Nuestro mayor conocimiento del Creador
(representado por Moisés) es nuestro guía natural hacia nuestra conexión permanente
con Él (representada por Aarón, el sumo sacerdote). Moisés construye el
Tabernáculo para que Aarón oficie en él. En esta secuencia de acción
permitimos que el Creador dirija cada aspecto de nuestra vida porque Él es el
medio y el fin con que debemos conducirnos, tal como nos lo enseña Moisés:
"El Eterno tu Dios, Él cruzará delante de ti; Él destruirá estas
naciones delante de ti para que tú las poseas. El Eterno, Él es quien va
delante de ti; Él estará contigo, Él no te abandonará ni te desamparará. No temas,
y no te intimides." (Deuteronomio 31:3, 8).
El Rey David y todos los Profetas nos recuerdan esta verdad Divina que debemos entronizar en todos los niveles y dimensiones de la conciencia, y es nuestra elección hacerlo o en vez de ello seguir las ilusiones y fantasías de ego como los ídolos que creamos bajo un falso sentido de carencia.
Tenemos que confiar en el Amor de Dios como nuestra verdadera Esencia e identidad, y también como el poder y la fuerza que pelea nuestras batallas contra los ídolos del materialismo: "Y el Eterno hará con ellos como Él hizo a los reyes amorreos, Sijón y Og, y a su tierra que Él destruyó." (31:4). En este conocimiento comprendemos que solamente viviendo en los caminos y atributos de Dios de hecho somos librados de las ilusiones de ego: "Y [cuando] el Eterno te los entregue delante de ti, tú les harás a ellos de acuerdo a todo el Mandamiento que te he ordenado." (31:5).
Si no podemos confiar en el Amor de Dios como nuestro Creador y nuestra Esencia, es probable que estemos confiando en ilusiones que en últimas nos llevan a separarnos de quiénes realmente somos, y a las consecuencias que ello acarrea. Por lo tanto debemos ser imperturbables: "¡Sed fuertes y valientes! No temáis ni os intimidéis con ellos, porque el Eterno vuestro Dios, Él es quien va con vosotros. Él no os abandonará ni os desamparará." (31:6).
Fantasías e ilusiones, por su naturaleza, siempre nos traicionan porque son como los deseos insaciables de ego, como los ojos que nunca se llenan con lo que ven. Tenemos que unir todas nuestras cualidades, rasgos, niveles, aspectos y dimensiones de la conciencia en torno a los modos y atributos de Amor, y armonizarlos para servir al Creador: "Reúne al pueblo: los hombres, las mujeres, y los niños, y el forastero en tus ciudades, para que ellos oigan, para que ellos aprendan y veneren al Eterno tu Dios, y para que observen y cumplan todas las palabras de esta Torá." (31:12).
Tenemos que reiterar una vez más que Amor como manifestación material del Amor de Dios no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos, y este es un principio inmutable que debemos tener presente en cada momento al pensar, sentir, percibir y hacer: "Y Yo ocultaré Mi rostro en ese día, debido a toda la iniquidad que ellos cometieron, cuando se volvieron a otras deidades." (31:18). Cuando este conocimiento ya no está presente (representado por la muerte de Moisés) estamos a merced de nuestras propias ilusiones materialistas: "Porque sé que después de mi muerte, os corromperéis y os desviaréis del camino que os he encomendado. Consecuentemente, la iniquidad caerá sobre vosotros al final de los días porque hicisteis maldad ante los ojos del Eterno, para provocar Su ira con la obra de vuestras manos." (31:29).
Nuestras acciones, "la obra de nuestras manos", ilustran lo que creemos y lo que seguimos. Si no es en los modos de Amor, probablemente sea en algo que no cohabita con Amor. Sabemos muy bien que amamos selectivamente, y que lo hacemos según la versión de nuestro propio ego. Condicionamos Amor para que sea lo que queramos y no lo que es. De la misma manera que muchos condicionan al Creador como su propio dios "personal", que llaman "mi Dios" para su servicio, sin ética ni valores morales: un dios de fanáticos.
Todos sabemos que no funciona así. Amor inherentemente significa e implica ética, como lo es el Dios de la Torá y las sagradas escrituras hebreas, el Dios cuya Creación es una emanación de Su Amor. El Dios que conoce y ama a Su Creación, incluyendo la naturaleza humana con la que Él nos hizo. En Su amorosa bondad, Él nos da libre albedrío para elegir entre Amor y nuestras ilusiones. Él nos ama incondicionalmente porque nos deja elegir, y en Su Amor incondicional espera nuestro retorno a Él como la Esencia de quienes verdaderamente somos.
Nuestros Profetas reiteran esta verdad en la haftará para esta porción: "Regresa, oh Israel, al Eterno tu Dios, porque has tropezado en tu iniquidad. Tomad palabras con vosotros y retornad al Eterno. Decid, "Tú perdonarás toda iniquidad y nos enseñarás [el] buen [camino], y daremos becerros [la ofrenda] de nuestros labios." (Oseas 14:2-3).
"¿Quién es un Dios como Tú que perdonas iniquidad y olvidas el pecado del resto de Tu heredad? Él no mantiene Su enojo por siempre, porque Él desea la amorosa bondad. Él volverá y nos ofrecerá compasión. Él ocultará nuestras iniquidades, y Tú arrojarás a las profundidades del mar todos sus pecados. Tú darás la verdad de Jacob, la amorosa bondad de Abraham, que Tú juraste a nuestros antepasados de los días de antaño." (Miqueas 7:18-20).
El Rey David y todos los Profetas nos recuerdan esta verdad Divina que debemos entronizar en todos los niveles y dimensiones de la conciencia, y es nuestra elección hacerlo o en vez de ello seguir las ilusiones y fantasías de ego como los ídolos que creamos bajo un falso sentido de carencia.
Tenemos que confiar en el Amor de Dios como nuestra verdadera Esencia e identidad, y también como el poder y la fuerza que pelea nuestras batallas contra los ídolos del materialismo: "Y el Eterno hará con ellos como Él hizo a los reyes amorreos, Sijón y Og, y a su tierra que Él destruyó." (31:4). En este conocimiento comprendemos que solamente viviendo en los caminos y atributos de Dios de hecho somos librados de las ilusiones de ego: "Y [cuando] el Eterno te los entregue delante de ti, tú les harás a ellos de acuerdo a todo el Mandamiento que te he ordenado." (31:5).
Si no podemos confiar en el Amor de Dios como nuestro Creador y nuestra Esencia, es probable que estemos confiando en ilusiones que en últimas nos llevan a separarnos de quiénes realmente somos, y a las consecuencias que ello acarrea. Por lo tanto debemos ser imperturbables: "¡Sed fuertes y valientes! No temáis ni os intimidéis con ellos, porque el Eterno vuestro Dios, Él es quien va con vosotros. Él no os abandonará ni os desamparará." (31:6).
Fantasías e ilusiones, por su naturaleza, siempre nos traicionan porque son como los deseos insaciables de ego, como los ojos que nunca se llenan con lo que ven. Tenemos que unir todas nuestras cualidades, rasgos, niveles, aspectos y dimensiones de la conciencia en torno a los modos y atributos de Amor, y armonizarlos para servir al Creador: "Reúne al pueblo: los hombres, las mujeres, y los niños, y el forastero en tus ciudades, para que ellos oigan, para que ellos aprendan y veneren al Eterno tu Dios, y para que observen y cumplan todas las palabras de esta Torá." (31:12).
Tenemos que reiterar una vez más que Amor como manifestación material del Amor de Dios no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos, y este es un principio inmutable que debemos tener presente en cada momento al pensar, sentir, percibir y hacer: "Y Yo ocultaré Mi rostro en ese día, debido a toda la iniquidad que ellos cometieron, cuando se volvieron a otras deidades." (31:18). Cuando este conocimiento ya no está presente (representado por la muerte de Moisés) estamos a merced de nuestras propias ilusiones materialistas: "Porque sé que después de mi muerte, os corromperéis y os desviaréis del camino que os he encomendado. Consecuentemente, la iniquidad caerá sobre vosotros al final de los días porque hicisteis maldad ante los ojos del Eterno, para provocar Su ira con la obra de vuestras manos." (31:29).
Nuestras acciones, "la obra de nuestras manos", ilustran lo que creemos y lo que seguimos. Si no es en los modos de Amor, probablemente sea en algo que no cohabita con Amor. Sabemos muy bien que amamos selectivamente, y que lo hacemos según la versión de nuestro propio ego. Condicionamos Amor para que sea lo que queramos y no lo que es. De la misma manera que muchos condicionan al Creador como su propio dios "personal", que llaman "mi Dios" para su servicio, sin ética ni valores morales: un dios de fanáticos.
Todos sabemos que no funciona así. Amor inherentemente significa e implica ética, como lo es el Dios de la Torá y las sagradas escrituras hebreas, el Dios cuya Creación es una emanación de Su Amor. El Dios que conoce y ama a Su Creación, incluyendo la naturaleza humana con la que Él nos hizo. En Su amorosa bondad, Él nos da libre albedrío para elegir entre Amor y nuestras ilusiones. Él nos ama incondicionalmente porque nos deja elegir, y en Su Amor incondicional espera nuestro retorno a Él como la Esencia de quienes verdaderamente somos.
Nuestros Profetas reiteran esta verdad en la haftará para esta porción: "Regresa, oh Israel, al Eterno tu Dios, porque has tropezado en tu iniquidad. Tomad palabras con vosotros y retornad al Eterno. Decid, "Tú perdonarás toda iniquidad y nos enseñarás [el] buen [camino], y daremos becerros [la ofrenda] de nuestros labios." (Oseas 14:2-3).
"¿Quién es un Dios como Tú que perdonas iniquidad y olvidas el pecado del resto de Tu heredad? Él no mantiene Su enojo por siempre, porque Él desea la amorosa bondad. Él volverá y nos ofrecerá compasión. Él ocultará nuestras iniquidades, y Tú arrojarás a las profundidades del mar todos sus pecados. Tú darás la verdad de Jacob, la amorosa bondad de Abraham, que Tú juraste a nuestros antepasados de los días de antaño." (Miqueas 7:18-20).