Hemos
dicho que el Amor de Dios lo abarca todo, incluyendo su inherente
bondad y a aquellos que siguen Sus caminos y atributos. En esta
unidad nada nos oculta de Él: "Y el Eterno [Se] dijo, ¿'Ocultaré
a Abraham lo que Yo estoy haciendo? Y Abraham se convertirá en una
grande y poderosa Nación, y todas las naciones del mundo están
bendecidas en él'." (Génesis 18:17-18) La unidad del Pacto
entre el Creador y Abraham es una unidad que
abarca al Creador, la Torá, el Shabat, e Israel.
"Ya
que Yo lo he conocido porque enseña [ordena] a sus hijos y a su casa
por él, para que ellos mantengan el camino del Eterno para
realizar justicia
y rectitud,
con el fin de que el Eterno traiga sobre Abraham lo que Él habló
respecto a él" (18:19)
Nuestros Sabios explican que este principio aparece inmediatamente
contrapuesto a "Y el Eterno dijo, 'Ya que el clamor de Sodoma y
Gomorra se ha vuelto grande, y ya que su pecado se ha vuelto muy
grave'" (18:20) para enfatizar la clara contradicción entre lo
que Abraham es y representa, y lo que las gentes de esas dos ciudades
eran y representaban. Otra vez estamos ante la dualidad del bien y el
mal, correcto y erróneo, verdadero y falso, de donde tenemos que
elegir.
La
Torá recrea tiempos y lugares donde pueblos e individuos tienen que
decidir y elegir. El libre albedrío es la premisa fundamental para
salvaguardar la libertad moral. Es el punto de partida de lo que
vendrá a nosotros. Hemos oído aquello de que "lo que empieza
bien termina bien" y "lo que empieza mal termina mal".
No es necesariamente así, ya que podríamos desviarnos de lo bueno
hacia lo malo y de lo malo hacia lo bueno. Sin embargo, elegir hacer
lo positivo es el comienzo en la dirección correcta. Las
Escrituras Hebreas narran todo tipo de sucesos relacionados en su
totalidad a elegir, y el propósito de tales situaciones recurrentes
es enseñarnos a hacer las elecciones correctas.
Para
hacer eso, nuestros Sabios se profundizaron en largas discusiones
para levantar los cimientos éticos del judaísmo como la verdadera
Luz para las naciones, para el mundo material. De esos principios
éticos aprendemos que las decisiones negativas y destructivas
conllevan a la muerte en el pleno sentido de la
palabra. Estamos muertos cuando no vivimos en las
decisiones positivas que debemos tomar.
En
su corrupción, la generación del Diluvio ya estaba muerta; y las
aguas limpiaron al mundo de lo que ya estaba inerte ante
los ojos del Creador. La generación de la torre de Babel estaba al
borde de lo mismo al tratar de matar la diversidad del espíritu
humano, como uno de los regalos más preciados que nos ha dado Dios.
Al reasegurar esa diversidad, la efervescencia de la vida fue
salvaguardada. Los habitantes de Sodoma y Gomorra mataron todo rasgo de
bondad en su humanidad, y por ello también estaban muertos ante
el Creador. Su destrucción fue sólo el medio para poner fin a
quienes ya estaban "muertos en vida". Hemos dicho en "Dios
como Amor" que hacemos el bien no sólo porque es éticamente lo correcto, sino que lo hacemos por Amor. Lo
hacemos porque estamos conscientes de que Amor es nuestra verdadera
Esencia e identidad, y por lo tanto es nuestra motivación y
razón real para ser buenos y hacer lo que es bueno.
Nuestros
Sabios enseñan que, mientras el patrón social de las naciones se
basa en el modelo piramidal, los principios de Israel se basan en un
modelo circular. Entre las naciones, la sociedad se fundamenta en
niveles de quiénes tienen más y quiénes tienen menos, con relación
a sus valores ideológicos o culturales. Niveles que son determinados
por posesiones, y la capacidad de adquirir más es proporcional a una
posición superior o inferior en la pirámide. En el judaísmo, los
judíos somos todos iguales ante el Creador, como
partes del mismo círculo en cuyo centro está Su trono. En esa
estructura todos juntos formamos parte de una unidad.
En
el mundo actual hay conflicto y hasta conmoción social como
resultado del modelo piramidal de las naciones. Líderes
fundamentalistas promueven la destrucción de ese modelo para
reemplazarlo por otra pirámide que niega los derechos humanos
fundamentales del individuo. Por otro lado, aquellos que defienden el
viejo modelo piramidal no saben cómo mantenerlo en pié. La solución
entonces es implementar el modelo circular del judaísmo. No es tarea
fácil lograrlo porque, para hacerlo, las naciones primero deben
cambiar sus valores basados en su concepción de que hay humanos
superiores e inferiores. Como se dice en estos tiempos, necesitan
hacer una profunda "búsqueda de alma", y muchísima. De
Ahí que todo se trate de regresar a lo que es el alma como nuestra
verdadera Esencia e identidad.
La
Torá nos enseña claramente que la Creación es producto del Amor de
Dios, del que todos estamos hechos. Amor es lo que somos y es lo
que debemos manifestar basados en nuestro libre albedrío, que
también es otro regalo del Amor de Dios. En este conocimiento
tenemos que dirigirnos a nuestro Creador y también a Su Creación,
que incluye a cada ser humano. Este es el modelo circular unido
del
judaísmo, que nos enseña a amarnos unos a otros simplemente porque
es la voluntad del Creador, como Mandamiento en Su Torá (Levítico
19:18) La humanidad necesita estar consciente de esta Verdad para que
al fin podamos crear en este mundo un lugar para que Él viva entre
nosotros, en el centro del círculo de nuestra unidad.