domingo, 23 de enero de 2011

Parshat Mishpatim: Las Leyes del Amor de Dios

Esta porción es la continuación inmediata de la entrega de los Diez Mandamientos, y sus leyes nos recuerdan que todo en este mundo material se trata de cómo nos relacionamos con el prójimo y con la Creación de Dios: Y estas son las leyes (mishpatim) que tú [Moisés] establecerás ante ellos [los hijos de Israel]” (Éxodo 21:1). En la Unidad que es Él, y la cual debemos comprender, todo en Su Creación está integrado y relacionado con cada aspecto y dimensión que la abarca. Cumplir con estas leyes es parte esencial de nuestra conexión con el Creador. Ciertamente hay significados internos sobre cómo nos relacionamos con el mundo material que tal vez no asimilemos completamente, pero es fundamental seguir esas leyes tal como las explican y enseñan nuestros Sabios a través de la historia de Israel.

Si comprases un esclavo hebreo (...)” (21:2). Con frecuencia hemos dicho que los hijos de Israel, en sus facetas y cualidades multidimensionales, conforman una unidad que refleja la Unidad mayor que es el Creador. En esta identidad integradora de unidad espiritual, nosotros como judíos no estamos esclavizados a nada ni a nadie diferente a nuestra identidad común.

Esto significa que tenemos que servirnos unos a otros dentro de nuestra realidad y destino comunes. Somos imagen y semejanza del Creador, y nuestra existencia debe reflejar Sus modos, atributos y acciones. Nuestros Sabios explican que los años de servidumbre corresponden a los seis días de la Creación, en los que también debemos crear bondad y abundancia en el mundo material para alcanzar la máxima conciencia del Amor de Dios en el séptimo día, el Shabat.

Hubo períodos de esclavitud o servidumbre dentro del pueblo de Israel derivados de circunstancias en las que nuestros Sabios dicen que no todos estaban cumpliendo sus responsabilidades hacia ellos mismos, sus prójimos, y las leyes de la Torá. Esta falta de compromiso conduce a transgresiones que únicamente pueden ser corregidas mediante guía y educación “forzadas” al pueblo. Es así por su bienestar general con el fin de preservar la unidad de su paz, Amor y concordia.

Debemos comprender la esclavitud o servidumbre hebreas dentro del pueblo de Israel como un mecanismo social educativo para garantizar el Pacto permanente con el Creador. De acuerdo con nuestros Sabios, la intención tanto de la Torá Oral como de la Torá Escrita es forjar en cada judío (prescindiendo de su condición social, económica o educativa) el máximo conocimiento y la más elevada conciencia del Creador. Esto en aras de su apego individual y colectivo a Dios, mediante Sus caminos y atributos.

En estas leyes o decretos, compensación es la expresión primordial de cuidado y protección exigidos como consecuencia de cualquier tipo de transgresión de una persona contra otra. Todas las formas de represalia o venganza están completamente prohibidas, ya que son precisamente lo opuesto a lo que representa una compensación. De la misma manera, prestar dinero sin intereses a otro judío también debe ser entendido más allá de su aspecto material monetario.

Prestar dinero debe equivaler a ofrecer amor fraternal hacia aquellos que han agotado su amor propio, su auto-estimación, y auto-respeto. Como hemos indicado, vivir en las tinieblas de fantasías e ilusiones materiales es la manera más común de dilapidar Amor en nuestras vidas. Amor es lo que sustenta todas nuestras aspiraciones espirituales y materiales, incluyendo los deseos de ego potencialmente negativos.

Amor es el principal “capital” que el Creador nos confía, porque es la manifestación material de Su Amor que Él nos da para sustentar nuestra vida en este mundo. Por lo tanto tenemos que cuidar ese “capital”, y agrandarlo invirtiendo en este los caminos y atributos del Creador. Estos son las buenas acciones, contribuciones fructíferas y tareas edificantes, al igual que pensamientos, palabras y actos positivos para nuestro bienestar individual y colectivo.

Este es el “capital” que tenemos que prestar libre de condiciones o ataduras, porque Amor es la riqueza con la que revitalizamos el corazón y el alma, tanto nuestros como de nuestro prójimo. Este Amor es igualmente devuelto por quien lo recibe a quien lo da, como el proceso dinámico que el Creador concibió para nosotros, ya que debemos devolver a Él lo que es Suyo. En este caso se trata del mismo Amor con el que Dios nos creó.

Entendamos que se trata de ser y manifestar los atributos de Amor por nuestro propio bien y por el bien del prójimo agobiado por el peso de sus ilusiones materiales. Entonces Amor es su Redentor, el mismo que libera de lo que representa Egipto y nos saca de ahí con las riquezas que representan nuestro conocimiento del Amor de Dios. Nuestro Amor de unos hacia otros es la liberación de las tinieblas, y es la fuerza y el sustento que mantienen nuestro bienestar material y espiritual.

En este proceso no debemos vender nuestra conciencia a la idolatría de las ilusiones de ego, sino que debemos vivir en los modos y atributos de Amor como la revitalización dinámica que son: “No te inclinarás ante sus dioses, y no los servirás, y no harás como ellos hacen; sino que los quebrantarás totalmente, y destruirás todos sus altares.” (23:24).

Esto es reiterado previamente: “Y en todo lo que os he dicho seréis conscientes, y los nombres de los dioses de otros no pronunciaréis ni se oirán de vuestra boca.” (23:13) porque el Amor de Dios es nuestra vida y sustento a través de Sus bendiciones: “Mas serviréis al Eterno vuestro Dios, y Él bendecirá tu pan y tu agua, y Yo quitaré toda enfermedad en medio de ti.” (23:25)

La porción termina con estos dos versículos: “Y la aparición de la Gloria del Eterno era como un fuego devorador en la cumbre del monte para los ojos de los hijos de Israel. Y Moisés vino dentro de la nube, y subió al monte, y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.” (24:17).

La gloria Divina es descrita aquí como un fuego devorador, porque con el Amor de Dios podemos “devorar” y destruir las ilusiones del mundo material. Esto lo podemos lograr mediante el conocimiento del Creador, representado por Moisés, el cual le permite “subir” y estar en conexión permanente con Dios.

Alegóricamente, tenemos que ascender a la cumbre del monte, a nuestro más elevado nivel de conocimiento del Creador, para poder “ver” y “conocer” a Dios. Así permitir que Su fuego transforme cada aspecto, nivel y dimensión de nuestra existencia con el fin de realizar nuestro destino colectivo de crear un lugar en este mundo material para que el Creador habite entre nosotros.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.