Uno
de los pasajes esenciales de la Torá relacionados con Israel es, “Y
él soñó, y he aquí una escalinata con su base en la tierra y su
cima alcanzando el Cielo; y he aquí ángeles del Eterno ascendían y
descendían sobre ella” (Génesis
28:12) y “Esta no es otra que la Casa del Eterno [Bet-El],
y puerta del Cielo” (28:17) y se
trata de un lugar en el tiempo y el espacio que abarca nuestra
conexión con el Creador, que
existe permanentemente en los más elevados niveles de la conciencia.
Es ahí donde nos damos cuenta del nexo que mantiene la unidad
del Cielo y la Tierra, las dimensiones de
lo espiritual y lo material de la Creación de Dios. En este
conocimiento, Jacob como Israel realiza su Unidad con el Creador.
Tenemos
que conocer esta Casa donde el Amor de Dios aloja a Israel en el
trayecto hacia su destino como el Pueblo del Pacto. La Torá nos
cuenta que Jacob soñó, lo cual significa que el conocimiento de
Israel de la Presencia Divina está más allá de nuestra percepción
material consciente. Sin embargo, hay una escalinata que se sostiene
en nuestra conciencia material (la tierra donde pisamos), cuya cima
se remonta a los más elevados niveles que podamos llegar a concebir.
En esta escalinata ángeles (mensajeros) del Eterno ascienden y
descienden sobre ella, y preguntémonos quiénes son estos
mensajeros. La Torá nos señala que la función de los ángeles es
cumplir la voluntad del Creador en las diversas dimensiones de Su
Creación, y algunos de nuestros Sabios los definen como los
Mandamientos que realizamos como parte de Su voluntad. Otros los
definen como las almas que descienden de Su morada celestial al mundo
material, para después ascender de regreso a Él.
Podríamos
decir que los ángeles son, de cierta manera, los medios con los que
nos comunicamos con el Creador. Ellos descienden como mensajes de Su
voluntad hacia nosotros, y regresan como nuestros mensajes hacia Él.
Se nos ha enseñado que los ángeles cumplen sus misiones sin
cuestionarlas, porque no tienen libre albedrío. Pero, ¿nos
atreveríamos nosotros a cuestionar la voluntad del Creador con el
libre albedrío que Él nos dio? Hemos mencionado muchas veces que
nuestro libre albedrío es la prueba viviente del Amor incondicional
del Creador hacia nosotros, y lo mínimo que podríamos para
reciprocar ese privilegio es cumplir con lo que Él quiere de
nosotros. Aun así, la opción es sólo nuestra. Jacob estaba
plenamente consciente de ello y su opción es clara porque sabe que
su integridad personal depende de su servicio al Creador, después de
haber tenido el más alto honor de pernoctar en Su Casa.
Ángeles
son mencionados al comienzo y al final de Vayeitzei, y esta
recurrencia es muy significante para nosotros porque aparecen como
heraldos anunciando puntos de convergencia entre el Cielo y la
Tierra. En este sentido, el Templo de Jerusalén es el nexo
fundamental que une ambos niveles, y que a la vez representa nuestro
mayor conocimiento de Dios. Este es, como dice Jacob, “La Casa del
Eterno y la puerta del Cielo”, y aunque suene como que hay una
separación entre aquí y allá, la realización de Bet-El se
convierte en nuestro conocimiento de la unidad entre ambos.
Los
ángeles son los mensajeros y los mensajes que tenemos que dirigir en
nuestra comunicación con el Creador, y ellos son nuestra Esencia
común con Él. En este contexto, los ángeles son la manifestación
de Su Amor hacia nosotros y, cuando vivimos en los caminos y
atributos de Amor, nuestras buenas acciones son los mensajeros y los
mensajes que elevamos a Él para reciprocar el Amor con el que nos
bendice.
Hay dos
“campos” definidos que conocemos como lo espiritual
y lo material,
que están
destinados a encontrarse, a abrazarse y a besarse cuando honramos los
caminos y atributos de Amor como nuestra verdadera Esencia e
identidad, y como nuestros medios y recursos para conectarnos con el
Creador y relacionarnos con Su Amor. Andar en Sus Mandamientos es
como vivimos en el mundo material, y en nuestro camino nos
encontramos con Su Amor:
“Y Jacob fue en su camino, y ángeles del Eterno se encontraron con
él. Y Jacob dijo cuando los vio, 'Este es el campo del Eterno', y
llamó al lugar Mahanaim”(32:2-3)
Sabemos
entonces que hay dos campos, mahanaim, y Jacob los convirtió
en uno porque es consciente de que, en definitiva, solamente
hay un campo y es el campo del Eterno. Por lo tanto, tenemos que
llegar a esa realización final; pero primero debemos recostar
nuestra cabeza sobre las piedras que abarcan cada aspecto de la
conciencia, que el Amor de Dios convierte en una sola roca
donde se apoya la escalinata que nos eleva a Él, por donde nuestro
Amor y Su Amor ascienden y descienden para unificar el Cielo y
la Tierra. Como hemos dicho en repetidas veces, Amor es el mensajero
y el mensaje, su causa y su efecto, tal como el Amor de Dios se
manifiesta como causa y efecto de Su Creación.
Sólo
necesitamos darnos cuenta de ello como lo hizo Jacob, legándolo a
Israel, sus descendientes: “En
Bet-El él [Jacob,
Israel] lo encontró a Él, y ahí Él hablará con nosotros. Y el
Eterno es el Dios de las multitudes, el Eterno es Su Nombre. Y
vosotros regresaréis a vuestro Dios: [con] amorosa bondad y
justicia, y confiando en vuestro Dios siempre”
(Oseas 12:5-7)