domingo, 12 de diciembre de 2010

Parshat Vayejí: Reconocer y Abrazar el Amor de Dios

Las cuatro últimas porciones del libro del Génesis son las más emotivas de toda la Torá. La historia de José y sus hermanos nos conmueve hasta las lágrimas, las mismas que derramamos cuando añoramos el Amor de Dios como nuestro único Redentor. José es la piedra angular que mantiene la unidad de Israel en su descenso a Egipto y su consecuente esclavitud bajo el dominio del faraón. José entonces reitera su profecía de Redención Divina: “El Eterno ciertamente os recordará” (Génesis 50:24).

Nuestro Padre ciertamente nos recuerda no solamente en tiempos de aflicción o tribulaciones, sino de hecho en el futuro, porque Él siempre nos recuerda. El momento de nuestra Redención individual y colectiva depende de nuestra propia iniciativa, eligiendo las bendiciones y no las maldiciones que enfrentamos cada día en la vida. ¿Cuánto nos va a tomar reconocer a José, nuestro hermano que representa los caminos y atributos de Amor? ¿Qué nos toma elegir Amor en vez de las efímeras fantasías e ilusiones de ego? ¿Dolor, sufrimiento, desilusión, decepción, engaño, separación, aislamiento, tristeza, depresión, y todo aquello que causa aflicción en la vida?

El episodio también nos recuerda que, tal como es Amor el objeto de la relación entre José y sus hermanos, es Amor el objeto de nuestra relación con el Creador. La conexión de Israel con Él se basa en Su Amor, y es a través de este que nos relacionamos con nuestro Padre en el retorno a nuestro verdadero hogar con Él. Adquirimos conocimiento mediante prueba y error, verdadero y falso, correcto e incorrecto; y con esa experiencia aprendemos a discernir entre la bondad y la maldad. En este predicamento debemos integrar en nuestra conciencia la Esencia de la bondad y desechar la negatividad derivada de maldad y falsedad. Este es el mensaje fundamental que nos enseña la Torá con todas sus palabras. Nuestros Sabios explican que el Amor de Dios es la causa de la Creación, y este Amor debemos vivir y abrazar para conocer a nuestro Padre.

En esta porción final del libro de Génesis, Jacob bendice a todos sus hijos con palabras llenas de significados simbólicos no fáciles de comprender, aún para nuestros más sabios exégetas. Esta dificultad se explica por varias razones, siendo la más compleja el contexto Divino de estas bendiciones que como humanos no podemos asimilar. Aunque son las bendiciones de Jacob para sus hijos, él las expresó mediante inspiración Divina. Nuestros Sabios enseñan que algunas están relacionadas con el futuro cercano de Israel como Nación, y la conquista de sus enemigos.

Los significados simbólicos de las Tribus (león, serpiente, lobo, buey, puerta, barco, gacela, etc.) representan no sólo rasgos, cualidades y destrezas de la conciencia humana, sino también dimensiones y potencialidades más profundas de Israel en su conexión con el Creador. Por tanto la misión de Israel es saber y estar consciente de su relación con Él a través del estudio de la Torá y las buenas acciones, como proceso dinámico para asimilar los caminos y atributos del Creador y Su Amor.

Echemos un vistazo a partes de estas bendiciones. “Simeón y Leví son hermanos” (49:5), y nuestros Sabios comentan que Jacob les dijo, “Vosotros fuisteis hermanos para Dina, pero no hermanos para José” (Midrash Rabá). Ambos corrieron a defender el honor de su hermana (tras ser violada en Shejem), porque también se trataba del honor de su familia. Pero no comprendieron que si reconocían la prevalencia y liderazgo espiritual de José entre ellos, también era una manera de defender el honor familiar, acatando igualmente la voluntad de su padre.

“Instrumentos de violencia son sus armas” (49:5), y nuestros Sabios explican que estos no son los instrumentos de Israel para realizar su misión encomendada por el Creador, sino los instrumentos de Esaú como bien le dijo su padre Isaac: “Y por tu espada vivirás” (27:40). Los potenciales aspectos negativos de nuestra conciencia, representados por Esaú y las naciones cananeas, son instrumentos de violencia y aflicción para nosotros y nuestro prójimo. El destino de Israel conquistarlos y subyugarlos.

Esto significa que todos los aspectos y dimensiones de la conciencia deben estar subordinados a los caminos y atributos de Amor. “Maldita sea su ira” (49:7), porque bajo la ira perdemos la visión. Nuestros Sabios enseñan que vivir en ira es hacer idolatría ya que es como vivir en una de las ilusiones de ego (tales como orgullo, envidia, codicia, lujuria, indolencia, etc.), en vez de vivir en la verdad de los modos y atributos de Amor. Es por ello que la ira debe ser maldecida y eliminada de nuestra conciencia.

Veamos ahora una parte de la bendición de Jacob para José: “(…) del Dios de tu padre, y Él te ayudará, y con el Todopoderoso; y Él te bendecirá [con] las bendiciones de los Cielos arriba, las bendiciones del abismo que yace abajo, las bendiciones de padre y madre” (49:25). Así vemos que el Amor de Dios de hecho está en cada dimensión de la vida, y en cada aspecto de la conciencia; nunca separado de nosotros. Al final de esta porción, nuevamente José no es reconocido por sus hermanos:

“Y cuando los hermanos de José vieron que su padre había muerto, dijeron, ‘Y si José nos odiase, y se desquita de la maldad que le hicimos’?” (50:15), “Y José lloró cuando ellos le hablaron a él” (50:17), “Y José les dijo, ‘No temáis, ¿estoy yo en vez del Eterno’?” (50:19). Aquí vemos que el lugar de Amor es Dios, y es el lugar que debemos conocer, reconocer y abrazar. Amor es el lugar que también añora que estemos con nuestro Creador, a veces llorando a gritos y a veces en silencio.

La haftará para esta última porción del Génesis hace un paralelo entre las bendiciones finales de Jacob, y la bendición de David a Salomón antes de morir: “Que el Eterno continúe Su palabra que habló concerniente a mí, diciendo, ‘Si tus hijos atienden su camino, de andar ante Mí en la Verdad con todo su corazón y con toda su alma, ellos no te fallarán’; dijo Él, ‘un hombre en el trono de Israel’.” (I Reyes 2:4) Esta es la promesa del Amor de Dios y Su manifestación cuando nos apegamos a Él.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.