La
conciencia abarca diversos aspectos, niveles y dimensiones. Si no
somos capaces de integrarlos como una unidad
armónica
funcional, podemos tener dificultades para afrontar el mundo en que
vivimos. La mayoría de la gente no puede lograr tal unidad armónica
porque no es fácil conciliar mente con emociones, intelecto con
pasión, o sentimientos con instintos. Se hace aún más difícil
cuando los deseos e ilusiones de ego ocupan la mayor parte de la
conciencia. A veces la vida se reduce a un campo de eterna batalla
entre los elementos que conforman la conciencia humana.
“Y los niños [hijos] luchaban dentro de ella” (Génesis 25:22) Rashi comenta sobre este versículo diciendo que ellos luchaban por la herencia tanto del Cielo como de la Tierra. Esto lo entendemos como ocurrió en su vida adulta, cuando Jacob gana las bendiciones que lo hicieron heredero de ambos mundos. Pareciera que la lucha con su hermano era por todo o nada, como en verdad lo fue. La disputa de Esaú y Jacob comenzó aun antes de que nacieran, lo cual nos hace reflexionar en los profundos significados que ambos hermanos representan. Resulta evidente que son polos opuestos porque tienen visiones diferentes sobre el mundo material (Tierra) y el Mundo Venidero (Cielo).
Nuestro conocimiento de unidad es más fácil de asimilar desde una conciencia espiritual que desde una perspectiva material. “Y el Eterno le dijo a ella, 'Dos naciones están en tu vientre, y dos reinos se separarán de tus entrañas; y un reino será más poderoso que el otro reino, y el mayor servirá al menor'.” (25:23) Separación y oposición marcaron la pauta de dos concepciones y visiones diferentes de la Creación de Dios. Ninguna se supone supeditada a la otra, excepto por el decreto Divino de que uno ha de servir al otro. Aquí está la clave que nos hace asimilar lo que nos planteamos antes. Para que uno herede ambos mundos, el otro tendrá que servirle. En otras palabras, prevalecemos en un conflicto si la parte oponente está de acuerdo con nuestra visión y coopera con ella. Logramos una unidad armónica funcional cuando todas las partes involucradas están integradas en una causa común, en la que todos ganan y no hay perdedores.
“Y los niños [hijos] luchaban dentro de ella” (Génesis 25:22) Rashi comenta sobre este versículo diciendo que ellos luchaban por la herencia tanto del Cielo como de la Tierra. Esto lo entendemos como ocurrió en su vida adulta, cuando Jacob gana las bendiciones que lo hicieron heredero de ambos mundos. Pareciera que la lucha con su hermano era por todo o nada, como en verdad lo fue. La disputa de Esaú y Jacob comenzó aun antes de que nacieran, lo cual nos hace reflexionar en los profundos significados que ambos hermanos representan. Resulta evidente que son polos opuestos porque tienen visiones diferentes sobre el mundo material (Tierra) y el Mundo Venidero (Cielo).
Podemos
deducir de esta lucha por “todo o nada”, que “todo” implica
unidad
o
algo en su totalidad.
De ahí que Cielo y Tierra sean las dos partes del todo
por el que los hermanos luchaban. Esta es una premisa esencial para
que asimilar que no hay separación en la Creación de Dios o en
nuestra conciencia, aún sabiendo que hay diversos aspectos, niveles
y dimensiones que son parte de ellas. Esto nos ayuda a entender por
qué, sin tener una conciencia formada, los gemelos luchaban en el
vientre de su madre por heredar las bendiciones de la Creación
entera.
Nuestro conocimiento de unidad es más fácil de asimilar desde una conciencia espiritual que desde una perspectiva material. “Y el Eterno le dijo a ella, 'Dos naciones están en tu vientre, y dos reinos se separarán de tus entrañas; y un reino será más poderoso que el otro reino, y el mayor servirá al menor'.” (25:23) Separación y oposición marcaron la pauta de dos concepciones y visiones diferentes de la Creación de Dios. Ninguna se supone supeditada a la otra, excepto por el decreto Divino de que uno ha de servir al otro. Aquí está la clave que nos hace asimilar lo que nos planteamos antes. Para que uno herede ambos mundos, el otro tendrá que servirle. En otras palabras, prevalecemos en un conflicto si la parte oponente está de acuerdo con nuestra visión y coopera con ella. Logramos una unidad armónica funcional cuando todas las partes involucradas están integradas en una causa común, en la que todos ganan y no hay perdedores.
Esto
quiere decir que si enfrentamos una situación, ya sea entre “blanco”
o “negro”, no buscamos el “gris” para reconciliar las partes
opuestas sino que participamos en un discernimiento para presentar lo
bueno de lo “positivo” a lo malo de lo “negativo”. Una vez
todos experimentamos lo
“positivo”,
todos abandonamos lo
“negativo”
a partir de nuestra experiencia individual y colectiva de lo que es
correcto e incorrecto, falso y verdadero, etc. Hemos dicho que el
bien y el mal son referencias para ejercer nuestro libre albedrío, y
mediante nuestra experiencia de ambos tomamos nuestras decisiones.
En
este sentido discernimos lo que llamamos una unidad
armónica,
funcional y viable, cuando tratamos con la totalidad
de
nuestra conciencia. Nos damos cuenta que cada aspecto de ella debe
actuar con una dirección común para vivir la vida en el mundo
material como una reflexión o
proyección
del
Mundo Venidero. Así es como ganamos en nuestra lucha por heredar las
bendiciones de ambos mundos. De hecho es una lucha, un esfuerzo
constante para hacer prevalecer lo positivo sobre lo negativo, el
bien sobre el mal, lo útil sobre lo inútil. Este es el legado que
abrazó Jacob aún
antes de nacer, luchando toda su vida para hacer prevalecer la
Verdad; y es también el legado para sus descendientes llamados por
su nombre, Israel.
Tenemos
que rectificar nuestra percepción dividida del mundo material,
unificando nuestra conciencia dividida. Esta tarea puede que nos tome
muchas vidas por vivir. Nos damos cuenta de ello cuando repasamos
nuestra historia judía desde Abraham y Sara. Tantas caídas en
nuestros esfuerzos durante la esclavitud, en largos exilios, bajo
extensas persecuciones, en una lucha sin fin. Jacob como Israel está
destinado a cumplir la voluntad del Creador para hacer del mundo
material un lugar para que Él viva entre (en) nosotros. Así es como
integramos este mundo con el Mundo Venidero, en la unidad
indivisible
de Su Creación.
En
este proceso debemos conocer quién es Esaú, y quién es Jacob. La
Torá nos define quién es quién, y el portador de las bendiciones
de Dios. Amor y bondad ganan la lucha porque odio y maldad están
destinados a rendirse a Amor y bondad, como las cualidades que
prevalecen en la unificación del Cielo y la Tierra como partes de la
Creación emanada
del
Amor de Dios.