Hemos dicho que Dios decretó Su Redención Final desde nuestro Éxodo de Egipto, de ahí que nuestros Profetas se refieran a ella en pasado. También mencionamos que por este hecho deducimos que depende de nosotros, ya sea continuar viviendo en las fantasías e ilusiones de ego o encontrar nuestra plena libertad en los modos y atributos de Amor. Hemos llamado a Jerusalén el máximo conocimiento de nuestra conexión permanente con el Creador.
El Profeta se refiere a Jerusalén como Ariel, el lugar donde descansa el Arca de la Alianza en la cámara interior del Templo. Igualmente como el lugar donde reside la Conciencia Mesiánica, representada por el rey David. El Creador nos dice que nuestro mayor conocimiento de Él ha estado al servicio de fantasías e ilusiones materiales, como los pecados que acumulamos. Estos son los que nos hacen perder la cuenta de los festivales asignados en los que venimos a ver a nuestro Dios, año tras año en Jerusalén.
“¡Ay de Ariel, Ariel, ciudad del campamento de David! Tú has acumulado [pecados] año tras año, poniendo fin a tus festivales. Y Yo he enviado aflicción a Ariel, y ha sido lamentación y luto, y ha sido para Mí como Ariel.” (Isaías 29:1-2)
Repetidamente Dios reitera Su alegato contra nosotros a través de nuestros Profetas, recordándonos que nuestra separación de Sus modos y atributos es nuestra aflicción, lamento y luto. Dios ama nuestro nexo y conexión con Él, de ahí que la llama dos veces por su nombre, Ariel; y nos recuerde que siempre ha sido así. Otra vez debemos ser conscientes de lo que frecuentemente destacamos en este blog: Dios no nos castiga por nuestras transgresiones sino nosotros mismos, por las consecuencias de nuestros actos. Cosechamos lo que sembramos.
“Yo he acampado contra ti rodeándote, y Te he sitiado alrededor, y Yo he levantado barricadas contra ti. Tú has caído bajo, tu voz proviene como del suelo; como un fantasma del suelo ha sido tu voz, y desde el polvo tu susurras.” (29:3-4)
Nuestras decisiones negativas acaban forzándonos a retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad, que son las cualidades positivas en lo bueno que somos. Entre más bajo caigamos, más muertos nos hacemos como fantasmas que no hacen ninguna diferencia estén donde estén.
“Como polvo ínfimo ha sido la multitud de aquellos que te dispersan, y como afrecho la multitud de poderosos; ha pasado en un instante, repentino.” (29:5)
Dios llama a las naciones polvo ínfimo, porque no están destinadas a prevalecer. Lo mismo va para lo que representan en nuestra conciencia: tendencias negativas al igual que fantasías e ilusiones de ego. Estas son los rasgos que nos separan de lo bueno de los modos y atributos de Amor, causando nuestro exilio de estos últimos. Son el afrecho que representa el poder que damos a tendencias negativas, fantasías e ilusiones.
“Por Dios, el Eterno de las multitudes, tú eres visitada con tempestad y con terremoto y con estruendo, huracán y ciclón, y llama de fuego devorador. Como un sueño, una visión de la noche ha sido la multitud de todas las naciones que pelean contra Ariel, todos aquellos que la rodean y la asedian y la afligen.” (29:6-7)
Dios reafirma Su promesa de reconstruir nuestra conciencia, removiendo lo que no necesitaremos en la próxima fase que conocemos como Redención Final. Todo lo que conocemos como negativo y destructivo en la vida será como en un sueño, como si jamás hubiese existido. Jerusalén como nuestra conexión permanente con Dios nunca más tendrá enemigos.
“Será como cuando un hambriento sueña que está comiendo pero despierta y su alma está vacía. Como cuando un sediento sueña que está bebiendo pero despierta y está fatigado y su alma implora beber. Así es con la multitud de todas las naciones que pelean contra el monte Sión.” (29:8)
Algunos de nuestros Sabios contemporáneos llaman a los oponentes de Israel “enemigos virtuales”, basados en estos versículos de Isaías. Polvo, afrecho y sueños son aquellos que aparecen como enemigos u oponentes de lo bueno que el Creador hace prevalecer en el mundo material.
El legado de la Torá como el Plan de Dios para Su Creación, reiterado por nuestros Profetas, tiene un propósito que es hacer prevalecer lo bueno. La razón es muy simple. Venimos de lo bueno que es el Amor de Dios, por lo tanto estamos destinados a ser y manifestar aquello de lo que fuimos creados. Esa es nuestra Esencia y verdadera identidad.