En los campos celestiales del
Eterno hay dos salones de clase, uno para almas de mujeres y otro para almas de
hombres, y Él es el Maestro en ambos. El curso que Él enseña dura un año, y el
examen final tiene lugar en la Tierra a través de toda la vida. No es un examen
final que podría tomar sólo una hora, sino la vida entera. El estudio de un año
de duración en los salones celestiales es acerca de la Torá y los Mandamientos,
y la manera de implementarlos en el mundo material durante nuestras vidas como
judíos.
En el salón de las mujeres todas
las estudiantes sin excepción obtuvieron una A+ en todos los exámenes semanales
impartidos por el Maestro a lo largo del año escolar. El Maestro estaba muy
contento con ellas, y al final del curso las congregó a Su alrededor y les
dijo: 'Vosotras sois mis mejores alumnas. He visto que no sólo sois listas sino
completamente comprometidas con Mi Torá y Mis Mandamientos, y no únicamente Yo
os lo confirmo sino también Mi Torá, las escrituras de Mis amados Reyes,
Profetas y Sabios, y la historia de Israel a través de los siglos. Estoy tan
complacido con todas vosotras que os merecéis ser eximidas del examen final'.
Luego de escuchar estas palabras, las mujeres estaban tan contentas que
comenzaron a celebrar y a danzar alrededor de su Maestro, cantando elogios y
alabanzas en Su honor.
Al día siguiente, el Maestro fue
al salón de los hombres y con semblante circunspecto se dirigió a ellos,
diciéndoles: 'Entre todos vosotros, veo que los mejores alumnos son los
sacerdotes y los levitas. Todos estos obtuvieron A+ en los exámenes semanales y
se convirtieron en "estudiantes de honor". Los de las tribus de José,
Judá y Benjamín con A, mientras que el resto de las tribus compartieron B, C,
D, y F; siendo los menos rendidores entre la tribu de Simeón. Mis expectativas
de vosotros eran que todos lograran A+, pero veo que no fue así' Entonces el
Maestro se dirigió a los levitas, preguntándoles cómo habían logrado tal
excelencia con sus calificaciones. Ellos respondieron, 'Porque somos más listos
que el resto' y los sacerdotes agregaron, 'y porque también somos los más
comprometidos' Los demás estudiantes protestaron gritándoles, '¿Cómo se atreven
a llamarnos menos listos que vosotros? ¿Qué os hace pensar que sois mejores? ¡Ante
los ojos del Maestro todos somos iguales! Además, estudiamos lo mismo y
entendemos todo lo que el Maestro enseña'. '¡Bien', replicaron los sacerdotes, 'vosotros
podréis ser tan listos, pero está muy claro que no sois lo suficientemente
comprometidos!'
El Maestro pidió a toda la clase
que guardara silencio y les dijo, 'Estoy consciente de que todos vosotros no Me
van a obtener la A+ que Yo quiero en el examen final; pero Me complacería si,
al menos, pasarais la prueba y ello debería interesarles a vosotros. También sé
que necesitaréis la ayuda de aquellos con las mejores calificaciones', y dirigió
Su mirada a los levitas y sacerdotes, quienes le dijeron: 'Maestro, nosotros
podríamos apelar a su inteligencia e ingenio, pero no a su compromiso con Tus
Enseñanzas porque ello es un asunto de su libre albedrío. No podemos obligarlos
a tomar una decisión que es sólo de ellos. Para eso necesitarán más ayuda de la
que nosotros podríamos darles. Nuestra instrucción y guía podrían no ser
suficientes, como Tú comprenderás'.
El Maestro cerró Sus ojos y el
salón se llenó de un profundo silencio. Después de unos largos segundos, el
Maestro abrió los ojos y dijo: 'Yo os daré los ayudantes que vais a necesitar
para estudiar Mi Torá y cumplir Mis Mandamientos, mientras viváis en la Tierra.
Mañana tendremos una asamblea general en el campo abierto, y ahí haré Mi
anuncio.
La mañana siguiente había dos
grupos reunidos en el campo, las mujeres a la izquierda y los hombres a la
derecha con el Maestro en medio. Tanto hombres como mujeres se miraban unos a
otros como tratando de encontrar sus almas gemelas entre ambos grupos. Al verse
se iban encontrando, sabiendo que estarían unidos en matrimonio cuando llegara
el momento. El Maestro los miró a todos con Su infinito Amor y bondad, y les
dijo:
'Compartiré con vosotros muy
buenas noticias para todos. Antes que nada, de todo corazón quiero felicitar a
las mujeres por su excelencia individual y colectiva en sus estudios de Mi Torá
y Mis Mandamientos a lo largo del año. Todas ellas obtuvieron A+ y por ello
merecieron ser eximidas del examen final'. Se escucharon algunos suspiros con
llanto entre las mujeres, y el Maestro al verlas les preguntó: '¿Por qué estáis
tristes y llorando? Debierais estar felices, porque habéis demostrado que
estáis y siempre estaréis a Mi lado, y esto es cierto tanto para Mí como para
vosotras. Estáis conmigo y siempre estaréis a Mi lado, ¡entonces sed felices y
regocijaos!'
Una de las mujeres preguntó al
Maestro: 'Si estamos exentas, ¿ello quiere decir que no iremos a la Tierra como
parte del examen final?' El Maestro respondió: 'De hecho vosotras no necesitáis
ir a la Tierra para demostrarme vuestra lealtad y compromiso con Mi Torá y Mis
Mandamientos. Sin embargo, debo deciros que los hombres en el otro salón no
obtuvieron vuestras calificaciones en los exámenes semanales durante el año, y
ciertamente algunos reprobaron muchos de ellos. Esto quiere decir que no estoy
completamente seguro de enviarlos al examen final, porque no quiero que lo
reprueben. Quiero que lo pasen, aún con la calificación mínima para aprobar.
Ellos no tienen la misma lealtad de los sacerdotes y levitas, ni la de
vosotras. Por lo tanto, quiero preguntar a todas las mujeres aquí si deseáis
ayudar a los hombres a pasar el examen final'.
Las mujeres se miraron unas a
otras, y luego miraron a los hombres al otro lado del campo. Se miraban unos a
otros y los hombres les preguntaron, '¿Queréis ayudarnos a lo largo de toda la
vida a estudiar Torá y cumplir con todos los Mandamientos que nuestro Maestro
nos ha enseñado? ¿Seriáis nuestras ayudantes ante la adversidad de las
ilusiones materiales del mundo? ¿Nos ayudaríais a vivir en la Verdad del
Maestro, momento a momento, día a día, año por año, hasta completar Su examen
asignado a nosotros? ¿Lo haríais?' Todas las mujeres en el campo celestial
respondieron en unanimidad un rotundo '¡Sí!'
El Maestro sonrió e hizo un giño
a las mujeres, y les dijo muy quedo a sus oídos, "Siempre guardad en
vuestros corazones que vosotras estáis a Mi lado, que Yo os escucho a vosotras
primero, que Yo oigo vuestras oraciones y alabanzas primero, y que Yo cumplo
con vuestras súplicas antes que a nadie. Recordad esto porque vosotras estáis
exentas, y como os dije antes, ello quiere decir que ya estáis a Mi lado.
Solamente las mujeres escucharon estas palabras del
Maestro en un diálogo invisible que los hombres en el campo no pudieron oír.
Las mujeres le dijeron, 'Pero si estamos exentas del estudio de la Torá y el
cumplimiento de los Mandamientos ordenados para los hombres, habremos de
necesitar Mandamientos para poder vivir en la Tierra y poder ayudarles a
cumplir su parte'. El Maestro respondió, 'Tal como os dije, os escucharé a
vosotras primero y ello significa que a través de vuestras oraciones Yo os daré
la asistencia que necesitaréis en la ayuda que habréis de dar a vuestros
hombres. También encenderéis las velas del Shabat para iluminar vuestros
hogares, horneareis la jala para renovar Mi Pacto con vosotras, vuestros
hombres e hijos, y más que todo daréis a luz niños que honrarán Mi Nombre.
Cuando vuestros hombres olviden Mi Pacto, vosotras recordaréis a ellos y a
vuestros hijos esta Alianza que nos mantendrá unidos por siempre'.
Que el Eterno bendiga a las mujeres.