domingo, 20 de abril de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LIII) Isaías

Dios continúa llamando nuestra atención acerca de las decisiones que tomamos, y de sus consecuencias. Una vez elegimos vivir en las fantasías e ilusiones de ego, nuestro discernimiento, intelecto y sentido común también siguen su predicamento.

“Que este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la instrucción [la Torá] del Eterno; que dicen a los videntes: 'No veáis', y a los profetas: 'No nos profeticéis lo recto, decídnos cosas halagüeñas, profetizad ilusiones; dejad la rectitud, apartáos de la senda, haced cesar de nuestra presencia al Sagrado de Israel'.” (Isaías 30:9-11)

Discernimiento, intelecto y sentido común son “los videntes” y “los profetas” que obligamos a participar en las “cosas halagüeñas” (vanidades) e “ilusiones” (fantasías e ilusiones de ego) que desvían nuestro verdadero propósito al negar y rechazar lo que es correcto (“la rectitud”) como la senda en la que estamos abocados a andar. Estas ilusiones causan nuestra separación de lo sagrado que el Creador quiere que seamos, porque Él es nuestro Dios que es sagrado.

“Por lo tanto el Sagrado de Israel dice así: 'Porque desechásteis esta palabra, y confiasteis en opresión e iniquidad, y en ello os habéis apoyado. Por tanto os será este pecado como pared abierta que se va a caer, y como montículo en alto muro, cuya caída viene repentinamente en un instante.” (30:12-13)

Nuestros modos y actitudes para satisfacer fantasías e ilusiones materialistas se convierten en la opresión e iniquidad en las que permanecemos, hasta cuando elijamos despertar de ellas y retornar a lo bueno de los modos y atributos de Amor. Hemos dicho muchas veces en este blog que vigilancia eterna es la clave para permanecer en lo bueno que somos y estamos destinados a manifestar. Algunos la comparan con caminar en un camino recto y estrecho, en el que lo bueno es el camino mismo al igual que su destino. Así nos damos cuenta en un repentino instante que podemos desviarnos cuando cambiamos el objeto de nuestra atención. Las fantasías e ilusiones de ego se convierten en la pared que cae sobre nosotros, tan pesada y elevada como la erijamos.

“Y Él lo quebrará como es quebrada la vasija del alfarero, en pedazos y sin contemplación; para que no sea encontrada entre los tiestos para el fuego del horno, y para sacar agua del pozo.” (30:14)

En elocuente metáfora el Profeta evoca el cambio que el Creador promete para nuestra conciencia en Su Redención Final. La vasija representa los modos y medios negativos, vetustos y anacrónicos, para afrontar la vida y el mundo material. Él la romperá para que nunca más sea recipiente, ni para fuego ni para agua. Él nos hará conscientes de que la percepción y actitud equivocadas deben cambiar para dar paso a lo bueno como causa y efecto de la Creación de Dios. Esta visión positiva es el fundamento de la Conciencia Mesiánica.

“Porque así dijo el Dios el Eterno, el Sagrado de Israel: 'En el retorno y en la quietud seréis redimidos; en tranquilidad y en confianza será vuestra fortaleza. Pero no lo quisisteis'.” (30:15)

Aquí el Profeta evoca la confianza y seguridad que encontramos en el retorno a nuestro Creador. Tranquilidad y confianza como nuestras fortalezas. Estas son cualidades opuestas a la agitación, inquietud y desubicación, que nos hacen débiles para retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad. En este sentido entendemos la paz como cualidad inherente a los modos y atributos de Amor. No se trata de una quietud paralizante sino de la confianza y certeza en lo que realmente somos y tenemos como herencia del Amor de Dios. Aún así no estamos dispuestos a tomar las decisiones correctas.

“Por lo tanto el Eterno esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto será exaltado teniendo compasión de vosotros. Porque el Eterno es Dios de justicia. Dichosos son aquellos que esperan por Él.” (30:18)

Se nos recuerda una vez más que Dios mantiene Su Amor por nosotros al darnos libre albedrío. De ahí que sea paciente con nosotros, y espera nuestro retorno a Sus caminos y atributos. Así entendemos que Él es compasivo porque nos ama. En este conocimiento lo honramos y lo exaltamos a Él, porque es amoroso y compasivo con nosotros. El Profeta nos enseña una gran lección al decirnos que dichosos son aquellos que esperan por Dios. En este sentido, esperar implica nuestra disposición de retornar a Él. No es una espera de piernas y brazos cruzados hasta que Él tenga misericordia de nosotros.

Mientras damos el paso hacia el Creador, Él estará con nosotros: “Por lo tanto decídles [al pueblo de Israel] a ellos: 'Así dice el Eterno de las multitudes: “Regredad a Mí”, dice el Eterno de las multitudes, “y yo regresaré a vosotros”, dice el Eterno de las multitudes'.” (Zacarías 1:3). De ahí que la elección sea nuestra. Hemos dicho a menudo que Dios declaró Su Redención cuando nos sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. Desde entonces Él espera que abracemos Su Redención.

Nos damos cuenta que Su espera y la nuestra se encuentran en un lugar que es nuestra conexión permanente con Él. Este lugar es Sión en Jerusalén, para aquellos que habitan en este y esperan en este. En nuestro nexo permanente con Dios, Él oye y Él responde. Sión en Jerusalén es este nexo donde nuestro Amor y el Amor de Dios habitan juntos. Entonces nos hacemos conscientes de que cuando comenzamos a entronizar los modos y atributos de Amor para regir en todos los niveles y dimensiones de la vida, el Amor de Dios también se manifiesta.

“Ciertamente, oh pueblo que mora en Sión, en Jerusalem, nunca más llorarás. Él ciertamente es compasivo contigo al oír la voz de tu clamor. Cuando te oiga, Él te responderá.” (Isaías 30:19)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.