Tenemos
un comienzo,
tal como está escrito: "En
el principio [Bereshit]
de la creación de los Cielos y la Tierra" (Génesis 1:1) y
tenemos que afrontar nuestro comienzo individual
a partir de las elecciones que hemos hecho en cada aspecto de nuestra
conciencia, desde el momento en que adquirimos conocimiento de
quiénes somos. Podemos identificar nuestras elecciones basados en
nuestro ambiente social, la educación que hemos recibido, y las
influencias éticas y morales que definen nuestra actitud ante la
vida y nuestro entorno. Nuestro discernimiento nos revela que hay
oscuridad: "y las tinieblas estaban en la faz del abismo"
(1:2) cuando no tenemos claridad en nuestra percepción y estamos
confundidos: "la Tierra estaba sin forma y vacía" (1:2)
sin embargo, a pesar de ello estamos vivos y experimentando vivir
porque "el Espíritu de Dios se ceñía sobre la faz de las
aguas" (1:2) y en este conocimiento podemos darnos cuenta que
somos una extensión del Creador, Su emanación, y parte
de Su Creación.
Y este es nuestro comienzo, el principio que tenemos que mantener en
la conciencia todo el tiempo.
Los
elementos y circunstancias de este comienzo parecen negativos para
nuestro entendimiento humano: deformación, vacío, tinieblas, y
abismo. Estos son términos que sugieren confusión, desesperanza,
negatividad y precipitación. Los percibimos y experimentamos todos
ellos en la realidad material que hemos creado para nosotros mismos
desde que estamos en este mundo. Estos son también los elementos que
nos precedieron en nuestro comienzo dentro
del vientre materno hasta que nacimos y fuimos "dados a luz":
"Y Dios dijo: 'Hágase la Luz'. Y hubo Luz" (1:3) entonces
nos damos cuenta que nuestro comienzo en
las tinieblas fue el preámbulo para vivir en la Luz, por la Luz y
hacia la Luz, porque "Dios vio la Luz, [y] que ella es buena"
(1:4) y el resultado de esta valoración es que "Dios dividió
[separó] la Luz de las tinieblas" (1:4) lo cual también es el
día del comienzo en
el que fuimos concebidos unidos con
el Creador en "un día": "Y hubo noche y hubo
mañana, un
día"
(1:4)
Este
es nuestro inicio, nuestro principio, el cimiento de la Creación de
Dios y también de nuestra existencia; de que venimos de
nuestra unidad con
Él. De ahí que todas nuestras elecciones dependan, ya sea de vivir
en tinieblas o vivir en Luz. En "Dios como Amor" decimos
que Amor y Bondad, junto a sus afines, son todos sinónimos de Luz
porque son tan buenos como
lo es la Luz. La Torá, como libro de la instrucción ética judía,
comienza con este fundamento primordial: el inicio en el que la Luz,
la Bondad, es el imperativo moral en la Creación de Dios, que
incluye nuestras vidas y la realidad que hemos construido en el mundo
que Él creó para nosotros. Esto significa que, aún si nacemos en
circunstancias aparentemente negativas de tinieblas, la Luz
está siempre presente
para que la elijamos como Amor que procuramos para nuestra plenitud y
felicidad, como la Bondad que deseamos ser y manifestar. Entonces el
principio de la Creación de Dios es también nuestro principio,
como también lo es abrazar la Luz como la referencia Divina para
elegir; y separarla de las tinieblas, de aquello que no necesitamos
para nuestras vidas y el mundo.
Este comienzo con
su visión ética continúa en los días siguientes de la Creación
de Dios de los Cielos y la Tierra, en los que Él estableció un
ordenamiento que nosotros debemos mantener y sustentar, tal como el
Creador sustenta todo lo que proviene de Él. Este deber es lo que
nos honra para ser Su imagen y semejanza, porque estas no tienen que ver con la apariencia física sino con los principios éticos
revelados en la manera cómo Él actúa y se relaciona con Su Creación. Entre más
vivimos de acuerdo a Sus actos, más somos "semejantes" a
Él. El Amor de Dios está presente y tangible en toda Su Creación,
tal como lo es la Luz que Él llama "buena", y en ese
conocimiento todo es
perfecto porque en la bondad de la Luz no hay deformación, vacío,
tinieblas o abismo.
Afrontemos
nuestro comienzo discerniendo
cuál es el valor del caos y el desorden de lo que carece de forma,
de la vacuidad y futilidad de las ilusiones, de las tinieblas que
padecemos con los pensamientos, sentimientos y comportamiento
negativos; y de la desesperanza cuando caemos en el abismo de la
ausencia de Luz, de la Bondad que Amor es: "Yo soy el Eterno, Yo
te llamo con justicia y Yo fortaleceré tu mano; y Yo te formé, y Yo
hice para ti un Pacto de Pueblo para [ser tú] Luz para las naciones.
Para abrir ojos ciegos, para sacar cautivos de prisión, aquellos en
prisión sentados en las tinieblas" (Isaías 42:6-7)