domingo, 16 de octubre de 2011

Bereshit: En el Principio

Tenemos un comienzo, tal como está escrito: "En el principio [Bereshit] de la creación de los Cielos y la Tierra" (Génesis 1:1) y tenemos que afrontar nuestro comienzo individual a partir de las elecciones que hemos hecho en cada aspecto de nuestra conciencia, desde el momento en que adquirimos conocimiento de quiénes somos. Podemos identificar nuestras elecciones basados en nuestro ambiente social, la educación que hemos recibido, y las influencias éticas y morales que definen nuestra actitud ante la vida y nuestro entorno. Nuestro discernimiento nos revela que hay oscuridad: "y las tinieblas estaban en la faz del abismo" (1:2) cuando no tenemos claridad en nuestra percepción y estamos confundidos: "la Tierra estaba sin forma y vacía" (1:2) sin embargo, a pesar de ello estamos vivos y experimentando vivir porque "el Espíritu de Dios se ceñía sobre la faz de las aguas" (1:2) y en este conocimiento podemos darnos cuenta que somos una extensión del Creador, Su emanación, y parte de Su Creación. Y este es nuestro comienzo, el principio que tenemos que mantener en la conciencia todo el tiempo.

Los elementos y circunstancias de este comienzo parecen negativos para nuestro entendimiento humano: deformación, vacío, tinieblas, y abismo. Estos son términos que sugieren confusión, desesperanza, negatividad y precipitación. Los percibimos y experimentamos todos ellos en la realidad material que hemos creado para nosotros mismos desde que estamos en este mundo. Estos son también los elementos que nos precedieron en nuestro comienzo dentro del vientre materno hasta que nacimos y fuimos "dados a luz": "Y Dios dijo: 'Hágase la Luz'. Y hubo Luz" (1:3) entonces nos damos cuenta que nuestro comienzo en las tinieblas fue el preámbulo para vivir en la Luz, por la Luz y hacia la Luz, porque "Dios vio la Luz, [y] que ella es buena" (1:4) y el resultado de esta valoración es que "Dios dividió [separó] la Luz de las tinieblas" (1:4) lo cual también es el día del comienzo en el que fuimos concebidos unidos con el Creador en "un día": "Y hubo noche y hubo mañana, un día" (1:4)

Este es nuestro inicio, nuestro principio, el cimiento de la Creación de Dios y también de nuestra existencia; de que venimos de nuestra unidad con Él. De ahí que todas nuestras elecciones dependan, ya sea de vivir en tinieblas o vivir en Luz. En "Dios como Amor" decimos que Amor y Bondad, junto a sus afines, son todos sinónimos de Luz porque son tan buenos como lo es la Luz. La Torá, como libro de la instrucción ética judía, comienza con este fundamento primordial: el inicio en el que la Luz, la Bondad, es el imperativo moral en la Creación de Dios, que incluye nuestras vidas y la realidad que hemos construido en el mundo que Él creó para nosotros. Esto significa que, aún si nacemos en circunstancias aparentemente negativas de tinieblas, la Luz está siempre presente para que la elijamos como Amor que procuramos para nuestra plenitud y felicidad, como la Bondad que deseamos ser y manifestar. Entonces el principio de la Creación de Dios es también nuestro principio, como también lo es abrazar la Luz como la referencia Divina para elegir; y separarla de las tinieblas, de aquello que no necesitamos para nuestras vidas y el mundo.

Este comienzo con su visión ética continúa en los días siguientes de la Creación de Dios de los Cielos y la Tierra, en los que Él estableció un ordenamiento que nosotros debemos mantener y sustentar, tal como el Creador sustenta todo lo que proviene de Él. Este deber es lo que nos honra para ser Su imagen y semejanza, porque estas no tienen que ver con la apariencia física sino con los principios éticos revelados en la manera cómo Él actúa y se relaciona con Su Creación. Entre más vivimos de acuerdo a Sus actos, más somos "semejantes" a Él. El Amor de Dios está presente y tangible en toda Su Creación, tal como lo es la Luz que Él llama "buena", y en ese conocimiento todo es perfecto porque en la bondad de la Luz no hay deformación, vacío, tinieblas o abismo.

Afrontemos nuestro comienzo discerniendo cuál es el valor del caos y el desorden de lo que carece de forma, de la vacuidad y futilidad de las ilusiones, de las tinieblas que padecemos con los pensamientos, sentimientos y comportamiento negativos; y de la desesperanza cuando caemos en el abismo de la ausencia de Luz, de la Bondad que Amor es: "Yo soy el Eterno, Yo te llamo con justicia y Yo fortaleceré tu mano; y Yo te formé, y Yo hice para ti un Pacto de Pueblo para [ser tú] Luz para las naciones. Para abrir ojos ciegos, para sacar cautivos de prisión, aquellos en prisión sentados en las tinieblas" (Isaías 42:6-7)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.