“Y esta es la bendición (v'zot habrajá) con la que Moisés, el hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel antes de su muerte” (Deuteronomio 33:1) El hombre de Dios, es él quien representa nuestra conciencia de la Presencia Divina en todas las dimensiones de la Creación; y es el mejor para dirigirnos hacia ese conocimiento. Moisés representa el más alto nivel que nuestro intelecto puede alcanzar en el conocimiento del Creador, aquel que tiene todo claro acerca de Él en su conciencia, aquel que sabe lo mejor de lo mejor. Esta es la claridad que necesitamos para poder cumplir nuestro destino, y esta claridad es el conocimiento total del Amor de Dios como la Esencia de la que fuimos creados: “De hecho, Tú mostraste amor a pueblos; todos sus sagrados [de Israel] están en Tu mano porque ellos se juntaron a Tus piés, cumplieron con Tus palabras” (33:3) Somos sagrados cuando estamos en Sus manos en humildad, siendo y manifestando los caminos y atributos de Amor.
“La Torá que Moisés nos ordenó es un legado para la congregación de Jacob” (33:4), y este es el legado que nos hace ser lo que somos, es nuestra identidad como el Pueblo Elegido, es nuestra identidad como judíos. Escoger algo diferente no es nuestro legado, y es por ello que la Torá nos advierte muchas veces contra la idolatría de las naciones, contra creer y seguir las ilusiones y fantasías del mundo material. Este legado también se trata de voluntad y determinación para realizar el destino de Israel, tal como lo afirma Moisés en su bendición a la tribu de Judá, la cual abarca a todos los judíos en los tiempos actuales: “Oh Eterno, escucha la voz de Judá y tráelo a su pueblo; que sus manos libren la batalla para él, y sé Tú una ayuda contra sus adversarios” (33:7) Voluntad y determinación son nuestro apego a Dios, y cuando andamos en Sus caminos y manifestamos Sus atributos, ¿qué podría estar en contra? Esta bendición es acerca del compromiso que hacemos cuando como individuos y como colectividad abrazamos el legado de la Torá.
La bendición de Moisés a los levitas reafirma la función de ellos como el mayor conocimiento de Amor Divino, y de ahí su guía desde el Templo hacia los demás niveles de nuestra conciencia, ya que es desde el Templo donde estamos permanentemente conectados con nuestro Padre: “Ellos enseñarán Tus ordenanzas a Jacob, y Tu Torá a Israel; ellos ofrecerán incienso ante Ti, y quemarán ofrendas sobre Tu altar” (33:10) El conocimiento total de Amor Divino en todos los aspectos de la conciencia es también la realización de nuestro destino como hijos de Dios. Este nivel, el más elevado, fue logrado indudablemente por José, de ahí que la más dulce bendición fuese para él y sus descendientes, aquellos que siguen sus pasos: “Su tierra [su porción en Israel] será bendecida por el Eterno con la dulzura de los cielos con su rocío, y con el abismo que yace debajo, (…) y con la dulzura de la tierra y su plenitud, y con el regocijo de Aquel que mora en la zarza. Que venga sobre la cabeza de José y sobre la corona de quien fue separado de sus hermanos” (33:13-16) De hecho es la más sublime bendición de todas, la bendición de Amor derramada en la más pura vasija de Amor: la humildad de José. Moisés menciona aquí la zarza ante la que tuvo que quitarse sus zapatos, y es con el regocijo de Amor que vemos a nuestro Creador, porque en el regocijo de Su amor Él nos creó.
“Y a Zebulón él dijo: "Alégrate Zebulón, en tu partida [hacia los mares]; e Issajar, en tus tiendas [lugares de estudio de la Torá]” (33:18) Rashi explica que, mientras Zebulón comercia en los mares, Issajar aprende la Torá en las tiendas, y uno ayuda al otro. La bendición de Moisés a ambas Tribus destaca la cooperación que debe prevalecer en todo el pueblo de Israel. Cada Tribu está bendecida con rasgos y cualidades que se complementan entre sí, en la unidad que debemos tener como pueblo y como nación. Esta cooperación es cuidar unos de los otros, y nuestra diversidad debe ser la fundación de nuestra unidad.
Este es un aspecto del legado de la Torá que nos hace diferentes del resto de las naciones, las cuales representan los niveles inferiores de la conciencia y las fantasías de ego: orgullo, egoísmo, envidia, lujuria, indolencia y demás rasgos negativos. Tengamos presente que las bendiciones recibidas por cada Tribu son las bendiciones para todo Israel, porque en cada una de ellas todos estamos bendecidos.
“Yeshurún, no hay como Dios; Aquel que se remonta en los Cielos es quien te ayuda, y con Su majestad [se remonta] en los Cielos” (33:26) Aquel que nos creó es también quien nos sustenta, porque Su Gloria abarca toda la Creación; por lo tanto, no hay como Él. El último libro de la Torá termina recordándonos otra vez que es Moisés, nuestro más alto conocimiento de la Presencia Divina en toda la Creación, quien nos protege de caer en las ilusiones y fantasías que creamos sin ninguna razón. Sabios místicos dicen que esas son las fantasías representadas por el culto a Baal Peor: “Y Él lo enterró [a Moisés] en el valle, en la tierra de frente a Bet Peor” (34:6), así Moisés siempre nos recordará no caer en fantasías innecesarias. Es en el nivel más alto de nuestro intelecto que hacemos clara diferencia entre las fantasías e ilusiones de ego, y los caminos y atributos de Amor. Aún así, lo que elijamos siempre dependerá de sólo de nosotros.
“Y no hubo otro profeta que surgió en Israel como Moisés, a quien el Eterno conoció cara a cara, como atestiguan todas las señales y prodigios que el Eterno le envió para realizar en la tierra de Egipto, al faraón y todos sus sirvientes y toda su tierra, con toda la mano fuerte y con el más grande temor, que Moisés ejecutó ante los ojos de todo Israel” (34:10-12) Este es el privilegio de los humildes como él: “Y este hombre, Moisés, era extremadamente humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra” (Números 12:3), la vasija vacía ávida de ser llenada por nuestro Padre, y poder verlo y ejecutar Sus milagros, para que los demás niveles de conciencia (todo Israel) puedan ver y aprender de Moisés, nuestro maestro.
“La Torá que Moisés nos ordenó es un legado para la congregación de Jacob” (33:4), y este es el legado que nos hace ser lo que somos, es nuestra identidad como el Pueblo Elegido, es nuestra identidad como judíos. Escoger algo diferente no es nuestro legado, y es por ello que la Torá nos advierte muchas veces contra la idolatría de las naciones, contra creer y seguir las ilusiones y fantasías del mundo material. Este legado también se trata de voluntad y determinación para realizar el destino de Israel, tal como lo afirma Moisés en su bendición a la tribu de Judá, la cual abarca a todos los judíos en los tiempos actuales: “Oh Eterno, escucha la voz de Judá y tráelo a su pueblo; que sus manos libren la batalla para él, y sé Tú una ayuda contra sus adversarios” (33:7) Voluntad y determinación son nuestro apego a Dios, y cuando andamos en Sus caminos y manifestamos Sus atributos, ¿qué podría estar en contra? Esta bendición es acerca del compromiso que hacemos cuando como individuos y como colectividad abrazamos el legado de la Torá.
La bendición de Moisés a los levitas reafirma la función de ellos como el mayor conocimiento de Amor Divino, y de ahí su guía desde el Templo hacia los demás niveles de nuestra conciencia, ya que es desde el Templo donde estamos permanentemente conectados con nuestro Padre: “Ellos enseñarán Tus ordenanzas a Jacob, y Tu Torá a Israel; ellos ofrecerán incienso ante Ti, y quemarán ofrendas sobre Tu altar” (33:10) El conocimiento total de Amor Divino en todos los aspectos de la conciencia es también la realización de nuestro destino como hijos de Dios. Este nivel, el más elevado, fue logrado indudablemente por José, de ahí que la más dulce bendición fuese para él y sus descendientes, aquellos que siguen sus pasos: “Su tierra [su porción en Israel] será bendecida por el Eterno con la dulzura de los cielos con su rocío, y con el abismo que yace debajo, (…) y con la dulzura de la tierra y su plenitud, y con el regocijo de Aquel que mora en la zarza. Que venga sobre la cabeza de José y sobre la corona de quien fue separado de sus hermanos” (33:13-16) De hecho es la más sublime bendición de todas, la bendición de Amor derramada en la más pura vasija de Amor: la humildad de José. Moisés menciona aquí la zarza ante la que tuvo que quitarse sus zapatos, y es con el regocijo de Amor que vemos a nuestro Creador, porque en el regocijo de Su amor Él nos creó.
“Y a Zebulón él dijo: "Alégrate Zebulón, en tu partida [hacia los mares]; e Issajar, en tus tiendas [lugares de estudio de la Torá]” (33:18) Rashi explica que, mientras Zebulón comercia en los mares, Issajar aprende la Torá en las tiendas, y uno ayuda al otro. La bendición de Moisés a ambas Tribus destaca la cooperación que debe prevalecer en todo el pueblo de Israel. Cada Tribu está bendecida con rasgos y cualidades que se complementan entre sí, en la unidad que debemos tener como pueblo y como nación. Esta cooperación es cuidar unos de los otros, y nuestra diversidad debe ser la fundación de nuestra unidad.
Este es un aspecto del legado de la Torá que nos hace diferentes del resto de las naciones, las cuales representan los niveles inferiores de la conciencia y las fantasías de ego: orgullo, egoísmo, envidia, lujuria, indolencia y demás rasgos negativos. Tengamos presente que las bendiciones recibidas por cada Tribu son las bendiciones para todo Israel, porque en cada una de ellas todos estamos bendecidos.
“Yeshurún, no hay como Dios; Aquel que se remonta en los Cielos es quien te ayuda, y con Su majestad [se remonta] en los Cielos” (33:26) Aquel que nos creó es también quien nos sustenta, porque Su Gloria abarca toda la Creación; por lo tanto, no hay como Él. El último libro de la Torá termina recordándonos otra vez que es Moisés, nuestro más alto conocimiento de la Presencia Divina en toda la Creación, quien nos protege de caer en las ilusiones y fantasías que creamos sin ninguna razón. Sabios místicos dicen que esas son las fantasías representadas por el culto a Baal Peor: “Y Él lo enterró [a Moisés] en el valle, en la tierra de frente a Bet Peor” (34:6), así Moisés siempre nos recordará no caer en fantasías innecesarias. Es en el nivel más alto de nuestro intelecto que hacemos clara diferencia entre las fantasías e ilusiones de ego, y los caminos y atributos de Amor. Aún así, lo que elijamos siempre dependerá de sólo de nosotros.
“Y no hubo otro profeta que surgió en Israel como Moisés, a quien el Eterno conoció cara a cara, como atestiguan todas las señales y prodigios que el Eterno le envió para realizar en la tierra de Egipto, al faraón y todos sus sirvientes y toda su tierra, con toda la mano fuerte y con el más grande temor, que Moisés ejecutó ante los ojos de todo Israel” (34:10-12) Este es el privilegio de los humildes como él: “Y este hombre, Moisés, era extremadamente humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra” (Números 12:3), la vasija vacía ávida de ser llenada por nuestro Padre, y poder verlo y ejecutar Sus milagros, para que los demás niveles de conciencia (todo Israel) puedan ver y aprender de Moisés, nuestro maestro.