domingo, 4 de febrero de 2018

Eclesiastés: La ilusión de la vanidad y la realidad del amor (XXXVI)

“En los días en que los guardianes de la casa tiemblan, y los fuertes se arrodillan, y los trilladores dejan de serlo, porque se han convertido en pocos. Y los vigías en las ventanas se han apagado, y las puertas son cerradas en la calle. Cuando el sonido del trillar es bajo, y uno se asusta [lit. se levanta] con el trino de un pájaro, y todas las hijas del cántico son acalladas. Sí, ellos se asustarán de las alturas, y los temores vienen en camino; y el almendro florecerá, y el grillo será una carga, y el deseo fracasará; porque el hombre se dirige a su última [lit. eterna] morada, y los enlutados andan por las calles.
(Eclesiastés 12:2-5)

Estos versículos se refieren al mal en su hora más oscura, cuando no hay esperanza de que seamos redimidos de sus modos, rasgos y tendencias, que parecerían acabar con el bien en la conciencia humana como la “casa” en la que los “guardianes” tiemblan.

Estos guardianes y vigías, junto con “los fuertes” y “los trilladores”, se vuelven escasos cuando el bien debe ser defendido para prevalecer contra la maldad.

La alegría en los corazones como el cántico de las cualidades y tendencias positivas (“las hijas”) son acalladas y apagadas, similares a la vida al final de su tiempo en la tumba. La altitud necesaria para tener una buena actitud también cae tan bajo como una tumba.

“Mientras que el cordón de plata no sea removido, y el tazón dorado quebrado, y la vasija rota por la fuente, y la rueda quebrada por el manantial. Y el polvo regrese a la tierra como era, y el alma vuelva al Eterno que la dio. ¡Vanidad de vanidades, dijo Kohelet, todo es vanidad! (12:6-8)

Una vez la muerte llegue como consecuencia de vivir en el vacío de las futilidades, es apropiado decir que todo es vanidad. Las fantasías e ilusiones de ego parecen reinar en el mundo material, empeñadas en robar la vida del alma que Dios nos ha dado para conocerlo en Sus caminos y atributos, que son la fuente todo lo que es bueno, porque en el bien comenzamos a conocer al Creador de todo.

“Y además porque Kohelet era sabio, él siguió enseñando al pueblo conocimiento, y a escuchar, y a buscar; él hizo justas muchas sonrisas. Kohelet buscó encontrar palabras placenteras escritas por palabras justas de la verdad. Las palabras de los sabios son como picanas y como cercas plantadas por los capataces de las cosechas. Ellas fueron dadas por un Pastor. (12:7-11)


Esta es la sabiduría como el conocimiento de Dios que Kohelet, el rey Salomón, enseñó para ayudarnos a encontrar la alegría de las “justas muchas sonrisas” del bien, porque en ese único Pastor que es el Creador encontramos las placenteras “justas palabras de la verdad”.

Estas son las picanas y cercas plantadas por los modos, medios y atributos del bien, dados por Dios como las cualidades que más temprano que tarde cosecharán los frutos en el campo de la vida en este mundo.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.