domingo, 10 de junio de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (XVII)


“Cosas honorables se dicen de ti, oh ciudad de Dios, eternamente.
(Salmos 87:3)

Todo lo relacionado con Jerusalem es lo más sublime en naturaleza y cualidad, como es todo lo relacionado con el bien, simplemente porque es “la ciudad de Dios”, como su inmutable principio regidor en Su creación. De ahí que sea una entidad, absoluta, autosuficiente, destinada a conducir todos los aspectos y expresiones de la vida.

“Pero acerca de Sión se habrá dicho, ‘Este y aquel nacieron en ella’; el Altísimo mismo la ha establecido.” (87:5)

Aquí el versículo iguala el lugar de nacimiento a la esencia de la identidad de uno. Por lo tanto Sión, al igual que la Torá, define la identidad judía como la cualidad unificadora que comparten el Creador de todo e Israel.

La esencia de esta identidad es el bien como expresión de cada aspecto y faceta de la vida judía. Así somos reconocidos por el principio que guía nuestras acciones, ya que éste identifica lo que somos y que ha sido establecido para nosotros por el Creador.

“Aquellos que son plantados en la casa del Eterno florecerán en los atrios de nuestro Dios. (92:13)

La identidad hebrea está profundamente enraizada en el principio que abarca todos los principios inherentes a los mandamientos, decretos, estatutos y ordenanzas de Dios, tal como los presenta la Torá.

El bien como principio absoluto es la expresión de creencias, ideas, emociones y sentimientos positivos que “florecen en los atrios de nuestro Dios”, los cuales son Sus modos y atributos que nos esforzamos en emular como fuente de nuestra plenitud.

Este versículo nos recuerda que florecemos solamente en el bien.

“Tus estatutos son firmes. La sacralidad adorna Tu casa, oh Eterno, siempre. (93:5)

Los mandamientos, decretos, estatutos y ordenanzas del Creador son los firmes cimientos que definen el propósito del bien en el mundo material.

Así nos hacemos conscientes de que para entender esto primero debemos asimilar plenamente el bien en nuestra conciencia, desde donde estamos firmes. Entonces sabremos que lo sagrado del bien es el eterno esplendor y belleza del resplandor de Dios en Su creación.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.