domingo, 2 de enero de 2011

Parshat Bo: Libertad como Nuestro Destino

Nuestros Sabios discuten ampliamente el uso de “ven” en vez de “ve” al faraón, y concluyen que “ven” implica que Moisés lo haría acompañado por el Creador de todo: “El Eterno dijo a Moisés: ‘Ven (Bo) al faraón, porque he endurecido su corazón y el corazón de sus sirvientes, para que Yo traiga Mis señales entre ellos’.” (Éxodo 10:1).

De hecho no hay otra manera de ir o venir a ninguna parte o hacia algo con lo que no tenemos el poder de transmutar o transformar, ya que cualquier poder posible proviene únicamente del Creador. Tratar con el ego no es la excepción. Al igual que nuestros instintos básicos, el ego es uno de los aspectos más complejos de nuestra conciencia que no podemos controlar completamente. No se trata de controlarlos sino de dirigirlos hacia nuestro bienestar individual y colectivo. Es en esos aspectos que especialmente necesitamos la compañía y conducción de los caminos y atributos del Creador.

Nuestros Sabios explican que el “endurecimiento” del corazón del faraón es lo que en la psiquiatría contemporánea se llama “la pérdida del libre albedrío”: cuando uno es incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Se trata de un punto crítico en la conciencia cuando uno solamente percibe negatividad, y se hace daño a sí mismo y a los demás porque no puede ver absolutamente nada bueno. Es el resultado de patrones de percepción y de comportamiento que conllevan a una actitud parcializada ante la realidad.

La lección para aprender de este pasaje bíblico no es fácil de asimilar, ya que involucra una comprensión de la dinámica de nuestra relación con el Creador y Su Creación. La pérdida del libre albedrío, como impedimento para percibir, tiene que ser de hecho extrema para no poder hacer una clara diferencia entre oscuridad y Luz. Dicho de otro modo, las tinieblas deben ser suficientemente obscuras para llegar a reconocer completamente la Luz cuando esta se manifiesta totalmente.

El mensaje primordial aquí es que tenemos que estar acompañados del Amor de Dios para enfrentar nuestras ilusiones materiales y aspectos potencialmente negativos de la conciencia, simplemente porque no podemos hacerlo con nuestra comprensión humana. Hay fantasías e ilusiones materiales que están demasiado lejos de nuestro control, y ese es el riesgo que uno toma al dejar que su ego esté en "control" de esas ilusiones. Por lo tanto el Creador “endureció” los corazones del faraón y sus sirvientes para enseñarnos que Él está a cargo y en control de Su Creación. De ahí que lo haga a Su manera y no a la manera del ego: “(…) y para que tú se lo cuentes a los oídos de tus hijos, y al hijo de tu hijo, las cosas que Yo hice en Egipto y Mis señales entre ellos, y para que sepáis que Yo soy el Eterno” (10:2).

Nuestra tradición oral nos cuenta que cuatro quintas partes de los israelitas perecieron en la oscuridad del egoísmo que no les permitió ver ni ayudar a los necesitados en su entorno: “Ninguno vio a su prójimo, y nadie se levantó de su lugar por tres días, pero todos los hijos de Israel tenían Luz en sus moradas” (10:23).

Egoísmo en su más turbia expresión es un asesino despiadado de lo que consideramos amado y preciado en nuestra conciencia. La historia del Éxodo es ciertamente la confrontación entre oscuridad total y Luz total, sin ningún espacio para penumbras ni “grises”. Es la una o la otra, tal como lo estipula la ética del judaísmo.

Es por ello que Moisés no cedió ante las peticiones del faraón: “Pero Moisés dijo: ‘También tú harás sacrificios y ofrendas en nuestras manos, y los haremos al Eterno nuestro Dios. Y también nuestro ganado irá con nosotros; ni una sola pezuña se quedará, porque de ellos hemos de tomar para adorar al Eterno nuestro Dios’ (…)” (10:25-26).

Sin excepciones, todos los aspectos, rasgos y dimensiones de nuestra conciencia (superiores e inferiores) deben estar juntos bajo la conducción de los modos y atributos del Creador. Esto ocurre cuando permitimos que (Moisés) nuestro más elevado conocimiento de Dios guíe nuestra conciencia en consonancia con Él: “Entonces el Eterno favoreció al pueblo ante los ojos del faraón, también el varón Moisés fue altamente estimado ante los ojos de los sirvientes del faraón, y ante los ojos del pueblo” (11:3).

Una vez más se nos recuerda que cada aspecto de la Creación de Dios está bajo Su voluntad. “Este mes encabezará para vosotros los demás meses, será el primero de los meses del año” (12:2). Este Mandamiento se suma a nuestros rezos diarios para recordar nuestra salida y redención de Egipto. También como recordatorio de que cada momento de nuestra vida tenemos que elegir entre continuar bajo la esclavitud de las ilusiones materialistas de ego, o salir de ellas mediante la Redención que únicamente el Amor de Dios puede darnos en medio de nuestras peores tribulaciones.

Es el recordatorio de debemos tener siempre presente en nuestros corazones y almas: “Y este día será como una conmemoración, y lo celebraréis como una festividad para el Eterno, a través de todas las generaciones, lo celebraréis como un decreto eterno” (12:14). Humildad está representada por el pan sin levadura que comieron nuestros ancestros en su transición de las tinieblas hacia la Luz: “Y observaréis [la festividad de] el pan sin levadura, porque en ese preciso día saqué vuestras multitudes de Egipto (…), no comeréis ninguna cosa con levadura, en todas vuestras moradas comeréis pan sin levadura” (12:17-20) y nuevamente nos es recordado (13:3-7).

El pan sin levadura es reiterado como el símbolo esencial de la manera como abandonamos la tierra del mayor egoísmo y el más denso materialismo: “Y contarás a tu hijo en ese día, diciendo: ‘Debido a esto, el Eterno hizo por mí cuando salí de Egipto’.” (13:8).

La porción concluye haciéndonos conscientes de lo que significa nuestro nexo con el Creador: “Y será para ti como señal sobre tu mano, y como filacteria entre tus ojos, porque con mano fuerte el Eterno nos sacó de Egipto” (13:16), porque el Amor de Dios es el que nos saca de las tinieblas hacia Su Luz.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.