"(…)
Moisés, el hombre del Eterno, bendijo a los hijos de Israel antes de su muerte."
(Deuteronomio
33:1). Nuestros Sabios destacan que este es el único versículo de la Torá donde
Moisés es identificado como el hombre de Dios, con las
implicaciones particularmente relacionadas con su bendición a Israel como
Nación. También señalan que Moisés no dio una sino muchas bendiciones, y se
preguntan por qué las primeras palabras de esta porción (V'zot habrajá, "Y esta es la
bendición") se refieren a una.
Una de las respuestas es que Moisés quiere abarcar una bendición para una Nación, como si ambas fuesen parte de un mismo Israel unido. Siendo el hombre de Dios, Moisés es el mensajero del Creador para entregar Sus bendiciones a Israel. Entonces la bendición de Moisés y la bendición de Dios son la misma en estos dos capítulos finales de la Torá. Después de todo, durante los últimos cuarenta años de su vida, Moisés ciertamente fue el mensajero que entregó el legado de Dios a Israel, la Torá, incluyendo Sus bendiciones.
Una de las respuestas es que Moisés quiere abarcar una bendición para una Nación, como si ambas fuesen parte de un mismo Israel unido. Siendo el hombre de Dios, Moisés es el mensajero del Creador para entregar Sus bendiciones a Israel. Entonces la bendición de Moisés y la bendición de Dios son la misma en estos dos capítulos finales de la Torá. Después de todo, durante los últimos cuarenta años de su vida, Moisés ciertamente fue el mensajero que entregó el legado de Dios a Israel, la Torá, incluyendo Sus bendiciones.
En
este sentido, esas bendiciones nos animan a emular los caminos y atributos del
Creador en Su Torá y Mandamientos, tal como lo hizo Moisés para
nosotros con sus actos; enseñándonos a ser también hombres de Dios, el
Pueblo de Dios. Las bendiciones de Moisés a las Tribus no están destinadas a
ser individuales sino una sola bendición para toda la Nación. Debemos enfatizar
en ello porque no hay divisiones en la identidad de Israel, sino unidad con diversidad multifacética.
Somos comerciantes y estudiosos de la Torá como también somos guerreros y sacerdotes; líderes y pastores de ovejas como albañiles y joyeros; jueces y sepultureros como artistas y científicos; ricos y pobres como soñadores y narradores. Somos todos facetas de la misma identidad dirigida a honrar el Amor de Dios, siendo y manifestando Sus caminos y atributos en este mundo. Es así como vencemos los pensamientos, emociones, pasiones y sentimientos negativos, representados por las "naciones" que conquistamos con el fin de morar en la Tierra Prometida, que es la tierra de Israel.
Somos comerciantes y estudiosos de la Torá como también somos guerreros y sacerdotes; líderes y pastores de ovejas como albañiles y joyeros; jueces y sepultureros como artistas y científicos; ricos y pobres como soñadores y narradores. Somos todos facetas de la misma identidad dirigida a honrar el Amor de Dios, siendo y manifestando Sus caminos y atributos en este mundo. Es así como vencemos los pensamientos, emociones, pasiones y sentimientos negativos, representados por las "naciones" que conquistamos con el fin de morar en la Tierra Prometida, que es la tierra de Israel.
La
mayor manifestación del Creador en el mundo es Su Torá (Instrucción,
Enseñanza) con sus medios y caminos para hacer tangible Su Amor en la realidad
material. El versículo, "(…) de Su mano derecha Él presenta Su ardiente
Torá a ellos [Israel]." (33:2) está traducido de manera esclarecida del
hebreo original, interpretado como "de Su mano derecha fuego [convertido
en] enseñanza para ellos", ya que "fuego" y "enseñanza" aparecen unidas en una sola palabra.
La referencia al fuego es importante porque es el elemento que mejor representa la manifestación Divina en la Creación, fuego como símbolo y medio de la dinámica transformadora del Amor de Dios. Fuego aparece en muchos pasajes, no sólo de la Torá sino de toda la Biblia hebrea, en momentos trascendentales como el primer encuentro de Moisés con el Eterno; la columna de fuego que protegió y guió a Israel durante su tránsito por el desierto; y el fuego que consumió la ofrendas en el Tabernáculo y en el Templo de Jerusalén.
La referencia al fuego es importante porque es el elemento que mejor representa la manifestación Divina en la Creación, fuego como símbolo y medio de la dinámica transformadora del Amor de Dios. Fuego aparece en muchos pasajes, no sólo de la Torá sino de toda la Biblia hebrea, en momentos trascendentales como el primer encuentro de Moisés con el Eterno; la columna de fuego que protegió y guió a Israel durante su tránsito por el desierto; y el fuego que consumió la ofrendas en el Tabernáculo y en el Templo de Jerusalén.
En otros comentarios de nuestro blog hemos indicado que fuego es más que un elemento material o
catalizador para transformar la materia de un estado a otro, ya que también es
portador y sustentador de vida, protegiéndola con la intensidad apropiada. Estas
cualidades son análogas al Amor Divino como fuerza dinámica transformadora, que
no sólo mueve el universo sino que tiene el poder de sustentar todo y cambiar
su existencia hacia niveles y dimensiones ajenos a nuestro entendimiento. Ese
poder es la Ley, la Torá, la instrucción que armoniza nuestras vidas en
consonancia con la voluntad del Creador, la cual son Sus caminos y atributos derivados de Su Amor.
Debemos
entender fuego como símbolo de Amor en sus cualidades transformadoras y
elevadoras hacia nuestra cercanía con Dios; e igualmente como elemento
purificador que refina nuestros pensamientos, emociones, pasiones e instintos
hacia el Servicio Divino, el cual realizamos mediante los atributos de Amor. Este
es el legado Divino y herencia de Israel, presentado por la diestra de Dios con
la que nos prodiga Su Amor. Esta es la mayor bendición que precede las
bendiciones del Eterno a Israel a través de Moisés en los últimos versículos
de la Torá.
Nuestros
Sabios dicen que la voluntad del Creador es cumplida por los animales mediante
su instinto, y por las plantas a través de su función. Solamente los humanos
cumplen Su voluntad mediante libre albedrío, e Israel como Nación eligió hacerlo
como el Pueblo Escogido que recibió la Torá. Y es nuestra mayor bendición poder
vivir para proclamar el Amor de Dios como la única Verdad entre las fantasías e
ilusiones del mundo material: "¡Afortunado tú, Oh Israel! ¡Quién es como tú,
oh pueblo cuya Redención procede del Eterno, el Escudo que te ayuda, tu
majestuosa Espada! Tus enemigos te mentirán, pero tú te remontarás encima de
sus alturas."
(33:29). Amén.