"Ve
a ti (lej
lejá)
y deja [lit. afuera de] tu tierra, y tus parientes [lit. de donde
naciste], y la casa de tu padre, y ve a la tierra que Yo te
mostraré [lit.
te haré ver]. Y
Yo te haré una gran Nación, y Yo te bendeciré, y Yo engrandeceré
tu nombre, y serás bendición. Y Yo bendeciré a quien te bendiga, y
a quien te maldiga Yo maldeciré, y todas las familias de la Tierra
serán bendecidas debido a ti [lit. en ti]" (Génesis
12:1-3) Estos
versículos se tratan de un sólo Mandamiento que contiene varias
bendiciones que conllevan a más bendiciones, todas ellas
relacionadas con el conocimiento de algo en particular: la conciencia
de ser y manifestar lo que verdaderamente somos.
Esta
conciencia es el resultado de un proceso mediante el cual vemos (o se
nos muestra) con el fin de conocer. Nuestros Sabios nos
enseñan que oír tiene ver con entender y ver es como saber. Podemos
entender lo que se nos dice, pero lo llegamos a saber cuando lo
vemos. De ahí que la clave del proceso sea que se nos muestre o se
nos haga ver aquello que revela quiénes realmente somos.
Podemos
equivocarnos si previamente no se nos enseña a ver con el fin de
conocer debidamente lo que tenemos frente a nuestros ojos, ya que
necesitamos referencias para adquirir conocimiento en el contexto
apropiado. En este sentido nuestras referencias están contenidas en
la Torá, a diferencia de las referencias en el mundo no judío. En
los versículos mencionados, la tierra que el
Creador hará ver a Abram es la Tierra Prometida que la Torá nos
revela a nosotros. Esta tierra es el espacio y el
tiempo combinados, donde las bendiciones del Creador están
completamente manifestadas como un propósito, como un destino, y
como un fin.
El
Mandamiento para Abram suena condicional, algo así como que si
llegara a cumplirlo él sería recompensado con tales bendiciones. De
ninguna manera. Este Mandamiento tiene que ver
con el desafío individual para saber quién verdaderamente
somos entre una multitud de ilusiones y espejismos que hemos creado
como referencias para entender lo que se supone que somos en el mundo
material. Estas ilusiones existen como el resultado de los deseos y
fantasías de ego que convertimos en referencias, ídolos que dictan
lo que supuestamente tenemos que ser y hacer. Esa isla de la fantasía
es el lugar que Abram tuvo que abandonar con el fin de ir a la
Esencia de su ser como la tierra que
es nuestra verdadera identidad individual y colectiva.
El
Mandamiento le fue dado a él como la semilla elegida del pueblo
judío, cuyo destino es poseer esa tierra y vivir en
ella. "A tu simiente Yo daré esta tierra, (…) porque toda la
tierra que ves Yo te la daré a ti y a tu simiente
por toda la eternidad" (12:7, 12:15) Por lo tanto este
Mandamiento también se nos ha dado igualmente a cada judío para que
hagamos la elección de ser la bendición como lo
hizo Abram. Nuestros Sabios dicen que, mientras las naciones
prefieren ser bendecidas por el Creador, Israel
prefiere ser Su bendición.
Tenemos
que abandonar la idolatría de las ilusiones de ego mediante el
entendimiento y el conocimiento de lo que la Torá nos dice, con el
fin de abrazar la bendición de ser la gran Nación destinada a ser
la Luz de los pueblos. En los primeros versos de esta porción el
nombre de Abram es bendecido para engrandecerse al convertirse en la
bendición que recibe, y consecuentemente también una bendición
para quienes lo bendigan a él.
Maldecir
rebota hacia quien maldice, y bendecir lleva su propia bendición. Al
estar en esa
bendición, quien elija recibirla consecuentemente es bendecido con
lo que ella representa. Si queremos abrazar esas bendiciones en los
versículos referidos, tenemos que ir a quién verdaderamente
somos, en vez de ir a lo que las ilusiones de ego no dictan ser y
hacer. Logramos el conocimiento y la conciencia cuando escuchamos a
la Esencia que nos creó, la cual es el Amor de Dios que es también
la tierra que
Él nos muestra cuando elegimos oírle, seguir Sus caminos y
manifestar Sus atributos.
Como
hemos mencionado, este conocimiento requiere un proceso en el que
debemos confrontar las ilusiones materiales que empañan todos los
niveles y dimensiones de la conciencia, como resultado de
concepciones erróneas derivadas de esas ilusiones. Como estado de
conciencia, la Tierra Prometida necesita ser despejada de las
naciones que representan esas falsas concepciones. Se les refiere
como las naciones cananeas (ver en este blog el
comentario "Conquistando las 'naciones' con Amor" del 26 de
junio de 2010) que Israel tiene que subyugar con el fin de vivir en
esa tierra. Nosotros, tal como lo hicieron nuestros
ancestros, debemos confrontar y vencer los reinos que niegan la
libertad moral que solamente el Amor de Dios, como nuestra Esencia,
puede redimir y preservar.
El
Mandamiento para Abram incluye las bendiciones que conlleva cuando lo
cumplimos. Mediante Amor, como la manifestación material del Amor
Divino en la conciencia humana, despejamos concepciones negativas de
pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Amor es
su propia causa y efecto, y es el catalizador para disipar las
ilusiones de ego y dirigir nuestra conciencia hacia hacerla partícipe
de las bendiciones del Amor del Creador.
Abram
escuchó la voz y el Mandamiento de Dios, y eligió seguir Sus
caminos y atributos que son Sus bendiciones: "Yo te elegí y no
te desprecié. No temas, porque Yo estoy contigo; no te desanimes,
porque Yo soy tu
Dios: Yo te he alentado, Yo también te he ayudado, Yo también te he
sustentado con Mi mano justa" (Isaías 41:9-10) porque las
bendiciones del Creador son Su Amor.