domingo, 2 de febrero de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XLII) Isaías

El Profeta predice (capítulos 20-23) la conquista de Egipto y Etiopía por Asiria, se refiere a cargas adicionales de pueblos vecinos, la caída de Jerusalén, y más cargas que relacionamos con tendencias negativas en la conciencia como rasgos destructivos derivados de las fantasías e ilusiones de ego. De ahí que nuestra Redención Final  del Creador implique una transformación total hacia el despertar de la Conciencia Mesiánica.

“He aquí que el Eterno vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y dispersa sus moradores. (...) Del todo será vaciada la tierra, y enteramente saqueada; porque el Eterno ha pronunciado esta palabra.” (Isaías 24:1, 3)

Reiteramos otra vez que el plan de Dios para nosotros no se trata de un círculo vicioso donde el sufrimiento, dolor, engaño, opresión, odio, ira y violencia se repiten constantemente. La única razón de este predicamento es aprender de él, y no vivir para él. De hecho la decisión de cambiar el curso es sólo nuestra. Estamos destinados, ya sea a ahogarnos o a emerger como una conciencia humana unida. Nuestros Profetas claramente nos dicen que si no nos redimimos juntos, nuestro Creador lo hará. También indican repetidamente que Él transformará nuestra conciencia luego de remover todo rastro de tendencias negativas y círculos viciosos.

“Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra. Y la tierra se corrompió bajo sus moradores porque traspasaron las leyes, falsearon los estatutos, rompieron el Pacto eterno.” (24:4-5, 6-13)

Elegir una y otra vez vivir en nuestro predicamento negativo significa destruir lo bueno como nexo común con nuestro Creador. Rechazamos y negamos lo bueno cuando transgredimos sus reglas y directrices como manifestación material de ese bien mayor proveniente de Dios. En este sentido asimilamos que nuestro Pacto con Él es lo bueno que esencialmente somos, y que estamos destinados a hacer prevalecer en la vida.

“Ellos alzan sus voces, gritan de júbilo; desde el mar dan voces por la majestad del Eterno: 'Glorificad por esto al Eterno en las regiones de luz, en las islas del mar sea el Nombre el Eterno, Dios de Israel'.” (24:14-15)

Luz es el paradigma simbólico de lo bueno de los modos y atributos de Amor. En las regiones o dominios de Luz glorificamos lo bueno de nuestro Creador. Proclamamos Su majestad como Su Amor desde el conocimiento de nuestra Esencia y verdadera identidad. Estas son el mar donde reconocemos la Fuente de todo lo que es. Estas son parte de las islas que pertenecen a las tendencias positivas en la conciencia.

El capítulo termina con más alegorías y metáforas como admoniciones en torno al cambio inminente de conciencia que precede a nuestra Redención Final. El capítulo siguiente comienza con el reconocimiento de que provenimos de la amorosa bondad de Dios, y que Él también es nuestro Redentor.

“Eterno, Tú eres mi Dios, te exaltaré, alabaré Tu Nombre; porque has hecho maravillas, Tus consejos de otrora son de fidelidad y verdad.” (25:1)

También seamos conscientes de que nuestra Redención Final igualmente depende de nosotros. Por libre albedrío nos separamos de los bueno de los modos y atributos de Amor, y por libre albedrío debemos retornar a estos.

“Porque has sido fortaleza para el pobre, fortaleza para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tormenta, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como tormenta contra el muro.” (25:4)

Debemos retornar al conocimiento permanente de nuestro nexo eterno con Dios, que es nuestra tierra, Jerusalén, Sión como la montaña que concebimos como el tiempo y espacio de todo lo bueno. Esta es la constante alegría en el conocimiento de que nuestro Amor y el Amor de Dios están unidos. Esta conexión permanente es nuestra Esencia y verdadera identidad, como causa y propósito de la vida en el mundo material.

“Y el Eterno de las multitudes hará en esta montaña a todos los pueblos banquete de grosuras, banquete de vinos añejos, de gruesos tuétanos, y de vinos añejos bien refinados.” (25:6)

En este sublime conocimiento aquello distinto a lo bueno de los modos y atributos de Amor será removido.

“Y [el Eterno] destruirá en esta montaña la máscara con la que están cubiertos todos los pueblos, y el velo extendido sobre todas las naciones.” (25:7)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.