domingo, 3 de noviembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXIX) Isaías

Indicamos al inicio de estos comentarios sobre la Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía que hay tres partes en las que están divididos los mensajes de nuestros Profetas. Estas son nuestra separación de Dios y sus consecuencias, el proceso de retorno a Él -- conocido comúnmente como arrepentimiento --, y la Redención Final entendida como nuestra conexión permanente con Él. Estas tres fases también están profetizadas en el último libro de la Torá, y el Creador nos envía a Sus Profetas para recordárnoslas. De ahí que veamos los mismos mensajes declarados repetidamente en sus escritos. Están expresados de muchas maneras, tanto en forma directa con lenguaje severo como con alusiones alegóricas y algunas veces poéticas.

Estas repeticiones están dirigidas a despertar todos los niveles de la conciencia en torno a nuestra relación con Dios, ya que están destinados a estar unidos y armonizados hacia Su Plan llamado Era Mesiánica. Por ello la Torá y las Escrituras Hebreas nos hablan en muchos niveles y dimensiones para conducir nuestro intelecto, discernimiento, pensamientos, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. Así comprendemos por qué los mensajes del Creador están articulados y expresados de muchas formas y maneras. Debemos asimilar las palabras de Dios para hacernos plenamente conscientes de que nuestras decisiones -- no Él -- nos han llevado adonde estamos aquí y ahora.

Tenemos que abrir nuestra entera conciencia para saber lo que verdaderamente somos ante el Creador. Así realizaremos nuestro regreso a Él, Sus caminos y atributos. El quinto capítulo de los mensajes de Isaías se concentra otra vez en nuestro nexo con Dios, seguido por nuestra separación de Él al elegir las fantasías e ilusiones de ego en lugar de los modos y atributos de Amor.

"Cantaré para mi amado el canto de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una colina fértil." (Isaías 5:1)

Comienza alabando a nuestro amado Creador por Su nexo con nosotros, Su viñedo. Él nos exalta en una colina fértil, la cual es el conocimiento permanente de nuestra conexión con Él. Esta colina fértil es Sión, Jerusalén y el Templo. Se trata aquí de lo que somos, tenemos y hacemos en este lugar especial exaltado por Dios. Nuestro nexo con Él es aquello que no podemos asimilar con nuestro discernimiento o comprensión, porque está más allá de lo que podamos concebir. De ahí que solamente tengamos las referencias que el Creador nos señala en Su Torá como Sus atributos. Estos son señales como tierra fértil para fructificar en el mundo material. La colina fértil que es la bondad que cosechamos de los modos y atributos de Amor. A partir de aquí tomamos la decisión de hacer o no que el viñedo de nuestra conciencia fructifique en la amorosa bondad del Creador.   

"La había cercado, y la despedregó, y la plantó de vides escogidas: había edificado en medio de ella una torre, y también asentado un lagar en ella: y esperaba que diese uvas, y dio uvas amargas." (5:2)

Dios nos dio Sus Mandamientos para remover los rasgos y tendencias negativas en la conciencia, y permtir sólo amorosa bondad en todas las facetas de la vida. Cosechamos de lo que decidimos, recogemos de lo que sembramos. La amorosa bondad manifiesta su justa queja.

"Y ahora, oh habitante de Jerusalén y hombre de Judá, por favor juzga entre mí y mi viñedo." (5:3)

El Profeta se dirige individualmente a nosotros como uno que mora en Jerusalén, la cual es el conocimiento de nuestro nexo permanente con Dios. También como judío que tiene un Pacto eterno con Él. Nuestra conciencia es convocada para discernir y juzgar a partir de causa y efecto. Ya sabemos que Amor es su propia causa y efecto, y que Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. Entonces, ¿si Amor no es el efecto, cuál es la causa? Dios nos llama a reflexionar y usar nuestro juicio como discernimiento. Él habla a nuestro sentido común al nivel básico de causa y efecto. Por lo tanto tenemos que responder por lo que pensamos, creemos, sentimos, decimos y hacemos.

Hemos indicado frecuentemente que nuestros Sabios jasídicos llaman "vasijas" a todos los niveles y dimensiones de la conciencia. Con razón describen al intelecto, mente, emociones, sentimientos y pasiones como recipientes vacíos en espera de ser llenados con lo que elijamos derramar dentro de ellos. También sabemos que el pensamiento precede a la acción, aunque algunos de nosotros actuamos sin primero pensar. La idea es ser conscientes de los rasgos y cualidades de las creencias o ideologías que acariciemos en el pensamiento, del tipo de tendencias que imponemos en las emociones, las sensaciones que imprimimos en los sentimientos, y las expresiones de damos a nuestras pasiones. Todo se vuelve un asunto de decisiones. 

"¿Qué pude haber hecho mejor para mi viñedo que no hice? ¿Por qué cuando procuré que me diera uvas, me las dio malas?" (5:4)

El Creador nos responsabiliza de nuestras decisiones, porque de hecho somos un asunto de causa y efecto. La lección aquí es elegir Amor como la causa porque sabemos que Amor es el efecto. Amor aparta lo que es diferente, opuesto o contrario a sus modos y atributos. Para hacer que Amor rija y prevalezca en todos los niveles de conciencia, primero debemos retornar al Amor de Dios. Debemos añorar Su amor lo suficiente para que retornemos a Él, a Sus caminos y atributos.

Dios nos dice mediante el Profeta que Él cumple Su promesa de Redención Final mientras comencemos permitiendo a nuestro Amor eliminar lo que no es necesario en nuestra conciencia. Haciendo prevalecer los modos y atributos de Amor sobre las fantasías e ilusiones de ego.

"Os mostraré pues ahora lo que haré Yo a mi viña: Le quitaré su vallado, y será para ser consumida; aportillaré su cerca, y será para ser hollada. Haré que quede desolada; no será podada ni cavada, y crecerá el cardo y las espinas: aún a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella." (5:5-6)

La Redención Final en el judaísmo se trata de la completa eliminación de las tendencias negativas en la conciencia, y también en el mundo material. Debemos entenderla como un proceso individual y colectivo que tenemos que iniciar. Cuando decimos "que haya paz y que empiece conmigo", igualmente permitamos que Amor y lo bueno de sus modos y atributos comiencen a manifestarse en todos los niveles de conciencia. A través de la historia no hemos permitido esta Redención total por razones de elección. El Creador nos dio libre albedrío para elegir lo bueno y correcto, no lo opuesto. La Torá nos invita a entender la maldad como referencia y no como elección, de ahí que sea un Mandamiento elegir la bendición como lo bueno, como vida.

"Porque la viña del Eterno de las multitudes es la casa de Israel, y los hombres de Judá la planta de Su deleite. Y Él procuró lo justo, pero halló violencia; rectitud, pero halló clamor." (5:7)

Como mencionamos atrás, la colina fértil y fructífera es nuestra conexión con Dios. Nosotros como Israel estamos plantados por Él. Somos el otro lado de esta conexión en el mundo material, Su deleite en la tierra, ya que somos encomendados por Él y destinados a hacer prevalecer Su rectitud y justicia. Ambas resumen Su Torá como la entera instrucción para erradicar la violencia y el sufrimiento del mundo.

Dios ha honrado a Israel para hacer que la rectitud y la justicia prevalezcan como resultado de la bondad de Su Amor. Una vez más debemos entender nuestros imperativos éticos y morales, no sólo como producto de lo justo para hacer lo correcto sino como efecto de Amor. Dios ama la rectitud y la justicia. Se deleita en ellas, ya que provienen de Su Amor. De ahí que honremos Su Amor por hacer de nuestro Amor la motivación y la causa de justicia y rectitud.

En este contexto somos el pueblo elegido que responde a Amor como  la manifestación material del Amor de Dios. El resto de este capítulo reitera que somos responsables de nuestra conexión permanente con el Creador. Mediante el Profeta, Él señala las tendencias negativas de la conciencia que despojan y oprimen a los débiles de nuestro pueblo.

Egoísmo, codicia, indiferencia, crueldad e indolencia devastan la bondad de Amor, dejando desgracia y sufrimiento. La vanidad y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego que llaman bien al mal, y al mal bien. El Creador reafirma una y otra vez que la maldad y la iniquidad desaparecerán cuando cumpla Su promesa de redimirnos de ellas.

El Profeta cita la ira de Dios. Debemos entenderla como el enojo que sentimos producto de la frustración y el vacío que dejan las fantasías e ilusiones de ego. Ira es lo que sentimos en nuestra separación del Amor de Dios. No hay ira en el Creador sino lo que Él nos dice acerca de nuestra ira, para hacernos retornar a Sus caminos y atributos.

Nuestra ira y frustración nos impulsan a regresar a Él. El dolor y las desgracias que sufrimos como resultado de nuestras elecciones negativas golpean nuestros sentimientos y emociones, llenándolos de ira, frustración, enojo, depresión, indolencia e indiferencia. Estos son los enemigos que amenazan nuestra conciencia y desprecian nuestra Esencia y verdadera identidad.

El mensaje en este capítulo puede ser sintetizado diciendo que cuando no cuidamos nuestro viñedo -- la amorosa bondad que Dios ha plantado en nuestra conciencia --, y abrazamos las tendencias negativas, estas se convierten en los enemigos que buscan nuestra destrucción. Esto nos ocurrió en tiempos de nuestros Profetas, e igualmente lo asimilamos ahora en nuestros tiempos actuales. Nuestros enemigos aumentan contra nosotros mientras permitamos que tendencias negativas controlen nuestra conciencia.

"Y rugirán sobre ellos en aquel día como bramido del mar. Entonces mirarán hacia la tierra, y hallarán tinieblas de tribulación, y en sus cielos se oscurecerá la luz." (5:30)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.