domingo, 15 de abril de 2012

Tazria-Metzorá: Limpiando Nuestra Conciencia con en Amor de Dios

A veces Pésaj cae entre la parshat Sheminí y la parshat Tazria-Metzorá y sus contenidos están relacionados con el Éxodo de Egipto. Sus referencias específicas se tratan de lo limpio y lo inmundo, y al final de Sheminí leemos “Porque Yo soy el Eterno que te sacó de la tierra de Egipto para ser tu Dios. Por lo tanto, serás sagrado porque Yo soy sagrado (Levítico 11:45).

El Creador nos saca de Egipto, que representa la manera impura de afrontar el mundo, y esa salida es la premisa para Él y para que sea nuestro Dios. Mientras estemos bajo el dominio negativo de creencias, pensamientos, emociones, pasiones e instintos, vivimos sin Dios como conocimiento de nuestra verdadera Esencia e identidad. Dicho de otra manera, no hay Amor ni sus caminos y atributos en medio de circunstancias negativas, porque Amor no cohabita con nada diferente a sus modos.

Los hijos de Israel eran conscientes de que sus antepasados sabían que había un solo Dios con el que estaban estrechamente relacionados, pero bajo la opresión de los peores rasgos de la conciencia humana dudaban que existiera el Dios de sus ancestros. Si nos pusiéramos en su lugar, tampoco creeríamos que hay un Creador compasivo, benévolo y amoroso.

Esto lo sentimos cuando atravesamos por circunstancias difíciles en nuestro esfuerzo por sobrevivir y satisfacer nuestras necesidades básicas, en medio de un ambiente cada vez más adverso y hostil. En el caso de nuestros ancestros, ellos dependían totalmente de los egipcios para su supervivencia y no conocían otra tierra adonde ir. De ahí que su liberación dependiera exclusivamente del Dios de sus antepasados, y ocurrió gracias a Él. Dios los envió a Egipto y luego los sacó como parte de Su plan para Israel.

Las circunstancias ahora son diferentes porque estamos bajo el dominio de nuestras propias ilusiones materiales que nos separan del Creador, ya que elegimos seguirlas en vez de Sus modos y atributos. Ahora nuestra liberación depende de nosotros y no de Él.

Tomar la decisión de retornar a Él implica separar nuestra conciencia de las circunstancias negativas y adversas que hemos hecho reales en nuestra vidas. Esto mismo ocurre con las llamadas “revoluciones” a través de la historia, de las que la gente simplemente se harta del status quo, de la opresión ideológica del establecimiento, al igual que de los patrones sociales, económicos y culturales que deshumanizan nuestra conciencia.

En el judaísmo la diferencia entre esas revoluciones y la Redención Final es que en esta última la maldad y la negatividad estarán erradicadas, y estaremos viviendo solo con el fin de conocer los caminos y atributos del Creador.

Esto quiere decir que no lo esperamos como un milagro repentino y sin ser anunciado, sino como algo que debemos perseguir con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas. Esto lo hacemos amando a Dios con tal intensidad que sea para conducir todos los niveles de la conciencia en los caminos y atributos de Amor, como la manifestación material del Amor de Dios.

Es así como entonces nosotros haremos posible el milagro de revelar Su Presencia en el mundo y convertirlo en un lugar para que Él habite entre nosotros. Nuestros antepasados en Egipto tuvieron que abandonar la inmundicia de los rasgos negativos de la conciencia con el fin de tener a Dios, para que pudieran llegar a ser sagrados porque Él es sagrado.

Así vuelve a ser reiterado que Amor como santidad no cohabita con nada distinto a sus modos y atributos. Es por ello que debemos reflexionar en lo que es limpio y en lo que es inmundo para conocer la diferencia entre las cualidades de Amor y las fantasías e ilusiones de ego (ver nuestros comentarios sobre la Parshat Tazria: “Sembrar en el Amor de Dios” del 4 de abril 2010 y “Viviendo en el Pacto de Amor Divino” del 27 de marzo de 2011).

Todas las leyes de la Torá respecto a la pureza individual y colectiva tienen como propósito indicarnos lo puro y lo contaminado en nuestra conciencia. Hemos dicho con frecuencia que nuestros niveles de conciencia son vasijas que llenamos con pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Se trata de que estén vacías para ser llenadas con los atributos de Amor, por lo tanto tenemos primero que remover toda agenda de ego en ellas.

No es una tarea sencilla, ya que nos hemos pasado la vida llenando cada aspecto de la conciencia con los ingredientes equivocados. Somos lo que hemos puesto en nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos.

Una manera de verlo negativamente sería mirándonos en un espejo y preguntarnos si nos gusta lo que vemos, ya que se trata sólo de una reflexión del exterior de la vasija. Lo que tenemos que evaluar es lo que esta contiene. Entonces comenzamos a hacer el inventario para identificar lo correcto y lo incorrecto, lo positivo y lo negativo, lo falso y lo verdadero, y todo lo demás.

No se trata de juzgar sino de discernir con el fin de poner a prueba nuestro libre albedrío. Discernimiento y libre albedrío están juntos en esto porque si no somos capaces de discernir jamás seremos capaces de tomar las decisiones correctas. Tenemos que saber primero antes de tomar decisiones, y esto lo tenemos claro.

La Torá nos instruye a discernir acerca de todo, porque esa es la manera en que adquirimos conocimiento. Dicho de otro modo, tenemos que ser listos antes de elegir, y lo más listos que podemos ser es discerniendo en, con, para y mediante los atributos de Amor.

No se trata de que nuestra pureza interna refleje nada, sino de que nos conduzcamos con los medios y arbitrios de Amor en lo que creamos, pensemos, sintamos, hablemos y hagamos.

La conciencia contiene vasijas diseñadas para ser llenadas todo el tiempo, y constantemente debemos revisar si su contenido es puro o impuro, agradable o desagradable, feliz o triste. Seamos conscientes de que en los modos de Amor no hay espacio para nada negativo, así que no hay tal cosa como “no hay nada malo con estar triste” o “está bien ser iracundo”, porque una vez llenemos nuestras vasijas con tales sentimientos son estos los que nos dirigirán a su manera.

Entonces no hay que culpar a Dios ni a nadie por nuestras frustraciones como resultado directo de nuestras fantasías e ilusiones, ya sean reales o imaginarias. Hay quienes dicen que el camino de la rectitud que nos conduce a la verdadera libertad es derecho y estrecho, y tienen razón.

Cuando andamos en los caminos de Amor no hay que mirar a los lados porque los únicos lados que hay son de Amor. También otros dicen que hay que estar eternamente vigilantes al andarlos, ya que podemos caer en las ilusiones de ego.

Es evidente que no es nada fácil evitarlo, pero no tenemos otra opción. Mientras estemos completamente conscientes del Amor de Dios y Su bondad como la experiencia real que son momento a momento, comenzamos a vivir nuestra propia Redención individual.

Nos damos cuenta de ello cuando iniciamos la limpieza de lo que somos y tenemos para abrazar a nuestro Dios, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Israel.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.