domingo, 13 de julio de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXV) Isaías

En este capítulo Isaías se refiere otra vez a la Era Mesiánica mediante las palabras de Dios. Hemos destacado repetidamente que esta se relaciona con el nexo de Israel con el Creador. Esto quiere decir que el portador de esta nueva conciencia es Israel, como lo han indicado la Torá y los Profetas hebreos.

Israel es elegido para ser el vehículo hacia la Redención Final, y no otra nación. Esto está claramente establecido en la Biblia hebrea. En este contexto asimilamos que la Conciencia Mesiánica se manifiesta en la humanidad a través de Israel.

Así comprendemos que el rey judío mesías es el punto focal desde el cual esta nueva y definitiva conciencia final se expandirá, y abarcará todos los aspectos de la vida, tanto en lo individual como en lo colectivo. Por lo tanto, cuando el Creador se refiere al mesías judío, lo está haciendo parte de Israel.

Este rey judío no está separado de su pueblo, ya que él está destinado a reunir y juntar a sus hermanos hebreos, establecerlos a todos en su tierra ancestral, e iniciar con ellos la Redención Final como la ha prometido Dios.

He aquí Mi servidor, en quien Me apoyo, Mi escogido en quien Mi alma se complace. He puesto Mi Espíritu sobre él, él traerá justicia para las naciones.” (Isaías 42:1)

Estas palabras ilustran cuán cercana está la Conciencia Mesiánica al Amor de Dios. El Creador se dirige al rey judío mesías como el servidor en quien apoya Su voluntad. Seamos conscientes de que su función primordial es servir a Dios y Su voluntad.

Este es el tipo de servidor que Dios quiere en todos nosotros. Gente en que Él apoye Su voluntad, así como fue acordado en el Pacto entre Israel y Dios. El Creador elige a Israel como el socio para cumplir Su voluntad en el mundo material. De ahí que nos acepte como Su pueblo deseado, a quienes ha bendecido y en quienes ha puesto Su Espíritu. Así cumplimos Su voluntad de que seamos Luz para las naciones.

Nos damos cuenta otra vez que ser la Luz para las naciones es hacer lo que es correcto para ellas. Lo cual quiere decir hacer lo que es bueno en aras de lo bueno, como lo primordial en la voluntad de Dios para el mundo material.

En este sentido ser y hacer lo bueno son la manera de hacer “justicia” entre las naciones, las cuales -- como hemos señalado a menudo -- representan las tendencias y rasgos negativos en la conciencia, que estamos encomendados a transformar en cualidades positivas y constructivas, en todas las dimensiones de la vida.

No grita ni alza su voz, ni hace oír su voz en la calle. No quiebra una caña golpeada, ni apaga la mecha que casi no arde. Él trae justicia a la verdad.” (42:2-3)

Esta nueva conciencia transcendental afronta la vida solamente por y a través de rasgos positivos en aras de lo bueno. De ahí que sea innecesario gritarlo o ser arrogante al comunicar lo bueno inherente a los modos y atributos de Amor. Al permitir que estos conduzcan nuestro discernimiento, pensamientos, mente, emociones, sentimientos e instintos, su expresión y resultados serán también positivos.

Entonces deducimos que la violencia y la crueldad no son parte de los atributos de Amor, ya que estos son los medios para hacer prevalecer lo bueno como la verdad de la que se espera sea el resultado de la justicia. Así comprendemos el significado de “traer justicia a la verdad”, ya que la verdad proviene de lo bueno, mientras que lo falso proviene de lo malo.

Él no se debilita ni desmaya, hasta que establezca justicia en la tierra, y las islas esperan esta ley con esperanza. Así dice Dios el Eterno, que creó los cielos y los expandió, que afirma la tierra y lo que de ella brota. Que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan.” (42:4-5)


Ser y manifestar verdad no debería herirnos o perjudicarnos cuando queramos hacerla prevalecer, porque la verdad se defiende sola. No necesita abogados ni simpatizantes, tal como ocurre con el sol y el aire. La verdad no nos necesita, nosotros la necesitamos.

Dios nos recuerda esto para hacernos conscientes que mientras caminemos en la verdad que Él ha establecido como nuestra manera de vivir, estaremos exentos de vivir bajo el dominio de las tendencias y rasgos negativos. Al establecernos en la verdad, la justicia es cumplida.

Aquellos de nosotros que nos aislamos mientras buscamos la verdad como lo bueno que queremos que reine en nuestra conciencia individual y colectiva, somos las islas que “esperan esta ley con esperaza”.

Lo bueno es la ley que Dios impartió en Su Creación, y la Conciencia Mesiánica establece esta ley como un decreto Divino: “Así dice Dios el Eterno, que creó los cielos y los expandió”. De ahí comprendemos lo que nuestros Sabios dicen cuando explican que lo bueno, como lo es la Conciencia Mesiánica, es el Espíritu de Dios que “estaba sobre la faz de las aguas.” (Génesis 1:2).

“Yo el Eterno en justicia te he llamado, te sostengo tu mano y te sustento. Y te pongo como Pacto de un pueblo, y como Luz para las naciones. Para que abras los ojos a los ciegos, para que saques de la prisión al cautivo, y de la casa que retiene a los sentados en las tinieblas.” (Isaías 42:6-7)

Dios nos llama en aras de la rectitud, sostiene nuestra mano y nos sustenta, porque la rectitud es parte de Él. Por ello esta es un nexo común que Él estableció para nosotros, como el regalo que es el Pacto con Israel para transformar la conciencia colectiva de la humanidad.

La rectitud que llamamos lo bueno es lo que nos abre los ojos tras la ceguera, el cautiverio y las restricciones de las fantasías e ilusiones de ego, y las tendencias y rasgos negativos que llamamos tinieblas.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.