domingo, 2 de octubre de 2011

Parshat Haazinu: Refugiándonos en el Amor de Dios

La ardiente súplica de Moisés en esta porción de la Torá contiene las palabras del mayor conocimiento del Creador, convocando a los Cielos y la Tierra como las dos dimensiones que integran la conciencia humana: "¡Atiendan (Haazinu) oh Cielos, y yo hablaré! ¡Y que la Tierra oiga las palabras de mi boca!" (Deuteronomio 32:1), porque dentro de estas dos dimensiones abordamos la vida en el mundo material.

El mensaje esencial de esta porción resume uno de los principios fundamentales de nuestra Torá y por tanto del judaísmo, que es la Unicidad del Creador de quien todo emana, y la manera en que acontece: "Las obras de la Roca [el Eterno] son perfectas, porque todos sus caminos son justos; un Dios fidedigno, sin injusticia, Él es justo y recto" (32:4) porque esas son las cualidades del Amor de Dios, y de Amor tal como lo vivimos en Sus caminos y atributos en el mundo material. En este sentido entendemos que algo diferente a Sus caminos serían nuestras propias elecciones, ya sean ilusiones de ego o bajas pasiones producto de deseos sin control: "La destrucción no es [lo] de Él, [sino] es de los defectos de Sus hijos, vosotros, generación corrupta y retorcida." (32:5).

Moisés, como el representante de nuestro mayor conocimiento de Dios, cuestiona nuestras decisiones cuando nos separamos de Sus caminos y atributos: "¿¡Es así como retribuís al Eterno, vosotros, pueblo vano e imprudente!? ¿No es acaso Él vuestro Padre, vuestro Amo? Él os ha hecho y establecido. (…) Vosotros olvidasteis la Roca [el Eterno] que os engendró; olvidasteis que el Eterno os parió" (32:6, 18) y otra vez se nos recuerda que Amor, como manifestación material del Amor de Dios, no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos: "[Entonces] el Eterno los guió solo, y no había ninguna deidad ajena con Él" (32:12), y esto es reiterado una y otra vez: "¡Ved ahora que Yo soy Él! ¡Yo soy el Único y no hay dioses conmigo! ¡Yo doy muerte y doy vida. Yo hiero y Yo curo, y no hay salvador que no sea Mi mano!" (32:39).

La gran mayoría en este mundo vivimos en y por nuestras ilusiones materiales derivadas de ideologías, creencias, culturas, modas, y de la más común de todas, la sociedad de consumo. Literalmente vivimos y morimos por ellas, a veces aún sabiendo que no tienen sentido, o ignorando si son falsas o verdaderas. Las podemos llamar nuestra idolatría contemporánea. El cuestionamiento que Moisés nos hace es si esos ídolos realmente sustentan nuestra vida y nos salvan de la negatividad de su predicamento:

"Entonces Él dirá, '¿Dónde están sus dioses, la roca en que confiaban, que comían la gordura de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten y os ayuden! ¡Dejad que sean vuestro refugio!" (32:37-38) y también cuestionémonos si hay algo de verdadero valor en las ilusiones de ego, lo que queda después que consumen la vitalidad de nuestras mentes y cuerpos.

La porción continúa con las consecuencias de vivir en el reino de las ilusiones, de la separación de nuestra propia Esencia que emana del Amor de Dios, como la repetida advertencia de no separarnos de Sus caminos. Nuestros Sabios eligen en su buen juicio una de las más hermosas reflexiones del Rey David, invitándonos a aliviar nuestras tribulaciones en los espejismos del mundo material mediante nuestra total confianza en el Amor de Dios, en la haftará que acompaña a esta porción:

"El Eterno es my roca, bajo la cual confío; mi escudo y el cuerno de mi salud, mi fortaleza y mi refugio; [Él es] mi Redendor que me librarás de violencia" (2 Samuel 22:3), "En mi angustia, llamo al Eterno, sí, yo llamo a mi Dios: y desde Su palacio Él oye mi voz, y mi clamor entra a Sus oídos" (22:7), "Él desde lo alto me sacó, Él me sacó de muchas aguas. Él me libró de mis mayores enemigos, de aquellos que me odian; porque eran más poderosos que yo. Ellos me asediaron el día de mi calamidad, pero el Eterno fue un apoyo para mí. Y Él me trajo a un paraje ancho, Él me liberó porque Él se deleitó en mí." (22:17-20).

El salmista alaba al Creador y Sus caminos siempre en el contexto correcto, porque está consciente de que la única manera de morar con Él es pensando, sintiendo y actuando de acuerdo a Sus caminos:

"El Eterno me recompensó de acuerdo a mi rectitud, de acuerdo a la limpieza de mis manos Él me compensó. Porque yo he mantenido los caminos del Eterno, y no me he separado maliciosamente de [los Mandamientos de] mi Dios." (22:21-22) porque Amor no cohabita con nada diferente de sus cualidades y atributos:

"Con el piadoso, Tú te apiadas. Con el íntegro, Tú eres íntegro; con el puro, Tú muestras pureza. Pero con el perverso, Tú eres rígido. Y a los humildes, Tú redimes; pero Tus ojos están sobre los soberbios para hacerlos humildes." (22:26-28) y la humildad es la yunta que dirige al ego hacia los caminos de integridad de Amor, fuera de las ilusiones de grandeza y las fantasías del mundo material.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.