domingo, 9 de febrero de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XLIII) Isaías

Debemos entender la profecía judía como algo previamente decretado por nuestro Creador. Así asimilamos que el Shabat fue el primero en el pensamiento de Dios y fue el último en Su Creación. El Shabat ya existía antes de todo lo que es, al igual que la Torá e Israel. Basados en este principio nuestros Sabios afirman que Dios, la Torá, el Shabat e Israel son Uno. De ahí que Dios al anunciar Sus promesas mediante Sus Profetas, estas ya están manifestadas, y esto quiere decir que ya existen en nuestra conciencia. Sólo tenemos que hacernos conscientes de ellas. De este modo entendemos por qué el Profeta está presentando sus mensajes como algo ya acontecido.

Aprendemos de esto que en nuestra conexión y relación con el Creador no hay tiempo ni espacio. Todo existe al mismo tiempo, y tenemos que comprenderlo aún estando restringidos por el tiempo y el espacio. El hecho de que tiempo y espacio combinados sean el contexto de la vida en el mundo material, no significa que estemos inexorablemente limitados por esas dimensiones. Tarde o temprano nos haremos conscientes de que nuestra conexión con el Creador -- que es indefinible e ilimitado -- también los lleva a contexto donde no hay tiempo ni espacio. Así entedemos lo trascendente, ya que la trascendencia es el contexto de nuestro nexo con Dios. En este punto nos hacemos conscientes de que lo que realmente trasciende en nuestra experiencia de la vida en el mundo material es Amor como nuestro nexo común con Dios.

“Él eliminó la muerte para siempre, y Dios el Eterno ha quitado la lágrima de todos los rostros; y el oprobio de Su pueblo Él ha borrado de toda la tierra, porque el Eterno ha hablado.” (Isaías 25:8)

Este versículo nos hace comprender lo que acabamos de indicar. Es el punto de partida para asimilar el significado de nuestra Redención Final, y comenzar a vivir la Conciencia Mesiánica. Esto ocurre también cuando comenzamos a remover las tendencias negativas en la conciencia, y los apegos, adicciones, obsesiones, y esquemas que nos separan y alejan de lo que verdaderamente somos. Son todo aquello que representa la muerte o que nos conduce a ella, y lo opuesto a lo bueno en la vida. Una vez comenzamos reconocer nuestra Esencia y verdadera identidad como lo bueno que trasciende tiempo y espacio, nos hacemos inmediatamente conscientes de que la muerte jamás ha existido. Lágrimas (sufrimiento) como resultado negativo de fantasías e ilusiones -- derivadas de creencias o sentimientos de carencia instigados por ego --, son todas secadas como si nunca hubieran existido.

También hay algo muy importante para reflexionar en este versículo, porque se refiere a Israel como el pueblo elegido para representar y realizar la voluntad de Dios en el mundo material. Israel será finalmente reconocido y acatado como lo que ha sido y es para el resto de las naciones. Todo lo que se opone, insulta, burla, desprecia, humilla y oprime como "oprobio" de Israel desaparecerá de la conciencia humana. Esto quiere decir que la humanidad comenzará a asimilar lo bueno en los modos y atributos de Amor como la entera razón y propósito de la voluntad de Dios para la vida en el mundo material, tal como la conocemos y vivimos. En este sentido -- como lo hemos mencionado muchas veces -- Israel representa todas las potencias creadoras en la conciencia humana mediante los Mandamientos de Dios en la Torá.

Es irónico que el hecho de que Israel haya contribuido a la humanidad más que ninguna otra nación siga siendo negado en este mundo. Es como si el mal negara lo bueno en la bondad. Comprendemos el mensaje de este versículo como el final del mal en la conciencia humana. Una vez removamos todo rastro de tendencias negativas en lo que discernimos, pensamos, sentimos, decimos y hacemos, lo bueno se manifiesta en todas las facetas y dimensiones de la vida. Esto es nuestra Redención Final y la Conciencia Mesiánica.

“Y será dicho en ese día: 'He aquí que este es nuestro Dios, por quien hemos esperado, que Él nos redimirá; este es el Eterno por quien hemos esperado, nos alegraremos y regocijaremos en Su redención'.” (25:9)

Como dijimos arriba, nuestra Redención existe desde el momento en que Dios nos creó y nos puso en el mundo material. Él nos hizo intrínsecamente buenos para ser y hacer lo bueno como causa y efecto de Su Creación. En Su Amor eterno e incondicional, Él nos dotó con libre albedrío para que usemos nuestro discernimiento y sentido común hacia elegir lo bueno como nuestra Esencia y verdadera identidad. Dios nos respeta como criaturas Suyas que somos, dándonos libre albedrío. De ahí que haya creado tinieblas y maldad como referencias para que elijamos Luz y lo bueno. Todo esto no contradice que lo bueno haya estado eternamente disponible como de hecho lo es para nosotros. Es nuestra decisión elegir lo bueno de los modos y atributos de Amor, en vez de los resultados de las fantasías e ilusiones de ego.

En este sentido comprendemos este versículo. Somos nosotros los que esperamos tomar decisiones, no Dios. Su Redención ha existido todo el tiempo, como lo ha señalado el Profeta al referirse a esta en tiempo pasado. Comenzamos a alegrarnos y regocijarnos en esta Redención cuando tomamos la decisión final y trascendente de vivir permanentemente en lo bueno de los modos y atributos de Amor. Lo hacemos entronizando lo bueno en cada nivel y dimensión de la conciencia. Así vivimos la Conciencia Mesiánica como un legado que Dios ya nos ha dado, aún antes de traernos a este mundo material.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.