domingo, 4 de mayo de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LV) Isaías

“¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carrozas porque son muchos, y en jinetes porque son valientes; y no miran al Sagrado de Israel, ni buscan al Eterno!” (Isaías 31:1)

El Profeta lo deja claro al citar la historia también como alegoría. Preferimos una alianza con Egipto contra Babilonia, que confiar en nuestra alianza con Dios. Del mismo modo preferimos vivir en las fantasías e ilusiones de ego que en los modos y atributos de Amor. Caballos, carrozas y jinetes son las tendencias egoístas hacia lo sensual, que parecen más poderosas que nuestra voluntad de confiar solamente en lo bueno que debemos procurar individual y colectivamente. En nuestro bienestar colectivo no existe carencia que nos lleve a la envidia, soberbia, codicia, ira, indiferencia, indolencia o crueldad. Este bienestar individual y colectivo proviene de lo bueno de los caminos y atributos de Dios, porque Dios es bueno y también provenimos de Su amorosa bondad.

“Pero Él también es sabio, y trae el mal, y no retira Sus palabras. Se levantará pues contra la casa de los malvados, y contra la ayuda de los obradores de iniquidad.” (31:2)

Se nos recuerda una y otra vez que lo bueno de los caminos y atributos del Creador no cohabita con nada diferente u opuesto a estos. Nuevamente debemos asimilar que Dios “trae el mal” como algo que nosotros elegimos, y no de Él para castigar el libre albedrío que nos dio. Somos castigados por las consecuencias nuestras propias iniquidades.

El Profeta reitera las palabras del rey David: “Y Él ha traído sobre ellos [los malvados] su propia iniquidad, y los quebrantará en su propia maldad; el Eterno nuestro Dios los quebrantará.” (Salmos 94:23). Estas también son referencias para la Era Mesiánica, en la que el Creador eliminará la fuente de todos los males, “la ayuda de los obradores de iniquidad”.

“Pues los egipcios son hombres, y no Dios; y sus caballos son carne, y no espíritu. El Eterno entonces extenderá Su mano y el que ayuda tropezará, y el que recibe ayuda caerá; todos ellos juntos perecerán.” (Isaías 31:3)

Hay una distinción entre las cualidades del mundo espiritual y el mundo material, como reflejo de nuestra conciencia superior e inferior. Entre los modos y atributos de Amor, y las fantasías e ilusiones de ego. Entre lo que es bueno cuyo propósito es lo bueno, y los tendencias negativas con sus consecuencias. Se destaca otra vez que lo bueno trasciende sobre la causa y el efecto de lo malo, porque Dios quiere que lo bueno prevalezca en todos los aspectos y dimensiones de la conciencia.

“Porque el Eterno me dijo a mí de esta manera: 'Como el león y el cachorro del león ruge ante su presa, y si se reune contra él una multitud de pastores no se asustará de sus voces, ni se acobardará por el ruido de ellos; así el Eterno de las multitudes descenderá a pelear en el monte de Sión, y por su colina.” (31:4)

Dios compara la implacabilidad de un león con Su determinación de hacer prevalecer lo bueno en el mundo material. La Torá también compara a Israel con un león, por la misma razón: “He aquí que el pueblo [Israel] se levantará como un gran león, y se elevarán ellos como un cachorro de león. Él no se echará hasta que devore la presa, y beberá la sangre de los devorados.” (Números 23:24). Esta también es la misión y destino de Israel en el mundo, de ahí el Pacto entre Dios e Israel.

La “multitud de pastores” en este caso representa las tendencias negativas en la conciencia, y las fantasías e ilusiones de ego como su “ruido”. La confrontación final del león implacable (como lo bueno destinado a prevalecer) y su presa (como la maldad en todas sus formas y expresiones) tiene lugar en lo más elevado de nuestra conciencia. Este es el monte de Sión como nuestra conexión permanente con Dios. En el pleno conocimiento de lo bueno como nuestra verdadera identidad y nexo común con Dios tenemos el poder para eliminar todo lo opuesto a los modos y atributos de Amor.

“Como las aves que vuelan, así ampara el Eterno de las multitudes a Jerusalén, amparando, librando, pasando, y redimiendo.” (Isaías 31:5)

Dios nos repite que Él es nuestro Creador, que Él nos sustenta, que Él nos ampara y nos libera, porque Él es nuestra liberación y quiere nuestra libertad. Jerusalén es nuestro lugar de encuentro, el nexo y la conexión, el conocimiento y la determinación de ser y manifestar nuestra Esencia y verdadera identidad que provienen de Su Amor.

“Retornad a Él, de quien tan profundamente se han apartado, oh hijos de Israel. Porque en ese día arrojará cada hombre sus ídolos de plata, y sus ídolos de oro, que para vosotros han hecho vuestras manos para pecar.” (31:6-7)

Dios pide a nuestros ancestros en la Torá que retornen a Sus caminos, y mediante Sus Profetas nos lo pide repetidamente: “Desde los días de vuestros padres vosotros os habéis apartado de Mis ordenanzas, y no las habéis guardado. 'Retornad a Mí, y Yo retornaré a vosotros', dice el Eterno de las multitudes. Pero vosotros decís, '¿Cómo habremos de retornar'?” (Malaquías 3:7). Todos sabemos que nuestro retorno a Él es a través de los modos y atributos de Amor, que provienen de lo bueno que es nuestro nexo común con Su Amor.

Al entronizar Amor como el regente de todos los aspectos y facetas de la vida, no hay espacio para ídolos de ninguna clase producto de fantasías e ilusiones de ego. Estas son los ídolos que creamos con nuestras manos (acciones) para transgredir lo bueno que somos y estamos destinados a manifestar en la vida. Cuando finalmente reconozcamos que lo único necesario para realizar nuestro destino en este mundo es Amor con sus modos y atributos, arrojaremos todo lo distinto u opuesto a lo bueno que estos son.

“Entonces caerá Assur [Asiria] por cuchillo, no de hombre; y lo consumirá espada, no de hombre; y huirá de la presencia de la espada, y sus mancebos serán tributarios.” (Isaías 31:8)

Asiria es mencionada aquí como uno de los invasores y opresores de Israel, que también representa tendencias negativas en la conciencia que serán transformadas en rasgos y cualidades positivas; como tributarios naturales de los modos y atributos de Amor. Debemos comenzar nuestra transición individual y colectiva de lo que no necesitamos como fantasías e ilusiones, hacia lo que sí necesitamos que son los modos y atributos de Amor.

“Y su fortaleza [de Asiria] caerá de terror, y sus príncipes se espantarán ante el estandarte, dice el Eterno, cuyo fuego está en Sión, y su horno en Jerusalén.” (31:9)

Hemos dicho que nuestros Sabios frecuentemente explican “temor” y “terror” como reverencia y asombro en algunos contextos de la Biblia Hebrea. Aquí las tendencias e impulsos negativos se rinden (“espantan”) al reconocer lo bueno como el estandarte de los atributos del Creador, subordinándose a Sus caminos. Estos son el fuego que está en Sión como nuestro eterno nexo con Él, y el horno de Su Amor que habita en Jerusalén como nuestra conexión permanente con Él.

Amor de Dios es nuestra Esencia e identidad, el espíritu que Él puso en nuestras vidas, el aliento que nos hace entender y vivir mediante Sus caminos y atributos.

“Pero es un espíritu en el hombre, el aliento del Todopoderoso los hace entender.” (Job 32:8)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.