fantasías e ilusiones de ego son nuestro “esfuerzo y frustración” como vanidad y vejación bajo el sol.

“Hay uno, pero no hay otro; sí, él no tiene hijo ni hermano y su labor no tiene fin, ni su ojo se sacia con riqueza. Entonces, ¿para quién laboro y privo mi alma del deleite? Esto también es vanidad y un asunto desgraciado. (Eclesiastés 4:8)

Una persona centrada en sí misma no tiene a nadie más en mente excepto a sí misma, y cree que no hay nadie menor que ella. Esta carencia total de generosidad y compasión hacia otros la hace trabajar solamente para sus propios deseos, que nunca habrá de saciar debido a la naturaleza temporal de aquellos.


De ahí que esto nos haya replantear el propósito real de la vida, y preguntarnos para quién y para qué laboramos, privando a nuestra verdadera esencia e identidad de la plena satisfacción y deleite en el bien.

En algún momento de la vida habremos de darnos cuenta de que el bien es la razón y propósito de nuestro complete bienestar, y que las fantasías e ilusiones de ego son una vanidad y una desgracia.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.