Estas tres festividades mayores tienen lugar en el mismo mes que celebramos el Año Nuevo judío. Este hecho nos muestra que hay conexiones significantes entre ellas, y su denominador común es la Unidad que vivimos con nuestro Creador en cada una de ellas. En Rosh Hashaná lo proclamamos nuestro Rey y nuestro Padre. Nuestros Sabios lo llaman el Día del Juicio, en el que reconocemos que no hay nada más además de Él. Es por ello que ese día leemos la akedá, la atadura (el sacrificio) de Isaac. Sabios místicos dicen que Sara, Abraham e Isaac estaban muy conscientes de que la Creación proviene de Dios y le pertenece a Él, incluyendo nuestras vidas. No hay nada que podamos reclamar como posesión, simplemente porque no poseemos nada excepto las ilusiones materialistas que nos hacen creer lo contrario. Nuestros primeros padres lo sabían mejor que nosotros, y es por esa razón que estaban tan unidos al Creador.
Ellos sentaron el ejemplo para sus descendientes hasta que este conocimiento completo fue dado a nosotros con los Diez Mandamientos, en un día que nuestros Sabios enseñan que es Yom Kipur. En el Nuevo Año que se aproxima, este día será como fue por primera vez, en un Shabat. Otra vez celebramos solemnemente nuestra Unidad con el Creador en una ocasión en que Él expía (transmuta) nuestras faltas, y nos invita a que retornemos a Su Amor, de donde proviene nuestra verdadera identidad. Leemos el libro de Jonás para pedir por nuestro regreso a Él, después de suplicarle que nos perdone.
Si una nación pagana pudo ser perdonada por su arrepentimiento, ¿por qué no el Pueblo Elegido? El profeta Jonás aprendió en su atribulada jornada que de lo que se trata es de confiar en Dios, y no en las ilusiones materiales derivadas de la sombra de una hiedra (kikaion): “Tuviste tú lástima de la hiedra en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció” (Jonás 4:10).
Estas son las fantasías e ilusiones materiales en que confiamos, en vez de confiar en el Eterno que creó todo. Nuestros Sabios explican que Jonás estaba enojado porque una nación pagana estaba dispuesta a retornar a los caminos de Dios, no así el pueblo del Profeta.
El Amor de Dios nos creó y nos sustenta todo el tiempo, como lo hizo en Su nube de gloria cuando liberó a nuestros ancestros de la esclavitud en Egipto. Él nos encomienda recordar Su protección permanente viviendo en cabañas (sucot) durante siete días. En todas las festividades judías recordamos que el Amor de nuestro Creador está siempre con nosotros. Fuimos elegidos para ser Sus hijos y Su pueblo, y por lo tanto debemos también elegir ser Sus hijos y Su pueblo. Y solamente podemos ser conscientes de esto cuando elegimos Sus caminos y atributos. Sólo en completa conciencia del Amor de Dios que lo creó todo seremos capaces de vivir en Su Presencia durante estas memorables festividades.
¡Que el Nuevo Año nos traiga el mayor conocimiento del Amor de Dios en todas las dimensiones de nuestra existencia. ¡Shaná tová u’metuká!
Ellos sentaron el ejemplo para sus descendientes hasta que este conocimiento completo fue dado a nosotros con los Diez Mandamientos, en un día que nuestros Sabios enseñan que es Yom Kipur. En el Nuevo Año que se aproxima, este día será como fue por primera vez, en un Shabat. Otra vez celebramos solemnemente nuestra Unidad con el Creador en una ocasión en que Él expía (transmuta) nuestras faltas, y nos invita a que retornemos a Su Amor, de donde proviene nuestra verdadera identidad. Leemos el libro de Jonás para pedir por nuestro regreso a Él, después de suplicarle que nos perdone.
Si una nación pagana pudo ser perdonada por su arrepentimiento, ¿por qué no el Pueblo Elegido? El profeta Jonás aprendió en su atribulada jornada que de lo que se trata es de confiar en Dios, y no en las ilusiones materiales derivadas de la sombra de una hiedra (kikaion): “Tuviste tú lástima de la hiedra en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció” (Jonás 4:10).
Estas son las fantasías e ilusiones materiales en que confiamos, en vez de confiar en el Eterno que creó todo. Nuestros Sabios explican que Jonás estaba enojado porque una nación pagana estaba dispuesta a retornar a los caminos de Dios, no así el pueblo del Profeta.
El Amor de Dios nos creó y nos sustenta todo el tiempo, como lo hizo en Su nube de gloria cuando liberó a nuestros ancestros de la esclavitud en Egipto. Él nos encomienda recordar Su protección permanente viviendo en cabañas (sucot) durante siete días. En todas las festividades judías recordamos que el Amor de nuestro Creador está siempre con nosotros. Fuimos elegidos para ser Sus hijos y Su pueblo, y por lo tanto debemos también elegir ser Sus hijos y Su pueblo. Y solamente podemos ser conscientes de esto cuando elegimos Sus caminos y atributos. Sólo en completa conciencia del Amor de Dios que lo creó todo seremos capaces de vivir en Su Presencia durante estas memorables festividades.
¡Que el Nuevo Año nos traiga el mayor conocimiento del Amor de Dios en todas las dimensiones de nuestra existencia. ¡Shaná tová u’metuká!