sábado, 16 de septiembre de 2017

Eclesiastés: La ilusión de la vanidad y la realidad del amor (XVI)

“No permitas que tu boca cause pecado en tu carne, y no digas ante el mensajero que se trata de un error. ¿Por qué habría de enojarse el Eterno con tu voz y destruir la obra de tus manos? Porque a pesar de muchos sueños y vanidades y muchas palabras, solamente reverencia [lit. teme] al Eterno.” (Eclesiastés 5:5-6)

El “pecado en nuestra carne” significa que ponemos en nuestra conciencia aquello que no somos o que se supone no debemos ser. Si dejamos de vivir en los modos y atributos del bien, entonces tendremos una vida (“carne”) según lo que elijamos.

Una vez tomemos nuestras decisiones, estas hablarán por nosotros y no podremos decir que “se trata de un error” a quien tengamos que rendir cuentas.

Si has sido sabio, lo has sido por ti; y [si] has sido necio [lit. has despreciado], lo cargarás por ti.” (Proverbios 9:12)

El “enojo” de Dios no es otra cosa que nuestra propia separación de Sus caminos y atributos. En esta separación destruimos el bien que estamos supuestos a ser, tener y manifestar. Seamos conscientes de que Dios no se “enoja” y “destruye” lo que somos o hacemos.

Este versículo nos dice de manera retórica que el Creador no interfiere con lo que elegimos o decidimos, incluido aquello instigado por la vanidad y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego. Estas son la causa real de nuestro enojo debido a su destrucción de nuestra esencia y verdadera identidad, que son solamente el bien.

‘Tu propia maldad te corregirá, y tu reincidencia te reprobará. Por lo tanto, sabe y ve que es algo inicuo y amargo que hayas abandonado al Eterno tu Dios, y que Mi reverencia [lit. temor] no esté en ti’, dice el Eterno de multitudes.”
(Jeremías 2:19)

De esta manera nos hacemos conscientes de que reverenciar (“temer”) a Dios es vivir con, en, por y para las cualidades y expresiones del bien, opuestas a los “sueños”, “vanidades” and “palabras” vacías de las fantasías e ilusiones de ego. A pesar de las muchas que son, el bien las trasciende a todas tal como nos los recuerda el salmista.

“Muchos son los pensamientos en el corazón del hombre, pero el consejo del Eterno [es el que] prevalece.” (Salmos 19:21)

Los reyes David y Salomón nos invitan a concentrarnos en lo que realmente importa en la vida, pero más aún aquello que da significado y propósito a la vida, que es el bien como el consejo que prevalece.

En vez de desperdiciar la vida en fantasías e ilusiones materialistas en el “corazón del hombre” que son nuestros “muchos (incontables) pensamientos”, mejor vivamos en el bien como nuestro verdadero propósito en este mundo.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.