La
ardiente súplica de Moisés en esta porción de la Torá contiene
las palabras del mayor conocimiento del Creador, convocando a los
Cielos y la Tierra como las dos dimensiones que integran la
conciencia humana: "¡Atiendan
(Haazinu)
oh Cielos, y yo hablaré! ¡Y que la Tierra oiga las palabras de mi
boca!" (Deuteronomio 32:1), porque dentro de estas dos
dimensiones abordamos la vida en el mundo material.
El mensaje
esencial de esta porción resume uno de los principios fundamentales
de nuestra Torá y por tanto del judaísmo, que es la Unicidad del
Creador de quien todo emana, y la manera en que acontece: "Las
obras de la Roca [el Eterno] son perfectas, porque todos sus caminos
son justos; un Dios fidedigno, sin injusticia, Él es justo y recto"
(32:4) porque esas son las cualidades del Amor de Dios, y de Amor tal
como lo vivimos en Sus caminos y atributos en el mundo material. En este sentido
entendemos que algo diferente a Sus caminos serían nuestras propias
elecciones, ya sean ilusiones de ego o bajas pasiones producto de
deseos sin control: "La destrucción no es [lo] de Él, [sino]
es de los defectos de Sus hijos, vosotros, generación corrupta y
retorcida." (32:5).
Moisés,
como el representante de nuestro mayor conocimiento de Dios,
cuestiona nuestras decisiones cuando nos separamos de Sus caminos y atributos:
"¿¡Es así como retribuís al Eterno, vosotros, pueblo vano e
imprudente!? ¿No
es acaso Él vuestro Padre, vuestro Amo? Él os ha hecho y
establecido. (…)
Vosotros olvidasteis la Roca [el Eterno] que os engendró;
olvidasteis que el Eterno os parió" (32:6, 18) y otra vez se
nos recuerda que Amor, como manifestación material del Amor de Dios, no cohabita con nada diferente a Sus caminos y
atributos: "[Entonces] el Eterno los guió solo,
y no había ninguna deidad ajena con Él" (32:12), y esto es
reiterado una y otra vez: "¡Ved ahora que Yo soy Él! ¡Yo soy
el Único y no hay dioses conmigo! ¡Yo doy muerte y doy vida.
Yo hiero y Yo curo, y no hay salvador que no sea Mi mano!"
(32:39).
La
gran mayoría en este mundo vivimos en y por nuestras ilusiones
materiales derivadas de ideologías, creencias, culturas, modas, y de
la más común de todas, la sociedad de consumo. Literalmente vivimos
y morimos por ellas, a veces aún sabiendo que no tienen sentido, o
ignorando si son falsas o verdaderas. Las podemos llamar
nuestra idolatría contemporánea. El cuestionamiento
que Moisés nos hace es si esos ídolos realmente sustentan nuestra
vida y nos salvan de la negatividad de su predicamento:
"Entonces
Él dirá, '¿Dónde están sus dioses, la roca en que confiaban, que
comían la gordura de sus sacrificios y bebían el vino de sus
libaciones? ¡Que se levanten y os ayuden! ¡Dejad
que sean vuestro refugio!" (32:37-38) y también cuestionémonos
si hay algo de verdadero valor en las ilusiones de ego, lo que queda
después que consumen la vitalidad de nuestras mentes y cuerpos.
La
porción continúa con las consecuencias de vivir en el reino de las
ilusiones, de la separación de nuestra propia Esencia que emana del
Amor de Dios, como la repetida advertencia de no separarnos de Sus
caminos. Nuestros Sabios eligen en su buen juicio una de las más
hermosas reflexiones del Rey David, invitándonos a aliviar nuestras
tribulaciones en los espejismos del mundo material mediante nuestra
total confianza en el Amor de Dios, en la haftará que
acompaña a esta porción:
"El
Eterno es my roca, bajo la cual confío; mi escudo y el cuerno de mi
salud, mi fortaleza y mi refugio; [Él es] mi Redendor que me
librarás de violencia" (2 Samuel 22:3), "En mi angustia,
llamo al Eterno, sí, yo llamo a mi Dios: y desde Su palacio Él oye
mi voz, y mi clamor entra a Sus oídos" (22:7), "Él desde
lo alto me sacó, Él me sacó de muchas aguas. Él me libró de mis
mayores enemigos, de aquellos que me odian; porque eran más
poderosos que yo. Ellos me asediaron el día de mi calamidad, pero el
Eterno fue un apoyo para mí. Y Él me trajo a un paraje ancho, Él
me liberó porque Él se deleitó en mí." (22:17-20).
El
salmista alaba al Creador y Sus caminos siempre
en
el contexto correcto, porque está consciente de que la única manera
de morar con Él es pensando, sintiendo y actuando de acuerdo a Sus
caminos:
"El Eterno me recompensó de acuerdo a mi rectitud, de
acuerdo a la limpieza de mis manos Él me compensó. Porque yo he
mantenido los caminos del Eterno, y no me he separado maliciosamente
de [los Mandamientos de] mi Dios." (22:21-22) porque Amor no
cohabita con nada diferente de sus cualidades y atributos:
"Con el
piadoso, Tú te apiadas. Con el íntegro, Tú eres íntegro; con el
puro, Tú muestras pureza. Pero
con el perverso, Tú eres rígido. Y
a los humildes, Tú redimes; pero Tus ojos están sobre los soberbios
para hacerlos humildes." (22:26-28) y la humildad es la yunta
que dirige al ego hacia los caminos de integridad de Amor, fuera de
las ilusiones de grandeza y las fantasías del mundo material.