domingo, 13 de febrero de 2011

Parshat Ki Tisá: Entre las Fantasías de Ego y la Verdad de Amor

Cuando cuentes la cabeza [la suma total] de los hijos de Israel según sus números, cada uno ofrendará para el Eterno una expiación de su alma cuando sean contados; entonces no habrá plaga entre ellos cuando sean contados” (Éxodo 30:12). Nuestros Sabios enseñan que este nuevo censo de los israelitas está relacionado con los sucesos que ocurrieron en esta porción de la Torá, los cuales son las instrucciones finales de la construcción del Santuario (Tabernáculo), la transgresión del becerro de oro, y los atributos de misericordia del Creador.

Este censo en particular involucra la contribución individual de medio shékel de plata por cada adulto para los cimientos del Santuario. Esto representa dos objetivos: ser conscientes de que como individuos somos incompletos (mitades), porque nuestra totalidad sólo se logra en la unidad con el Creador; y que tenemos que ofrecer nuestro ser individual (la mitad que somos) para los cimientos de lo que simboliza la unidad con Dios, el Santuario, como el más elevado conocimiento de Él.

El versículo “El rico no dará más y el pobre no dará menos de medio shékel cuando den la ofrenda al Eterno para expiar por sus almas” (30:15) nos señala que ofrendamos la totalidad de nuestro ser que no es ni más ni menos de lo que somos y poseemos como rasgos y cualidades que nos hacen individualmente únicos. Es esta la totalidad que elevamos al Creador para ser expiados (transformados) por Su Amor. Este proceso ocurre cuando abrazamos Sus caminos y atributos en el mundo material. Después de las instrucciones finales para la construcción del Santuario y su unción, se repite un recordatorio: “(…) '¡Guardaréis Mis Shabats! Porque es una señal entre Yo y vosotros a través de vuestras generaciones, para que sepáis que Yo, el Eterno, os santifico. Así guardaréis los hijos de Israel el Shabat, para hacer del Shabat un Pacto eterno a través de sus generaciones'.” (31:13-17). El recordatorio no sólo nos advierte de la preeminencia del Shabat como la ausencia de las labores relacionadas con la construcción del Santuario, sino para enseñarnos que en él somos Uno con el Creador, y ello nos hace sagrados.

Tras este preámbulo la narración prosigue con la rebelión de las bajas emociones, pasiones e instintos, instigadas por el ego contra el más alto conocimiento del Creador en nuestra conciencia, representado por Moisés y Aarón. Todos los milagros acontecidos para la liberación de la esclavitud de las ilusiones de ego fueron olvidados, y reemplazados por esas mismas ilusiones: “Ellos rápidamente se han apartado del camino que Yo les mandé, ¡se han hecho para ellos un becerro fundido! Y ellos se han prostrado ante él, ofrendado sacrificios a él, y dijeron: 'Estos son tus dioses, oh Israel, que te sacaron de la tierra de Egipto'.” (32:8).

El poder de ego, que proviene de nuestro Creador, existe para servirle a Él pero ello depende de nuestro libre albedrío, de las decisiones que tomamos cada momento: seguir nuestros deseos materialistas o los modos y atributos de Amor. Ante esta disyuntiva nuestro mayor conocimiento de Su Presencia es el responsable de conducir todos los aspectos de la conciencia en Su dirección.

Moisés dijo a Aarón: '¿Qué te hizo este pueblo que has traído sobre él un pecado tan grande?' Y él respondió: 'Que no se enoje mi señor. Tú conoces al pueblo, que son propensos a la iniquidad'.” (32:21-22) y aunque la batalla se libra en cada momento, Amor siempre prevalece cuando elegimos Sus modos y atributos. En este conocimiento permanente de Amor nos redimimos de las tribulaciones impuestas por la agenda materialista del ego. Una vez integramos todos los niveles de conciencia en el Amor de Dios y seguimos Sus caminos aparece la Redención. Esta unidad es lograda en el conocimiento de Sus atributos:

Y el Eterno pasó por delante de él [Moisés], y proclamó: 'El Eterno, el Eterno, Dios de bondad, compasión y gracia, paciente, y abundante en amorosa bondad y [abundante] en verdad; preserva amorosa bondad por miles de generaciones, perdona iniquidad y rebelión y transgresión; [aunque] y ello no exime [al transgresor] de su culpa; que ve [cómo] la iniquidad de los padres [recae] sobre los hijos, y sobre los hijos de sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación'.” (34:6-7). Tal como es ampliamente explicado en este blog, estos trece atributos de compasión Divina son inherentes al Amor del Creador hacia Su Creación.

Una vez más se nos recuerda que sólo en la unidad con el Amor de Dios, Él libera nuestra conciencia de sus expresiones potencialmente negativas, representadas por las naciones cananeas: “Cumple cuidadosamente lo que te encomiendo hoy: He aquí que Yo desalojo de ti al amorreo y al cananeo, al heteo y al perizeo, al heveo y al jebuseo. Cuídate de hacer alianza con el habitante de la tierra hacia donde vienes, porque se convertirá en un tropezadero en medio de ti. Mas derribaréis sus altares, destruiréis sus monumentos, y cortaréis sus árboles sagrados. Porque no te inclinarás ante otro dios, porque el Eterno, cuyo nombre es “el Exclusivo”, es un Dios celoso, exclusivo'.” (34:11-14).

Así que no hay lugar para fantasías ni ilusiones de ego: “No te harás dioses fundidos para ti” (34:17), para reiterar que Amor no cohabita con nada diferente a Sus modos y atributos. Los siguientes versículos (18-26) contienen Mandamientos previamente mencionados como esenciales en el Pacto de Israel y el Creador: “El Eterno dijo a Moisés: 'Escribe tú estas palabras, porque de acuerdo a estas palabras Yo he formado un Pacto contigo y con Israel'.” (34:27)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.