domingo, 10 de junio de 2012

Shelaj: Descubriendo Nuestra Relación con el Creador

En nuestros dos comentarios anteriores acerca de Shelaj estuvimos reflexionando en torno a dos aspectos. Uno es nuestra confianza en Él y Su Amor (Parshat Shelaj: “Confiemos en el Amor de Dios” del 30 de mayo, 2010) y elegir por nuestro propio libre albedrío vivir en Sus caminos y atributos (“Encaminándonos en el Amor de Dios” del 12 de junio, 2011) ya que estos dos aspectos son esenciales para realizar nuestra conexión con Él.

Los sucesos narrados en esta porción de la Torá ciertamente nos pueden ocurrir en cualquier momento, ya que tanto en ese entonces como ahora enfrentamos el mismo dilema y desafíos sobre el conocimiento de quiénes somos y el propósito de nuestras vidas como judíos.

Hemos indicado que la identidad judía abarca facetas multidimensionales contenidas en las doce Tribus de Israel, y dichas facetas están destinadas a manifestar todo el potencial de bondad en la conciencia humana.

Este proceso debe ocurrir como un esfuerzo unido y mancomunado, y es por ello que nuestro Creador instruye a Moisés (nuestro mayor conocimiento de Él) para guiar y dirigir todas las dimensiones de la conciencia durante la trayectoria para asentarnos en la bondad potencial de quienes somos, esa Tierra Prometida.

En el conocimiento de nuestra diversidad individual y colectiva sabemos que esa diversidad es expresada de distintas maneras, según su propósito. La manera en la que un gerrero se expresa es bastante diferente del médico, el sacerdote, el comerciante, el juez, el artista, el zapatero y el vagabundo, por mencionar sólo algunos. Esto no quiere decir que el guerrero no pueda habitar con aquellos que no tienen la rutina de él.

Como Israel unido somos todos parte de la identidad multidimensional que nos define como judíos, y como tales estamos destinados a realizar nuestra unidad como el Creador lo quiere de nosotros.

Debemos explorar las cualidades o “territorios” de nuestras Tribus, su potencial y recursos para manifestar los modos y atributos de Dios como medios y arbitrios de Amor, dirigidos a crear un lugar para que Él habite con nosotros. En el mundo material, bajo la dictadura de las fantasías e ilusiones de ego y sus tendencias negativas, nos damos cuenta que nuestros territorios estás ocupados por “pueblos” y “naciones” que niegan la bondad que queremos sembrar y cosechar en cada aspecto de la conciencia.

Resulta interesante que hoy en día tenemos una situación similar viendo a nuestros enemigos declarados ocupar nuestra Tierra, y de hecho viviendo en la casa que es nuestra. Además de eso, nuestra benevolencia y tolerancia hacia estos enemigos encima es considerada por ellos como agresión y opresión de nuestra parte.

Todo esto es el resultado de permitir que nuestra conciencia cohabite con enemigos. Cuando los erradiquemos de nuestra Tierra, nuestro hogar, podremos cumplir nuestro destino. La única manera de hacerlo es estando juntos y unidos por el propósito común de realizar nuestra identidad judía como el medio para proclamar la voluntad de Dios en el mundo material.

Caleb de la Tribu de Judá fue el único que, por su propia convición, fidelidad y lealtad al Creador, captó la extraordinaria bondad de la Tierra Prometida, y se enfrentó a los representantes de las demás Tribus que traían un mensaje negativo acerca de la Tierra.

“La Tierra que atravesamos para explorar, ¡la Tierra es muymuy buena!” (Números 14:7)

Debemos afrontar el mundo material con la bondad potencial que podemos manifestar de él y por él, porque esa es la actitud que Dios quiere de nosotros. Esto es lo que nos identifica como judíos, como el Pueblo Elegido. Si tenemos una concepción y actitud negativas acerca de la vida y el mundo, estamos negando lo bueno que pueden tener. Esta es la razón por la que Judá prevaleció sobre las demás Tribus.

Los descendientes de Judá (junto con los Levitas) eligieron permanecer leales a la identidad que Dios dio a Israel en Su Torá. Esta fidelidad y lealtad también impulsó a otro descendiente de Judá, Najshón hijo de Aminadav, a lanzarse a las divididas aguas del Mar Rojo, en una travesía donde la única guía es el Amor de Dios.

Esta es la realización que necesitamos para asentarnos en la Tierra Prometida, en la extraordinaria bondad de los modos y atributos de Amor como los únicos medios para remover las tinieblas y la negatividad de la conciencia humana. Caleb sabía la debilidad que producen en la conciencia las ilusiones y fantasías de ego.

En ilusiones todo es incierto, vano, efímero e inútil, porque esa es su naturaleza. Debemos despejar la oscuridad de la conciencia para permitir que la Luz ocupe todas las dimensiones de la vida, y eso lo hacemos abrazando Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.

Caleb conocía los peligros de las ilusiones materiales y necesitó reafirmar su identidad judía para mantenerse fuerte en su conciencia del Amor de Dios. De ahí que fuera a orar en las tumbas de nuestros Patriarcas en Hebrón. En su recuerdo de ellos se fortaleció con el significado de su identidad derivada del Pacto de Abraham, Isaac y Jacob con el Creador; porque debemos saber de dónde vinimos y nuestra historia para darnos cuenta plenamente de quiénes somos.

Somos débiles cuando no sabemos quiénes somos, y nuestra fortaleza depende de lo que somos, tenemos y somos capaces de lograr. Los pensamientos negativos, las bajas pasiones, los malos sentimientos y las emociones destructivas pueden convertirse en verdaderos gigantes que pueden vencernos en el momento en que tenemos que elegir entre ellos y los atributos de Amor.

Puede que sea más fácil ser indiferente, avaro, envidioso, codicioso, lujurioso, indolente y negligente cuando nos embargan sentimientos de carencia en la conciencia. Entonces encontramos extremadamente difícil reconocer y abrazar nuestra identidad. En ella radica nuestra Esencia y fortaleza para elevarnos a las alturas de la exreaordinaria bondad en la vida.

“Caleb calló al pueblo hacia Moisés y dijo, 'Ciertamente ascenderemos y la conquistaremos, ¡porque ciertamente podemos!' Pero los hombres que habían ascendido con él dijeron, '¡No podemos ascender hacia esa gente porque es demasiado fuerte para nosotros!'” (13:30-31)

Los aspectos negativos de la conciencia de hecho pueden ser más fuertes que nuestra determinación para superarlos, y depende de nosotros desafiar ese predicamento. La negatividad puede destruir lo mejor en nosotros: “¡(...) es una tierra que devora a sus habitantes!” (13:32)

Descubrimos nuestra relación con el Creador en la identidad que Él forjó para nosotros como Su Pueblo. A través de Sus caminos y atributos llegamos a saber quiénes somos, porque Él quiere que lo emulemos. El Amor de Dios es la fuente y fortaleza de nuestra vida, y con Amor todos los niveles y dimensiones de la conciencia tienen el poder para conquistar y vencer los obstáculos y dificultades que nos presentan las ilusiones y fantasías de ego. Amor es nuestra Tierra Prometida.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.