domingo, 10 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXX) Isaías

La visión de Isaías en el Cielo es uno de los mensajes trascendentes que tenemos en el judaísmo. Trascendente en muchos modos. La misma ocurrió en un tiempo y espacio que de hecho no lo son, y ello no lo podemos asimilar en nuestra conciencia. En este sentido lo paradójico es una de las premisas de lo trascendente. En el judaísmo, la imposibilidad de concebir a nuestro Creador también es una paradoja, porque el hecho de no poder concebirlo no implica que Él no exista.

Nuestra concepción judía de Dios trasciende los límites del entendimiento humano. De ahí que nuestros Sabios enseñen que la Torá tiene setenta caras, que realmente son infinitas porque esta es eterna como su Creador. Aún así nos la entregó en el lenguaje humano como la puerta para conocer Su Plan para el mundo material. Lo que quiere decir que debemos entender Sus mensajes dentro de las dimensiones de tiempo y espacio, y las limitaciones de la conciencia humana.

El Profeta tiene la difícil tarea de comunicar una visión y experiencia ajenas al entendimiento humano. La dinámica entre pensamiento y lenguaje es tan compleja como la conciencia misma. Desde que nacemos somos obligados a empadronar el pensamiento dentro de los límites del lenguaje para poder expresar algo potencialmente indescriptible en algo descriptible.

Nuestros Sabios hacen una analogía de esto, comparándolo con una persona invidente que nunca ha visto nada antes y que repentinamente puede ver. Sin tener referencias previas para describir una noche estrellada o un amanecer, comienza a describirlo con las formas de lo que solía tocar para conocerlas. El resultado de esta descripción de lo que "vio" no pudo ser comprendido por quienes podían ver y que estaban con esa persona. Dicho de otro modo, nuestro pensamiento y lenguaje humanos no poseen las referencias necesarias para asimilar una visión o experiencia celestial.

El Profeta no tiene otra opción sino describir su visión y experiencia en el Cielo tal como lo expresa en este mensaje. En esta paradoja de describir lo indescriptible debemos tratar de percibir lo que Isaías quiere dicirnos. Para ello utiliza palabras y situaciones que podemos comprender, como invitación para abrir nuestra conciencia a un mayor nivel de entendimiento. Una vez entramos en dimensiones sublimes, más allá de lo que podemos concebir, también debemos aprender cómo vivir en ellas, relacionarnos con ellas, y poder comunicarlas.

Hemos dicho en otros comentarios que el Mundo por Venir, al igual que la Era Mesiánica, tienen referencias distintas a las que tenemos en este mundo actual. Nuestros Profetas nos dan pocos detalles, indicándonos que la maldad y la negatividad no existen en esos tiempos y lugares, y que estas han sido reemplazadas por nuevas referencias que sólo conoceremos cuando lleguemos ahí.

Esta también es una manera de entender que las visiones o experiencias celestiales pertenecen al Cielo y tienen sentido allá, no aquí. Esto debemos tomarlo como una invitación a eliminar las referencias negativas que tenemos en la conciencia, y transformarlas en positivas para así vivir nuevas dimensiones y expresiones de la vida. El resultado de esto será toda una nueva manera de concebir, percibir, pensar y sentir, y su efecto en lo que hablemos y hagamos.

"(...) Yo vi al Eterno sentado sobre un trono alto y elevado, y el borde de Su manto llenaba el Templo." (Isaías 6:1)

En esta declaración nuestros Sabios identifican dos situaciones y dos lugares. El Creador en el Cielo y el Templo en la Tierra. El Profeta describe a Dios en nuestro lenguaje humano como alguien sentado en un trono no sólo alto sino también elevado. En el judaísmo podemos entender nuestro Creador como Uno, de hecho fuera de nuestro alcance en todo sentido. Alto y elevado son términos que ilustran este principio. Sin embargo este hecho no implica que Dios no se relacione con Su Creación, ya que el resto de la oración lo indica. Los bordes de Su manto llenan el Templo.

Manto, al igual que otras vestiduras, representan dos condiciones. Una es cubrir y la otra es identificar. En la oración el Profeta se refiere a un atributo del Creador (un manto) que se extiende cayendo en un lugar que es el Templo de Jerusalén. También es la conexión entre el Creador y nosotros. Este atributo llena completamente el Templo, este como el tiempo y lugar eternos donde estamos permanentemente conectados a Él. A este manto llamamos Su amorosa bondad, porque esta también cubre Su Creación: "Él ama la rectitud y la justicia, la Tierra está llena de la amorosa bondad del Eterno." (Salmos 33:5), "Dad gracias al Eterno, porque Él es bueno. Su amorosa bondad es eterna." (136:1, 100:5, I Crónicas 16:34).

"Serafines estaban parados de sobre Él, cada uno tenía seis alas: con dos cubrían su rostro, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y uno a otro llamaban, diciendo: Sagrado, sagrado, sagrado, es el Eterno de las multitudes; toda la Tierra está llena de Su gloria." (Isaías 6:2-3)

Los ángeles también pertenecen a esta dimensión elevada que llamamos Cielo. Nuestros Sabios se refieren a ellos como mensajeros que realizan tareas o misiones específicas para cumplir con la voluntad de Dios. Estas misiones representan lecciones éticas y morales que reflejan los caminos y atributos de Dios, con los que Él se relaciona con Su Creación. Estos mensajeros proclaman y reafirman lo sagrado del Creador como algo que igualmente está lejos de nuestro entendimiento.

En ese sentido asimilamos que sagrado significa lo separado como algo inalcanzable para nuestro discernimiento. Aún así lo paradójico persiste, ya que Su gloria cubre Su Creación y esta abarca todo lo que percibimos y lo que no. Nos damos cuenta en estos versículos que Su gloria es Su amorosa bondad, de la que debemos estar conscientes. Si Su Amor llena Su Creación, también somos llenados por Su Amor, por lo tanto somos una emanación y extensión de Su Amor. De ahí nos damos cuenta de lo sagrado que es Dios y Su Amor.

Esta triple proclamación debe resonar en todos los niveles de conciencia, ya que nuestra Esencia e identidad están formadas y definidas por el Amor de Dios. Esta realización impacta al Profeta. Tras oír esta proclamación, Isaías cuestiona su propia identidad ya que nota la diferencia entre sus atributos y los de la Esencia de la que Dios nos creó.

"Entonces dije yo: ¡ay de mí! porque estoy deshecho; porque soy un hombre de labios impuros, y vivo en un pueblo de labios impuros; ya que mis ojos han visto al Rey, el Eterno de las multitudes." (6:5)

Al llegar a este conocimiento nos damos cuenta de lo que es real e irreal, verdadero y falso, correcto e incorrecto. Hacemos una clara diferencia entre las fantasías e ilusiones de ego, y los modos y atributos de Amor. Nos hacemos conscientes de las trampas que hemos hecho para someter nuestra conciencia a lo opuesto de lo que verdaderamente somos. Cuando vemos y vivimos los caminos y atributos del Creador nos damos cuenta que estos son nuestra Esencia e identidad. Así es como retornamos a donde pertenecemos. Este es momento decisivo en que el arrepentimiento nos hace ver lo que realmente somos: ¿cómo pude haber sido, tenido y hecho algo que no soy? Este es el primer paso de nuestro retorno al Creador.

El Profeta se reconoce como una persona deshecha, alguien incompleto mientras viva en las fantasías, ilusiones y espejismos del mundo material. Menciona los labios como los portadores de impureza. Como hemos señalado arriba, el pensamiento precede a la acción como expresión de lo que concebimos, creemos o sentimos. Lo que sentimos es el resultado de lo que pensamos o creemos, de ahí que debamos ser conscientes de lo que ponemos en nuestra mente. En este sentido los labios no solamente son lo que hablamos sino también lo que hacemos.

"Entonces uno de los serafines voló hacia mí con una piedra radiante en su mano, que había tomado con unas tenazas del altar; y él tocó mi boca con aquella, y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios, y quitada tu iniquidad, y expiada tu impureza." (6:6-7)

Ante la Presencia del Creador el Profeta tiene el privilegio de ser limpiado por el fuego divino que aquí llamamos el Amor de Dios. Este fuego no sólo limpia nuestras acciones negativas sino también aquello que las causa. Mientras vivamos en, por, de y para este fuego, viviremos ante la Presencia de Dios. Este es el fuego que transforma nuestras vidas, eliminando las tendencias y aspectos negativos en la conciencia, anunciando el comienzo de la Redención Final y la Era Mesiánica.

"Y escuché la voz del Eterno diciendo: '¿A quién Yo enviaré, y quién irá por nosotros?' Entonces dije: 'Aquí estoy, envíame a mí'." (6:8)

Cuando dejamos que los modos y atributos de Amor conduzcan y guíen todas las dimensiones y facetas de la vida, que unan y armonicen la diversidad y los potenciales creativos de la conciencia humana hacia los caminos y atributos del Creador, ya estamos listos para ser socios plenos en el Plan de Dios.

"Y Él dijo: 'Ve y dile a este pueblo: Oíd para oír, pero no entendéis; y ved para ver, pero no sabéis. Engorda el corazón de este pueblo, y endurece sus oídos, y encandila sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos; y su corazón vuelva a entender otra vez, y sea curado'." (6:9-10)

Aquí el Profeta es encomendado a hacernos conscientes de nuestra obstinación en rechazar lo bueno de los caminos y atributos de Dios, y preferir las fantasías e ilusiones de ego. Deseamos poder en vez de Amor, control en vez de libertad, adicción en vez de desapego, ira en vez de alegría, carencia en vez de abundancia, crueldad en vez de compasión, indiferencia en vez de solidaridad. Estos estados negativos de conciencia son nuestros propios castigos, de los que no tenemos otra opción sino aprender de ellos.

Acá Dios dice al Profeta que esos rasgos negativos endurecen y hacen pesados nuestros corazones ("engordar"), obstruyen nuestro entendimiento (los "oídos"), e inutilizan nuestro conocimiento (los "ojos"). Al llegar a este callejón sin salida, tarde o temprano nos damos cuenta que es vano vivir en un predicamento negativo. Entonces retornamos a lo que realmente somos y pertenecemos, como una transición curativa.

"Entonces dije yo: '¿Hasta cuándo, Eterno?' Y Él respondió: 'Hasta que ciudades queden sin habitantes, y viviendas sin nadie, y la tierra esté completamente desolada." (6:11)

El retorno siempre depende de nosotros. Sin embargo hay un punto en el que nos hartamos de vivir en el lado opuesto a los modos y atributos de Amor. Ese es el lado donde están las ciudades y tierras desoladas. Hemos dicho que ciudades, tierra, montañas y colinas, representan creencias, ideologías, estilos de vida, costumbres, hábitos y comportamientos. Estos pueden llegar a ser destrucciones y desolaciones, lo suficientes para vernos obligados a transformarlos en tendencias y aspectos positivos en nuestra conciencia, y en nuestras vidas.

"Y el Eterno haya echado lejos al hombre, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra." (6:12)

La terquedad nos hace perder el libre albedrío. Perdemos nuestro más elevado conocimiento a manos de las fantasías e ilusiones de ego. Al apartar el conocimiento de nuestra conexión permanente con el Creador, apartamos nuestra conciencia de Él para entrar en los muchos lugares abandonados de nuestras tendencias y decisiones negativas.

"Pues aún quedará en ella una décima parte, y volverá; que habrá sido quemada como la encina y como el roble, cuya cepa queda; la semilla sagrada es su cepa'." (6:13)

Nuestros Sabios se refieren a este versículo como la minoría de Israel que permanece a pesar de la maldad en su entorno. La minoría que es devorada por los enemigos de la bondad y la verdadera libertad en la humanidad. Los pocos cuya sepa queda, y cuya semilla crecerá y fructificará al final. Esta es la semilla sagrada que prevalecerá eternamente en la Era Mesiánica.

Este versículo podría parecer ambiguo pero no lo es. Por un lado el Creador nos recuerda el predicamento negativo como la causa de nuestra destrucción, y por otro nos dice que a pesar de ello lo bueno en nosotros prevalecerá. Dios quiere hacernos conscientes de lo que es nuestra cepa y nuestra simiente. Nosotros también somos aquellos que proclaman lo sagrado de Él, de donde nos creó.

Somos buenos porque venimos de lo bueno de Dios, por lo tanto lo bueno siempre prevalece. Esto que es bueno nos dota de libre albedrío para tomar decisiones de libertad, no de control ni de cautiverio. No debemos dejar que la conciencia pierda nuestro libre albedrío. Así sabremos que nuestra libertad se fundamenta en los modos y atributos de Amor, la cepa y la simiente sagradas que siempre prevalecerán.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.