domingo, 16 de enero de 2011

Parshat Yitro: Los Mandamientos en el Amor de Dios

Nuestros Sabios se preguntan por qué esta porción es llamada Yitro, considerando que en ella son presentados los Diez Mandamientos junto a la Torá para los hijos de Israel“Y oyó Yitro, sacerdote de Midián, suegro de Moisés, todas las cosas que el Eterno había hecho con Moisés y con su pueblo, y cómo el Eterno había sacado a Israel de Egipto.” (Éxodo 18:1) y explican, entre otras cosas, que la Torá fue dada a los hijos de Israel y a los conversos que se les unieron incluyendo a Yitro, quien dijo: “Ahora sé que el Eterno es más grande que todas las deidades, por lo que se ensoberbecieron [el faraón y los egipcios] sobre ellos.” (18:11). En este contexto Yitro es considerado la personificación de la conciencia idólatra que después reconoce la Unidad del Creador.

En el tercer mes de la salida de los hijos de Israel de Egipto, en este día vinieron al desierto de Sinaí” (19:1). Nuestros Sabios explican que siete semanas tenían que pasar antes de la entrega de la Torá, como un período de auto-purificación en el que los hijos de Israel refinaron y redirigieron todos los aspectos, niveles y dimensiones de la conciencia que habían estado subyugados bajo el dominio del faraón (ego) y la esclavitud en Egipto (el apego a bajas pasiones e instintos). Luego de este auto-refinamiento aconteció el suceso de mayor trascendencia en la conciencia e historia judías, el abrazo entre el Creador y Su Pueblo elegido. Un suceso en el que la Torá establece esa conexión, esa Unidad con Él: “Yo soy el Eterno, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.” (20:2).

Esta es una de las declaraciones fundamentales con la que el judaísmo reconoce y proclama que solamente el Creador es, y que Su Creación existe debido a Él y está sustentada por Él; por lo tanto Él es nuestro Dios. También debemos comprender esta declaración en el contexto en que está escrita, que es Él quien nos saca de la esclavitud bajo el dominio de ego y sus ilusiones hacia Su realidad, que es la única verdadera.

El segundo Mandamiento, al igual que los restantes del Decálogo, son una obvia consecuencia del primero: “No tendrás dioses de otros en Mi Presencia. No te harás para ti una imagen tallada o nada parecido a lo que está en los Cielos arriba, a lo que está en la Tierra abajo, o en el agua bajo la tierra. No te inclinarás ante ellas ni las adorarás; porque Yo, el Eterno tu Dios, soy un Dios celoso que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera generación de aquellos que Me odian; y doy amorosa bondad a millares, a aquellos que Me aman y guardan Mis Mandamientos.” (20:2-5).

De aquí sabemos que el Creador es nuestra única realidad, y que debemos conocerlo a través de Su Torá y Sus Mandamientos. Como hemos mencionado antes, es un Dios celoso (exclusivo) porque Su Amor no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos. Y está enfatizado otra vez: “No haréis [imágenes ni nada] de Mí. Dioses de plata ni de oro haréis para vosotros.” (20:19). No debemos crear fantasías individuales ni colectivas para nosotros, basadas en deseos materialistas de ego.

No tomarás el Nombre del Eterno, tu Dios, en vano; porque el Eterno no dará como inocente a quien tome Su Nombre en vano.” (20:6). ¿Cómo podemos darnos el lujo de adulterar o transgredir la Esencia que es el Nombre por el que fuimos creados y sustentados? Recordemos que somos responsables de la vida que se nos ha dado, y del Amor Divino que la concibió al igual que a toda Su Creación.

Recuerda el día del Shabat para santificarlo. Seis días podrás trabajar y realizar toda tu labor, pero el séptimo día es un Shabat para el Eterno, tu Dios; no realizarás ninguna labor, tú, tu hijo, tu hija, tu sirviente, tu sirvienta, tu bestia, ni el forastero que esté en tus ciudades. Porque [en] seis días el Eterno hizo los Cielos y la Tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y Él descansó en el séptimo día. Por lo tanto, el Eterno bendijo el día del Shabat y lo santificó” (20:7-10). Hemos mencionado en comentarios anteriores que el Creador, el Shabat, la Torá e Israel son Uno. Como co-creadores con el Eterno emulamos Sus modos y atributos, incluyendo laborar seis días de la semana siendo y haciendo Sus Mandamientos para preparar nuestra llegada a Su Presencia y Unidad en ese día especial de descanso.

Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen en la tierra que el Eterno, tu Dios, te da.” (20:11). Otra vez la vida es señalada para ser honrada y respetada mediante aquellos que nos la dieron. Nuestros Sabios místicos enseñan que padre y madre representan sabiduría y entendimiento respectivamente, y los hijos representamos conocimiento como la síntesis de ambos. Igualmente, nuestros padres también representan las tradiciones, legados y herencia que hemos recibido de nuestros ancestros y Patriarcas, de ahí que debamos honrarlos. Este Mandamiento está claramente relacionado con nuestra vida dentro de la Tierra que Dios nos ha dado, la cual incluye no sólo nuestra historia sino nuestra unificación con Él.

No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No dirás falso testimonio contra tu prójimo” (20:12). Nuestros Sabios dicen que los primeros cinco Mandamientos están vinculados a nuestra relación con Dios, y los cinco restantes a nuestra relación con el prójimo. Destacan además que en realidad todos ellos están relacionados con el Creador, ya que fuimos creados a Su imagen y semejanza.

El asesinato niega la vida que es dada y sustentada por el Amor de Dios como Su verdadera realidad manifiesta. El adulterio es una de las formas de idolatría con la que uno vive en su ilusión individual en vez de la verdadera realidad del Amor de Dios. Robar cae en la misma categoría en la que el sentimiento de carencia conduce a tomar lo que no es propio. Como hemos dicho muchas veces, el sentimiento de carencia es la manifestación de nuestra separación de la Unidad que es el Amor de Dios; y la misma equivale a tomar Su Nombre en vano.

Debemos ser constantemente conscientes de nuestra nexo permanente con el Creador, como un conocimiento tanto individual como colectivo. Ello incluye vivir en esta Verdad para nosotros y los demás, sin permitir que pensamientos negativos nos hagan caer en las fantasías e ilusiones de ego, que pueden conducirnos a dar falsos testimonios contra el prójimo. 

No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, ni nada que pertenezca a tu prójimo.” (20:13). Nuevamente se nos recuerda estar eternamente celosos y vigilantes de nuestra conexión con el Creador, y tampoco permitir ningún pensamiento, emoción o sentimiento de carencia. En nuestro conocimiento del Amor de Dios la vida nos es dada para vivirla en Sus caminos y atributos, tal como está escrito en esta porción, y reiterado muchas veces en la Torá: “Pero Moisés dijo al pueblo, 'No temáis, porque el Eterno ha venido para exaltaros, para que os maravilléis de Él en vuestros rostros, con el fin de que no pequéis'.” (20:16).

Como lo mencionamos muchas veces, “pecado” es la elección que hacemos en vez de vivir en los caminos y atributos de Amor. Amor es bondad, y fuimos creados por el Amor de Dios con todas Sus bendiciones: “(…) en todo lugar que se recuerde Mi Nombre, vendré a ti y Te bendeciré.” (20:20).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.