domingo, 3 de junio de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (XVI)


“Porque un día en tus atrios es mejor que un millar afuera. Preferiría estar en la puerta de la casa de mi Dios, que vivir en las tiendas de la iniquidad.
(Salmos 84:10)

En este versículo aprendemos otra vez que Jerusalem es el más elevado estado de conciencia en el que vivimos a plenitud el bien como nexo con nuestro Creador. Es el tiempo y espacio donde queremos vivir eternamente porque, si estamos ante la presencia de Dios, ¿qué más podría hacernos falta, que extrañemos o añoremos?

Más aun, estar tan sólo próximos al bien es mejor que vivir a la intemperie de las tendencias y rasgos negativos de fantasías e ilusiones de ego que hacen que la vida carezca de significado.

La iniquidad es el resultado de nuestras debilidades para rechazar las creencias y sentimientos de carencia innecesarios, que pretenden denigrar el bien como algo incompleto, insuficiente, deficiente y débil que conduce al fracaso. Estos son precisamente los rasgos y tendencias de todo lo contrario al bien, porque éste conlleva a la plenitud.

Los modos, medios y atributos éticos inherentes al bien son los “atrios” de la voluntad de Dios para Su creación, las “tiendas” que dan sentido a la vida, a diferencia de las tiendas donde se alojan los bajos instintos, pasiones, emociones y sentimientos que pisotean la dignidad de la vida, que es el bien.

“Su fundamento [del Eterno] está en montañas sagradas. El Eterno ama las puertas de Sión entre todas las moradas de Jacob. (87:1-2)

Como hemos mencionado, en la tradición judía “montañas”, “colinas” y “lugares altos” representan los más elevados valores, principios y creencias, mediante los que conducimos nuestras vidas en este mundo. De ahí entendemos que los modos y atributos de Dios, tal como los presenta la Biblia hebrea, son comparados a montañas sagradas.

En este sentido Sión, como “la montaña de las montañas” que nos señalan los profetas (Isaías 2:2, Miqueas 4:1), es desde donde Dios dirige Su creación. De ahí entendemos Su preferencia del bien como Su principio ético regidor destinado a conducir las dimensiones, expresiones y aspectos positivos de la vida, conocidos también como las moradas de Jacob.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.