domingo, 9 de octubre de 2011

Parshat V'zot HaBrajá: Reconociendo Nuestro Legado

"(…) Moisés, el hombre del Eterno, bendijo a los hijos de Israel antes de su muerte." (Deuteronomio 33:1). Nuestros Sabios destacan que este es el único versículo de la Torá donde Moisés es identificado como el hombre de Dios, con las implicaciones particularmente relacionadas con su bendición a Israel como Nación. También señalan que Moisés no dio una sino muchas bendiciones, y se preguntan por qué las primeras palabras de esta porción (V'zot habrajá, "Y esta es la bendición") se refieren a una.

Una de las respuestas es que Moisés quiere abarcar una bendición para una Nación, como si ambas fuesen parte de un mismo Israel unido. Siendo el hombre de Dios, Moisés es el mensajero del Creador para entregar Sus bendiciones a Israel. Entonces la bendición de Moisés y la bendición de Dios son la misma en estos dos capítulos finales de la Torá. Después de todo, durante los últimos cuarenta años de su vida, Moisés ciertamente fue el mensajero que entregó el legado de Dios a Israel, la Torá, incluyendo Sus bendiciones.

En este sentido, esas bendiciones nos animan a emular los caminos y atributos del Creador en Su Torá y Mandamientos, tal como lo hizo Moisés para nosotros con sus actos; enseñándonos a ser también hombres de Dios, el Pueblo de Dios. Las bendiciones de Moisés a las Tribus no están destinadas a ser individuales sino una sola bendición para toda la Nación. Debemos enfatizar en ello porque no hay divisiones en la identidad de Israel, sino unidad con diversidad multifacética.

Somos comerciantes y estudiosos de la Torá como también somos guerreros y sacerdotes; líderes y pastores de ovejas como albañiles y joyeros; jueces y sepultureros como artistas y científicos; ricos y pobres como soñadores y narradores. Somos todos facetas de la misma identidad dirigida a honrar el Amor de Dios, siendo y manifestando Sus caminos y atributos en este mundo. Es así como vencemos los pensamientos, emociones, pasiones y sentimientos negativos, representados por las "naciones" que conquistamos con el fin de morar en la Tierra Prometida, que es la tierra de Israel.

La mayor manifestación del Creador en el mundo es Su Torá (Instrucción, Enseñanza) con sus medios y caminos para hacer tangible Su Amor en la realidad material. El versículo, "(…) de Su mano derecha Él presenta Su ardiente Torá a ellos [Israel]." (33:2) está traducido de manera esclarecida del hebreo original, interpretado como "de Su mano derecha fuego [convertido en] enseñanza para ellos", ya que "fuego" y "enseñanza" aparecen unidas en una sola palabra.

La referencia al fuego es importante porque es el elemento que mejor representa la manifestación Divina en la Creación, fuego como símbolo y medio de la dinámica transformadora del Amor de Dios. Fuego aparece en muchos pasajes, no sólo de la Torá sino de toda la Biblia hebrea, en momentos trascendentales como el primer encuentro de Moisés con el Eterno; la columna de fuego que protegió y guió a Israel durante su tránsito por el desierto; y el fuego que consumió la ofrendas en el Tabernáculo y en el Templo de Jerusalén.

En otros comentarios de nuestro blog hemos indicado que fuego es más que un elemento material o catalizador para transformar la materia de un estado a otro, ya que también es portador y sustentador de vida, protegiéndola con la intensidad apropiada. Estas cualidades son análogas al Amor Divino como fuerza dinámica transformadora, que no sólo mueve el universo sino que tiene el poder de sustentar todo y cambiar su existencia hacia niveles y dimensiones ajenos a nuestro entendimiento. Ese poder es la Ley, la Torá, la instrucción que armoniza nuestras vidas en consonancia con la voluntad del Creador, la cual son Sus caminos y atributos derivados de Su Amor.

Debemos entender fuego como símbolo de Amor en sus cualidades transformadoras y elevadoras hacia nuestra cercanía con Dios; e igualmente como elemento purificador que refina nuestros pensamientos, emociones, pasiones e instintos hacia el Servicio Divino, el cual realizamos mediante los atributos de Amor. Este es el legado Divino y herencia de Israel, presentado por la diestra de Dios con la que nos prodiga Su Amor. Esta es la mayor bendición que precede las bendiciones del Eterno a Israel a través de Moisés en los últimos versículos de la Torá.

Nuestros Sabios dicen que la voluntad del Creador es cumplida por los animales mediante su instinto, y por las plantas a través de su función. Solamente los humanos cumplen Su voluntad mediante libre albedrío, e Israel como Nación eligió hacerlo como el Pueblo Escogido que recibió la Torá. Y es nuestra mayor bendición poder vivir para proclamar el Amor de Dios como la única Verdad entre las fantasías e ilusiones del mundo material: "¡Afortunado tú, Oh Israel! ¡Quién es como tú, oh pueblo cuya Redención procede del Eterno, el Escudo que te ayuda, tu majestuosa Espada! Tus enemigos te mentirán, pero tú te remontarás encima de sus alturas." (33:29). Amén.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.