El
primer Mandamiento en esta porción implica una acción permanente,
en curso y continua,
la cual abarca los deberes de nuestra constante conexión con el Creador: “Y tú [Moisés] mandarás (tetzavé)
a los hijos de Israel, y tomarán para ti aceite de oliva puro,
prensado para iluminar, para encender continuamente las lámparas.
(…) como estatuto perpetuo para sus generaciones, de los hijos de
Israel" (Éxodo 27:20-21). De ahí que sea una dinámica
incesante de ser y manifestar los caminos y atributos de Dios en cada
expresión de nuestra vida.
Este Mandamiento se trata de tomar lo mejor que podemos extraer de nosotros mismos, de nuestra bondad esencial representada por el “aceite de oliva puro”, como cualidad que proviene de nuestra naturaleza material pero que al mismo tiempo la trasciende. Es el tipo de bondad libre de las fantasías e ilusiones de ego representadas por lo efímero, finito y limitado de la vida material. La bondad que queda después de esforzarnos para sobrevivir en este mundo. Ella es el “aceite” que ilumina cada aspecto de nuestra vida en lo que somos y hacemos. Esta bondad no es nada más que Amor que el Creador encomienda a Su pueblo para ser y manifestar continuamente como un decreto perpetuo.
Este Mandamiento se trata de tomar lo mejor que podemos extraer de nosotros mismos, de nuestra bondad esencial representada por el “aceite de oliva puro”, como cualidad que proviene de nuestra naturaleza material pero que al mismo tiempo la trasciende. Es el tipo de bondad libre de las fantasías e ilusiones de ego representadas por lo efímero, finito y limitado de la vida material. La bondad que queda después de esforzarnos para sobrevivir en este mundo. Ella es el “aceite” que ilumina cada aspecto de nuestra vida en lo que somos y hacemos. Esta bondad no es nada más que Amor que el Creador encomienda a Su pueblo para ser y manifestar continuamente como un decreto perpetuo.
Es
significante que estos versículos sean el preámbulo para presentar
a quien es el servidor permanente del
Creador de todo: “Y harás vestimentas sagradas para tu hermano
Aarón, para gloria y esplendor. (…) para consagrarlo, para que Me
sirva de sacerdote” (28:2-4). Como hemos mencionado anteriormente, el
Sumo Sacerdote Aarón representa la conexión permanente con Dios, porque de esa conexión depende la gloria y el esplendor con
los que nos consagramos a nosotros mismos. Esta conexión
es
el medio para servir a nuestro Creador. Otra vez reiteramos
que todos los
aspectos, niveles, y dimensiones de nuestra conciencia -- en su
estado refinado -- son las cualidades para vestir esta conexión: “Y
tomarán el oro, el azul, el púrpura, el escarlata, y el lino (…)”
(28:5).
En
este conocimiento, “(…) Aarón llevará en sus dos hombros los
nombres de ellos [los hijos de Israel] ante el Eterno como recuerdo”
(28:12, 29-30). Este proceso culmina con la elevación de toda la
conciencia procurando nuestra unidad con el Creador. Esta elevación
incluye la re-dirección del ego (el cordero, el becerro, el macho
cabrío) hacia el servicio del Creador: “y harás que todo el
cordero se eleve en humo sobre el altar; es una ofrenda de fuego
hecha para el Eterno; es un espíritu de satisfacción, una ofrenda
de fuego al Eterno.” (29:18, 25; 29:41).
Nuevamente
se nos recuerda hacer esto de manera continua y permanente: “Por
siete días expiarás sobre el Altar, y lo consagrarás. Y el altar
será sacrosanto. Todo lo que toque el Altar será sagrado” (29:37) y en este conocimiento, lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos
se vuelve sagrado. Recordemos que fuimos hechos del Amor de Dios, y
por Su Amor a nosotros y a Su Creación. La presencia central del
Sumo Sacerdote como el eje de nuestra conciencia es nuestro vehículo
para retornar al Creador. En este conocimiento de Amor llenamos de
espiritualidad nuestra vida y el mundo material, creando así un
lugar para que Él habite entre nosotros.
Nuestros
Sabios nos convocan a ser y manifestar esta conexión constante con
el Amor del Creador: “Sed de los discípulos de Aarón, un amante
de la paz, procurador de la paz, aquel que ama las criaturas y las
acerca a la Torá" (Pirké Avot 1:12).
La conciencia de Amor nos conduce a la paz, y mediante Amor venimos a la Presencia Divina (en el Santuario) para vivir en Sus caminos: “Ahí Yo Me reuniré con los hijos de Israel, y será consagrado para Mi gloria. Yo consagraré el Santuario y el Altar (…) Yo moraré entre los hijos de Israel y Yo seré su Dios. Ellos sabrán que Yo, el Eterno, soy su Dios que los saqué de la tierra de Egipto para que Yo pueda morar en ellos; Yo soy el Eterno, su Dios" (Éxodo 29:43-46).
La Gloria de Dios es el Amor de Dios, y cuando vivimos en Su Amor Él también vive en nosotros. En este punto de nuestra conciencia de Unidad con el Creador reconocemos plenamente que Él es nuestro Dios que nos libera de la esclavitud del apego a las fantasías e ilusiones materialistas de ego.
La conciencia de Amor nos conduce a la paz, y mediante Amor venimos a la Presencia Divina (en el Santuario) para vivir en Sus caminos: “Ahí Yo Me reuniré con los hijos de Israel, y será consagrado para Mi gloria. Yo consagraré el Santuario y el Altar (…) Yo moraré entre los hijos de Israel y Yo seré su Dios. Ellos sabrán que Yo, el Eterno, soy su Dios que los saqué de la tierra de Egipto para que Yo pueda morar en ellos; Yo soy el Eterno, su Dios" (Éxodo 29:43-46).
La Gloria de Dios es el Amor de Dios, y cuando vivimos en Su Amor Él también vive en nosotros. En este punto de nuestra conciencia de Unidad con el Creador reconocemos plenamente que Él es nuestro Dios que nos libera de la esclavitud del apego a las fantasías e ilusiones materialistas de ego.
En
este contexto nuestro Amor, que es la manifestacion material del Amor
de Dios, se convierte en el más sagrado de los conocimientos en
nuestra conciencia. Es con este conocimiento que reconstruimos a
Jerusalén y su Templo, como los pasos necesarios para invitar a la
conciencia mesiánica en cada aspecto de nuestra identidad individual
y colectiva, como el vehículo hacia nuestra Redención final.
La porción termina mencionando otra vez el encendido de las lámparas en el Santuario, esta vez acompañado de la quema de especias para reafirmar nuestra conexión permanente con el Creador: “Y cuando Aarón encienda las luces al anochecer, él hará que se eleve en humo, un incienso continuo ante el Eterno por [todas] sus generaciones” (30:8). Este versículo precede a los finales que se refieren a Yom Kipur como el día de las sagradas convocaciones en las que nos unimos colectivamente a Él, porque “es sagrado para el Eterno” (30:10).
La porción termina mencionando otra vez el encendido de las lámparas en el Santuario, esta vez acompañado de la quema de especias para reafirmar nuestra conexión permanente con el Creador: “Y cuando Aarón encienda las luces al anochecer, él hará que se eleve en humo, un incienso continuo ante el Eterno por [todas] sus generaciones” (30:8). Este versículo precede a los finales que se refieren a Yom Kipur como el día de las sagradas convocaciones en las que nos unimos colectivamente a Él, porque “es sagrado para el Eterno” (30:10).