domingo, 26 de septiembre de 2010

Parshat Bereshit: ¡Hágase la Luz!

"En el principio (bereshit)" (Génesis 1:1) nos invita a considerar lo que motivó a Dios realizar Su Creación. ¿Cuáles habrían sido Sus "razones"? ¿Por qué el Amo del Universo querría crear todo lo que existe? Cuando nos hacemos estas preguntas estamos maravillados al mirar las estrellas, el crepúsculo, y todo lo que podemos ver alrededor. Entonces concluimos que sí hay un propósito, bondad, porque "Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno" (1:31). Seamos conscientes de que esta bondad es bondad siempre, y en presente indicativo. Nuestros Sabios dicen que el propósito de la Creación fue el hombre para que este reconociera en ella la bondad de Dios. Entonces nos damos cuenta que la Creación es un acto de Amor Divino, y nada más. Es así como deducimos que la causa y razón de la Creación es Amor, y el propósito de la Creación es Amor. Por ello decimos aquí que Amor es la causa y el efecto. Estamos aquí gracias al Amor de Dios, y si todo es creado y sustentado por ese Amor, entonces Su Amor es nuestra identidad porque es de donde todos venimos.

Nacimos y somos protegidos desde que abrimos los ojos por primera vez, y ese mismo Amor que nos mantiene vivos es nuestra verdadera Esencia, la cual debemos reconocer como la única conexión real entre nosotros y el Creador. ¿Cómo lo reconocemos? ¿Cómo lo llegamos a conocer? Hay una clara distinción entre lo que Él llama Luz, "y Dios vio que la Luz era buena" (1:3) y oscuridad. Sabios místicos enseñan que el primer día de la Creación fue el "día Uno" (1:5), ya que todo lo contenido en ella es Uno con el Creador, porque emana de Él y es sustentada por Él.

Esto no significa o implica una definición o concepción de nuestro Creador, porque Él está más allá de toda comprensión. Pero como humanos que somos podemos entender que aunque Él no es Su Creación, la controla y la dirige. Así entendemos Unidad como la voluntad Divina que abarca toda Su Creación. Después del día Uno, los siguientes cinco fueron los días de ordenamiento (lo que agnósticos contemporáneos llaman "diseño inteligente") que preceden a la creación del hombre. Este ordenamiento comienza con la separación de Luz y tinieblas, que nuestros Sabios místicos dicen son los aspectos revelados y no revelados de la Unidad que acabamos de mencionar.

Aprendemos de la Torá que la Luz es buena. Nuestros Sabios concluyen que ha sido ocultada para los malvados y es la recompensa para los justos. Esto hace perfecto sentido en el contexto del judaísmo, y de ahí aprendemos que para aquellos que procuran la bondad, la Luz es su recompensa. Entonces, ¿qué es la Luz, la cual deberíamos procurar? Nuestro Creador dice que es buena y "Dios separó entre la Luz y las tinieblas" (1:3). La oscuridad es donde el Creador oculta la Luz para que podamos tener libre albedrío. Deducimos de esto que todo es Luz, pero está en parte ocultada como oscuridad para que podamos distinguir una de la otra. Este es el escenario divinamente concebido para nosotros en el Jardín del Edén, donde Adán en su sabiduría eligió abrazar la Luz como su estado y realidad natural.

Vivir en la Luz, el Amor Divino totalmente revelado en la Creación, significa vivir en lus caminos y atributos de Dios en total armonía con Él. Esto ocurre cuando Amor es la causa y efecto de cada pensamiento, emoción, sentimiento, pasión e instinto. Amor es el gran motivador que nos conduce a revelarlo donde y cuando esté ocultado. El propósito de Amor es Amor, como el de la Luz es iluminar. ¿Qué podría entonces cuestionar ese propósito, y romper la armonía del hombre viviendo por causa y efecto de Amor? Sólo un cambio de visión como cambio de realidad. ¿Qué clase de cambio existiría para desafiar la armonía de vivir en los caminos y atributos de Amor? El cambio que sólo el libre albedrío puede validar como real.

Pero, ¿cómo podemos considerar real algo diferente a la Luz, Amor y Verdad que nos creó y nos sustenta a cada momento? Sólo cuando creemos en la oscuridad y las ilusiones derivadas de ella. Esa fue la elección que hizo Eva cuando fue seducida por la serpiente, y la elección de Adán cuando comió el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. El escenario también cambió, y desde entonces tenemos que aprender a discernir entre el bien y el mal, lo cual es todo el propósito de la Torá y la ética en la qu se basa el judaísmo. El propósito de la Creación es "Hágase la Luz", y es también nuestra misión individual y colectiva "ser la Luz para las naciones".

Sabios místicos explican que la serpiente en el Jardín del Edén y el faraón de Egipto representan el ego que nos dice que podemos convertirnos en dioses, y que no hay mayor dios que nosotros. ¿Cómo podemos convertirnos en dioses? Cuando "creamos" nuestra propia realidad basados en las ilusiones y fantasías del mundo material; ya sea glamour, prestigio, control, poder, orgullo, lujuria, fama, etc. Cualquier "viaje de ego" en que uno se meta, esa será su realidad, su reino o dominio donde las emociones y pensamientos negativos reemplazan los caminos y atributos de Amor. Así es como terminamos "expulsados" del Paraíso, pero realmente no fuimos expulsados porque fuimos nosotros quienes elegimos salir de él tras elegir las fantasías de ego y seguir las palabras de la serpiente, los dictados de ego. ¿Cómo podemos retornar al Paraíso? Sólo cuando elijamos vivir en los caminos y atributos de Amor, que son nuestra verdadera Esencia e identidad; y es así como expiamos las ilusiones y nos redimimos a nosotros mismos.

En este proceso de discernimiento entre Luz y oscuridad, Verdad e ilusión, tenemos que familiarizarnos con todos los niveles de nuestra conciencia. Fuimos creados como unidad: "hombre y mujer Él los creó" (1:27, 5:2), y debemos saber qué es lo que somos ambos en todas las dimensiones que abarcan el intelecto, la mente, los pensamientos, las emociones, sentimientos, sentidos, pasiones e instintos. Cuando permitimos que Amor llene y guíe todas estas dimensiones, viviremos en armonía con el Creador. Cuando Amor no está presente, esta tarea se torna no solamente más difícil sino que se convierte en una maldición capaz de generar las peores cualidades y emociones como la envidia y los celos: "(…) y Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató" (4:8).

Caín y Abel solían hacer ofrendas al Amo del Universo. Las ofrendas al Creador que vienen de los aspectos negativos de la conciencia no son aceptables para Él, simplemente porque Él no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Cuando las ofrendas provienen de los niveles más elevados de cada aspecto de nuestra conciencia, o sea desde nuestro total conocimiento del Creador nos convertimos en Uno con Él. Esa es una de las diferencias fundamentales entre el judaísmo y otras religiones, las cuales condonan la conducta negativa y destructiva basándose en la creencia de que la maldad es perdonable y redimible. En el judaísmo la maldad se entiende solamente como una referencia que nos permite elegir el bien como obligación ordenada por Dios.

La porción Bereshit está claramente dividida en cuatro partes que son la Creación, el pecado en el Jardín del Edén, la historia de Abel y Caín, y el surgimiento de la idolatría antes del Diluvio. El reino de ego después del episodio del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal corrompió a la humanidad hasta el punto que el Creador fue completamente ignorado y rechazado como el sustentador de todo lo existente. Bereshit es la más compleja de todas las porciones de la Torá, ya que Dios y Su Creación están más allá de la comprensión humana. Sólo tenemos que prestar atención a las palabras y principios esenciales presentados en la narración de la Torá, como son Cielos y la Tierra, Luz, oscuridad, Shabat, hombre y mujer, Paraíso, pecado, culpa, abandono, celos, asesinato, arrepentimiento, e idolatría.

Cielos y Tierra son claramente dos niveles de conciencia: lo que nos conecta con el Creador y lo que nos conecta con el mundo material. Las aguas superiores y las aguas inferiores son los pensamientos espirituales y los materiales que debemos armonizar, permitiendo siempre que sean los Cielos y los pensamientos superiores (nuestra conexión con Dios) los que guíen nuestra existencia material. Luz es Amor Divino que abarca toda Su Creación, y nuestra misión es ser y revelar Luz cuando estemos en la oscuridad. Esto quiere decir que de una eventual situación negativa debemos hacer lo mejor a nuestro alcance para tornarla en positiva.

Debemos ser conscientes de que cuando completamos nuestra misión, esta satisfacción es recompensada con el Shabat, "Último en la Creación, primero en el pensamiento" (Lejá Dodí). Hombre y mujer no son entidades espirituales separadas, porque originalmente fueron creadas como una sola. La separación como cuerpos físicos complementarios significa que ambos deben estar unidos, "y deberán convertirse en una sola carne" (2:24). Este concepto realmente implica unidad, porque esta es la naturaleza y el propósito de la Creación.

Nuestros Sabios enseñan que al Creador no le gusta que Su Nombre sea asociado con separación y división. Paraíso es de donde vinimos y es adonde tenemos que retornar, y lo hacemos volviendo a Amor, que es nuestra verdadera Esencia e identidad. Como muchos dicen, "el pecado es su propio castigo", y es nuestra elección. Aprendemos por la experiencia, con prueba y error, verdadero o falso, etc., y deberíamos saber más con todos los siglos de oscuridad ya vividos.

En vez de culpar a otros y resentir de la abrumadora negatividad que enfrentamos día a día en el mundo, debemos comenzar individualmente a redirigir nuestras vidas en los caminos y atributos de Amor. En vez de sentirnos abandonados por nuestro Padre, pensemos en cuánto nos hemos distanciado de Él. Si tenemos sentimientos de carencia y la codicia nos domina, retornemos a Amor como nuestra única mayor riqueza y posesión, y seamos felices con nuestra porción que es precisamente nuestra relación con el Amor de Dios.

Cuando estamos sintonizados con Amor como nuestra Esencia e identidad, somos conscientes de ser imagen y semejanza del Creador. De ahí que el asesinato es impensable porque es negar la Esencia de Dios en los demás. Aún si transgredimos contra el Creador y Su Amor, y contra nuestro prójimo, podremos regresar a Él después de compensar por el daño que hayamos hecho a otros. Y finalmente, entre más somos conscientes del Amor de Dios como nuestro Creador y nuestra Esencia, más podremos discernir entre los caminos y atributos de Amor y las fantasías e ilusiones de ego que son los ídolos que nos separan del Amor de Dios.

Creemos un nuevo comienzo con la buena Luz que es Amor, creemos cada día con este Amor, y vivamos aquí y ahora en el Paraíso que es Amor. Esto es lo que tenía que ser en el principio, y sigue siendo lo que tiene que ser.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.