domingo, 30 de enero de 2011

Parshat Terumá: Elevando la Vida al Amor de Dios

Habla a los hijos de Israel para que ellos tomen para Mí una ofrenda (terumá) [lit. elevación] de cada persona cuyo corazón le inspire generosidad, vosotros tomaréis Mi ofrenda.” (Éxodo 25:2). Nuestros Sabios cuestionan esta petición del Creador considerando que Él es el dueño y amo de toda Su Creación, y concluyen que Su pedido se trata de nuestra relación con Él. Entonces esta ofrenda es algo que nosotros tenemos que elevar a Él. Esta elevación es necesaria porque, proviniendo del mundo material, tiene que ser sublimada para llegar a Él. Aquí llamamos a esa sublimación ser y manifestar los caminos y atributos de Dios, mediante los cuales lo concebimos y nos relacionamos con Él.

Hacemos esto cuando todos los aspectos, niveles y dimensiones de nuestra conciencia actúan de acuerdo a esos caminis y atributos. El Amor de Dios es nuestra Esencia, y es a través de ella que podemos relacionarnos y comunicarnos con el Creador. De ahí que Amor es el medio y el mensaje en nuestros corazones, que nos inspira a ser generosos para elevar nuestras vidas en Su Amor como la ofrenda que Él espera de nosotros.

¿Es acaso esta ofrenda algo etéreo y abstracto como es nuestra Alma para poder ser elevada a Él? No realmente, porque casa aspecto, nivel y dimensión de nuestra existencia es tan espiritual como nuestra propia Alma. El Creador quiere que seamos conscientes de esto. Es por ello que Él nos pide que todas y cada una de las partes de nuestro ser sean elementos esenciales en nuestra ofrenda, en nuestra elevación para llegar a ser Uno con Él: Y esta es la ofrenda que tú [Moisés] tomarás de ellos: oro, plata y cobre (…)” (25:3-7).

Nuestros Sabios revelan que los artículos mencionados en esos cinco versículos representan características y cualidades de cada aspecto de nuestro ser. Oro simboliza el más alto nivel de conciencia, el Alma mediante la cual concebimos y comprendemos al Creador. Plata representa nuestra conciencia del mundo material, y el vehículo para asimilar los caminos y atributos del Creador. Cobre simboliza las emociones, pasiones e instintos ligados al aspecto físico de la vida.

De manera similar, “azul, púrpura y escarlata, y lino fino, y pelaje de cabra” (25:4) representan inspiración espiritual, pensamientos materiales creativos, emociones revitalizantes, sentimientos, y pasiones. En este contexto Alma, mente y corazón abarcan múltiples niveles y dimensiones inherentes a su propia naturaleza. Todos estos, de los hijos de Israel, son convocados por el Creador para que asciendan a Él: “Y ellos Me harán un Santuario, y Yo moraré entre ellos [lit. en ellos]” (25:8).

El Santuario o Tabernáculo logra un doble propósito, porque al elevar nuestras vidas al Creador simultáneamente cumplimos Su deseo de morar (de ser revelado) en las dimensiones inferiores del mundo material. Nuestros Sabios místicos enseñan que esta, en su totalidad, es la tarea del hombre en este mundo: revelar la ocultada Presencia Divina en cada aspecto y dimensión de Su Creación. Después de todo, Su Presencia lo ocupa todo, y es nuestra misión hacerla tangible para nosotros con el fin de proclamar Su Unidad.

Este es el profundo significado de Su declaración “y Yo moraré en ellos”: dentro de cada uno de nosotros y también en la realidad que nos rodea. El Santuario representa el mayor conocimiento de y nuestra conexión con Él, y la Torá en su interior es el vehículo para unirnos a Él: Y colocarás dentro del Arca el Testimonio [la Torá], que Yo te daré” (25:16, 21). Una vez la conexión es establecida, “Yo arreglaré Mis encuentros contigo ahí, y Yo hablaré contigo, (…) todo lo que Yo te encomiende para los hijos de Israel” (25:22).

Hemos mencionado en comentarios anteriores que es Moisés quien simboliza nuestro mayor conocimiento del Creador, y es sólo a través de este que podemos comunicarnos con Él. En esta capacidad es Moisés quien dirige la construcción del Santuario, guiando todos los aspectos de la conciencia (los hijos de Israel) hacia ese propósito. Uno de los elementos fundamentales de este conocimiento es la manifestación de la conciencia Divina como la Luz que conduce nuestra vida, y nuestros deberes y tareas en cada aspecto de nuestra relación con el mundo material: “Y harás una menorá [candelabro] de oro macizo (...)” (25:31).

Oro macizo la forma de asimilar la prístina cualidad de nuestro conocimiento del Creador. Pero tengamos presente que plata y cobre también son partes fundamentales en la construcción del Santuario, porque no solamente estamos hechos con Alma sino también con cuerpo, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos, que simbolizan la plata y el cobre de nuestro ser.

Todo el capítulo 27 del libro del Éxodo está dedicado a destacar el cobre como el metal de la base del Altar donde descansa el Arca del Testimonio, y también es el metal para sus utensilios. Esto igualmente es enfatizado más adelante en el último versículo de la parshá: “Todos los implementos del Santuario para toda su labor, y todas sus clavijas, y todas las clavijas de la terraza [deberán ser hechas de] cobre" (27:19).

Seamos conscientes de que además de nuestra Alma e intelecto, el cuerpo está mayormente dominado por los sentidos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos que no podemos dejar de lado o separarlos de nosotros. Ellos son claramente las bases, los cimientos en los que se sostiene nuestra conciencia superior. Como tales, debemos integrarlos bajo la conducción de los modos y atributos de Amor como una unidad armónica funcional que necesitamos conectar con nuestro Creador.

Algunos de nuestros Sabios místicos aconsejan que en vez de combatir las tinieblas debemos crear Luz, así como es un Mandamiento encender la menorá todos los días en el Santuario. Vivir en la Luz del Amor de Dios es la manera de crear un lugar para que Él more en el mundo. La haftará correspondiente a esta porción nos recuerda cómo hacerlo: “(…) si caminas en Mis estatutos, y ejecutas Mis ordenanzas, y guardas todos Mis Mandamientos para que camines en ellos; entonces Yo pondré Mi palabra en ti, la que hablé a David, tu padre. Y Yo moraré entre los hijos de Israel, y Yo no olvidaré a Mi pueblo, Israel” (I Reyes 5:12-13).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.