domingo, 30 de octubre de 2011

Lej Lejá: Las Bendiciones de Nuestra Verdadera Identidad

"Ve a ti (lej lejá) y deja [lit. afuera de] tu tierra, y tus parientes [lit. de donde naciste], y la casa de tu padre, y ve a la tierra que Yo te mostraré [lit. te haré ver]. Y Yo te haré una gran Nación, y Yo te bendeciré, y Yo engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Y Yo bendeciré a quien te bendiga, y a quien te maldiga Yo maldeciré, y todas las familias de la Tierra serán bendecidas debido a ti [lit. en ti]" (Génesis 12:1-3) Estos versículos se tratan de un sólo Mandamiento que contiene varias bendiciones que conllevan a más bendiciones, todas ellas relacionadas con el conocimiento de algo en particular: la conciencia de ser y manifestar lo que verdaderamente somos. 

Esta conciencia es el resultado de un proceso mediante el cual vemos (o se nos muestra) con el fin de conocer. Nuestros Sabios nos enseñan que oír tiene ver con entender y ver es como saber. Podemos entender lo que se nos dice, pero lo llegamos a saber cuando lo vemos. De ahí que la clave del proceso sea que se nos muestre o se nos haga ver aquello que revela quiénes realmente somos. 

Podemos equivocarnos si previamente no se nos enseña a ver con el fin de conocer debidamente lo que tenemos frente a nuestros ojos, ya que necesitamos referencias para adquirir conocimiento en el contexto apropiado. En este sentido nuestras referencias están contenidas en la Torá, a diferencia de las referencias en el mundo no judío. En los versículos mencionados, la tierra que el Creador hará ver a Abram es la Tierra Prometida que la Torá nos revela a nosotros. Esta tierra es el espacio y el tiempo combinados, donde las bendiciones del Creador están completamente manifestadas como un propósito, como un destino, y como un fin.

El Mandamiento para Abram suena condicional, algo así como que si llegara a cumplirlo él sería recompensado con tales bendiciones. De ninguna manera. Este Mandamiento tiene que ver con el desafío individual para saber quién verdaderamente somos entre una multitud de ilusiones y espejismos que hemos creado como referencias para entender lo que se supone que somos en el mundo material. Estas ilusiones existen como el resultado de los deseos y fantasías de ego que convertimos en referencias, ídolos que dictan lo que supuestamente tenemos que ser y hacer. Esa isla de la fantasía es el lugar que Abram tuvo que abandonar con el fin de ir a la Esencia de su ser como la tierra que es nuestra verdadera identidad individual y colectiva. 

El Mandamiento le fue dado a él como la semilla elegida del pueblo judío, cuyo destino es poseer esa tierra y vivir en ella. "A tu simiente Yo daré esta tierra, (…) porque toda la tierra que ves Yo te la daré a ti y a tu simiente por toda la eternidad" (12:7, 12:15) Por lo tanto este Mandamiento también se nos ha dado igualmente a cada judío para que hagamos la elección de ser la bendición como lo hizo Abram. Nuestros Sabios dicen que, mientras las naciones prefieren ser bendecidas por el Creador, Israel prefiere ser Su bendición.

Tenemos que abandonar la idolatría de las ilusiones de ego mediante el entendimiento y el conocimiento de lo que la Torá nos dice, con el fin de abrazar la bendición de ser la gran Nación destinada a ser la Luz de los pueblos. En los primeros versos de esta porción el nombre de Abram es bendecido para engrandecerse al convertirse en la bendición que recibe, y consecuentemente también una bendición para quienes lo bendigan a él.

Maldecir rebota hacia quien maldice, y bendecir lleva su propia bendición. Al estar en esa bendición, quien elija recibirla consecuentemente es bendecido con lo que ella representa. Si queremos abrazar esas bendiciones en los versículos referidos, tenemos que ir a quién verdaderamente somos, en vez de ir a lo que las ilusiones de ego no dictan ser y hacer. Logramos el conocimiento y la conciencia cuando escuchamos a la Esencia que nos creó, la cual es el Amor de Dios que es también la tierra que Él nos muestra cuando elegimos oírle, seguir Sus caminos y manifestar Sus atributos. 

Como hemos mencionado, este conocimiento requiere un proceso en el que debemos confrontar las ilusiones materiales que empañan todos los niveles y dimensiones de la conciencia, como resultado de concepciones erróneas derivadas de esas ilusiones. Como estado de conciencia, la Tierra Prometida necesita ser despejada de las naciones que representan esas falsas concepciones. Se les refiere como las naciones cananeas (ver en este blog el comentario "Conquistando las 'naciones' con Amor" del 26 de junio de 2010) que Israel tiene que subyugar con el fin de vivir en esa tierra. Nosotros, tal como lo hicieron nuestros ancestros, debemos confrontar y vencer los reinos que niegan la libertad moral que solamente el Amor de Dios, como nuestra Esencia, puede redimir y preservar. 

El Mandamiento para Abram incluye las bendiciones que conlleva cuando lo cumplimos. Mediante Amor, como la manifestación material del Amor Divino en la conciencia humana, despejamos concepciones negativas de pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Amor es su propia causa y efecto, y es el catalizador para disipar las ilusiones de ego y dirigir nuestra conciencia hacia hacerla partícipe de las bendiciones del Amor del Creador.

Abram escuchó la voz y el Mandamiento de Dios, y eligió seguir Sus caminos y atributos que son Sus bendiciones: "Yo te elegí y no te desprecié. No temas, porque Yo estoy contigo; no te desanimes, porque Yo soy tu Dios: Yo te he alentado, Yo también te he ayudado, Yo también te he sustentado con Mi mano justa" (Isaías 41:9-10) porque las bendiciones del Creador son Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.