Nuestros
Sabios se preguntan por qué esta porción es llamada Yitro,
considerando que en ella son presentados los Diez Mandamientos junto
a la Torá para los hijos de Israel: “Y
oyó Yitro,
sacerdote de Midián, suegro de Moisés, todas las cosas que el
Eterno había hecho con Moisés y con su pueblo, y cómo el Eterno
había sacado a Israel de Egipto.” (Éxodo
18:1) y
explican, entre otras cosas, que la Torá fue dada a los hijos de
Israel y a los conversos que se les unieron incluyendo a Yitro, quien
dijo: “Ahora sé que el Eterno es más grande que todas las
deidades, por lo que se ensoberbecieron [el faraón y los egipcios]
sobre ellos.” (18:11). En este contexto Yitro es
considerado la personificación de la conciencia idólatra que
después reconoce la Unidad del Creador.
“En
el tercer mes de la salida de los hijos de Israel de Egipto, en este
día vinieron al desierto de Sinaí” (19:1). Nuestros Sabios
explican que siete semanas tenían que pasar antes de la entrega de
la Torá, como un período de auto-purificación en el que los hijos
de Israel refinaron y redirigieron todos los aspectos, niveles y
dimensiones de la conciencia que habían estado subyugados bajo el
dominio del faraón (ego) y la esclavitud en Egipto (el apego a bajas
pasiones e instintos). Luego de este auto-refinamiento aconteció el
suceso de mayor trascendencia en la conciencia e historia judías, el
abrazo entre el Creador y Su Pueblo elegido. Un suceso en el que la
Torá establece esa conexión, esa Unidad con
Él: “Yo soy el Eterno, tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de la casa de esclavitud.” (20:2).
Esta
es una de las declaraciones fundamentales con la que el judaísmo
reconoce y proclama que solamente el Creador es, y
que Su Creación existe debido a Él y está sustentada por Él; por
lo tanto Él es nuestro
Dios. También debemos comprender esta declaración en el contexto en
que está escrita, que es Él quien nos saca de la esclavitud bajo
el dominio
de ego y sus ilusiones hacia Su realidad,
que es la única y verdadera.
El
segundo Mandamiento, al igual que los restantes del Decálogo,
son una
obvia consecuencia del primero: “No tendrás dioses de otros
en Mi Presencia. No te harás para ti una imagen tallada o nada
parecido a lo que está en los Cielos arriba, a lo que está en la
Tierra abajo, o en el agua bajo la tierra. No te inclinarás ante
ellas ni las adorarás; porque Yo, el Eterno tu Dios, soy un Dios
celoso que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta
la tercera generación de aquellos que Me odian; y doy amorosa
bondad a
millares, a aquellos que Me aman y guardan Mis Mandamientos.”
(20:2-5).
De aquí sabemos que el Creador es nuestra única realidad, y que debemos conocerlo a través de Su Torá y Sus Mandamientos. Como hemos mencionado antes, es un Dios celoso (exclusivo) porque Su Amor no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Y está enfatizado otra vez: “No haréis [imágenes ni nada] de Mí. Dioses de plata ni de oro haréis para vosotros.” (20:19). No debemos crear fantasías individuales ni colectivas para nosotros, basadas en deseos materialistas de ego.
De aquí sabemos que el Creador es nuestra única realidad, y que debemos conocerlo a través de Su Torá y Sus Mandamientos. Como hemos mencionado antes, es un Dios celoso (exclusivo) porque Su Amor no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Y está enfatizado otra vez: “No haréis [imágenes ni nada] de Mí. Dioses de plata ni de oro haréis para vosotros.” (20:19). No debemos crear fantasías individuales ni colectivas para nosotros, basadas en deseos materialistas de ego.
“No
tomarás el Nombre del Eterno, tu Dios, en vano; porque el Eterno no
dará como inocente a quien tome Su Nombre en vano.” (20:6). ¿Cómo
podemos darnos el lujo de adulterar o transgredir la Esencia que es
el Nombre por el que fuimos creados y sustentados? Recordemos que
somos responsables de la vida que se nos ha dado, y del Amor Divino
que la concibió al igual que a toda Su Creación.
“Recuerda
el día del Shabat para santificarlo. Seis días podrás trabajar y
realizar toda tu labor, pero el séptimo día es un Shabat para el
Eterno, tu Dios; no realizarás ninguna labor, tú, tu hijo, tu hija,
tu sirviente, tu sirvienta, tu bestia, ni el forastero que esté en
tus ciudades. Porque [en] seis días el Eterno hizo los Cielos y la
Tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y Él descansó en el
séptimo día. Por lo tanto, el Eterno bendijo el día del Shabat y
lo santificó” (20:7-10). Hemos mencionado en comentarios anteriores
que el Creador, el Shabat, la Torá e Israel son Uno. Como
co-creadores con el Eterno emulamos Sus modos y
atributos, incluyendo laborar seis días de la semana siendo y
haciendo Sus Mandamientos para preparar nuestra llegada a Su
Presencia y Unidad en ese día especial de descanso.
“Honrarás
a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen en la
tierra que el Eterno, tu Dios, te da.” (20:11). Otra vez la vida es
señalada para ser honrada y respetada mediante aquellos que nos la
dieron. Nuestros Sabios místicos enseñan que padre y madre
representan sabiduría y entendimiento respectivamente, y los hijos
representamos conocimiento como la síntesis de ambos. Igualmente,
nuestros padres también representan las tradiciones, legados y
herencia que hemos recibido de nuestros ancestros y Patriarcas, de
ahí que debamos honrarlos.
Este Mandamiento está claramente relacionado con nuestra
vida dentro de
la Tierra que Dios nos ha dado, la cual incluye no sólo nuestra
historia sino nuestra unificación con Él.
“No
matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No dirás falso
testimonio contra tu prójimo” (20:12). Nuestros Sabios dicen que
los primeros cinco Mandamientos están vinculados a nuestra relación
con Dios, y los cinco restantes a nuestra relación con el
prójimo. Destacan además
que en realidad todos ellos están relacionados con el Creador, ya
que fuimos creados a Su imagen y semejanza.
El asesinato niega la vida que es dada y sustentada por el Amor de Dios como Su verdadera realidad manifiesta. El adulterio es una de las formas de idolatría con la que uno vive en su ilusión individual en vez de la verdadera realidad del Amor de Dios. Robar cae en la misma categoría en la que el sentimiento de carencia conduce a tomar lo que no es propio. Como hemos dicho muchas veces, el sentimiento de carencia es la manifestación de nuestra separación de la Unidad que es el Amor de Dios; y la misma equivale a tomar Su Nombre en vano.
El asesinato niega la vida que es dada y sustentada por el Amor de Dios como Su verdadera realidad manifiesta. El adulterio es una de las formas de idolatría con la que uno vive en su ilusión individual en vez de la verdadera realidad del Amor de Dios. Robar cae en la misma categoría en la que el sentimiento de carencia conduce a tomar lo que no es propio. Como hemos dicho muchas veces, el sentimiento de carencia es la manifestación de nuestra separación de la Unidad que es el Amor de Dios; y la misma equivale a tomar Su Nombre en vano.
Debemos
ser constantemente conscientes de nuestra nexo permanente con
el Creador, como un conocimiento tanto individual como colectivo.
Ello incluye vivir en esta Verdad para nosotros y los demás, sin
permitir que pensamientos negativos nos hagan caer en las fantasías
e ilusiones de ego, que pueden conducirnos a dar
falsos testimonios contra
el prójimo.
“No
codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu
prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, ni nada que
pertenezca a tu prójimo.” (20:13). Nuevamente se nos recuerda estar
eternamente celosos y vigilantes de nuestra conexión con el Creador,
y tampoco permitir ningún pensamiento, emoción o sentimiento de
carencia. En nuestro
conocimiento del Amor de Dios la vida nos es dada para vivirla en Sus
caminos y atributos, tal como está escrito en esta porción, y
reiterado muchas veces en la Torá: “Pero Moisés dijo al
pueblo, 'No
temáis, porque el Eterno ha venido para exaltaros, para que os
maravilléis de Él en vuestros rostros, con el fin de que
no pequéis'.” (20:16).
Como
lo mencionamos muchas veces, “pecado” es la elección que hacemos en vez de vivir en los
caminos y atributos de Amor. Amor es bondad, y fuimos creados por el
Amor de Dios con todas Sus
bendiciones: “(…) en todo lugar que se recuerde Mi Nombre, vendré
a ti y Te bendeciré.” (20:20).